Claves del día de Jose Antonio Vizner
Desde mi perspectiva, lo que ocurre actualmente en Alemania no puede ni debe pasar desapercibido. El país que alguna vez fue el motor económico de Europa parece tambalearse y esto debería preocuparnos a todos, especialmente cuando su declive coincide con un momento crítico para el continente.
La economía alemana se enfrenta a una crisis de exportaciones en un contexto de altos costes energéticos y presiones políticas. Informes de Bloomberg y la banca privada advierten de que, si Alemania no logra recuperar el terreno perdido durante el primer semestre de 2025, podríamos estar hablando de una crisis de no retorno. Me pregunto si no estamos subestimando las señales de alarma.
El canciller Olaf Scholz se encuentra en una situación precaria, enfrentándose a lo que podríamos llamar una moción de censura informal en el período previo a las elecciones de febrero. Las encuestas no son favorables: la extrema derecha se posiciona como la segunda fuerza política, mientras Europa observa con ansiedad cómo Alemania intentará recomponer su coalición de gobierno. ¿Estamos listos para las consecuencias de un cambio tan drástico en el panorama político alemán?
Bloomberg pinta un cuadro desalentador: los hogares alemanes se empobrecen en hasta 2500 euros debido a la inflación energética y la contracción de las exportaciones. Este no es solo un problema alemán; el riesgo de una expansión de esta crisis a toda Europa es inminente. La frase de Amy Webb, fundadora de Future Today Institute, resuena en mi mente: “Alemania no se derrumba de la noche a la mañana y eso es lo que hace que este escenario sea tan terriblemente aterrador”.
Lo más inquietante es que no estamos hablando de un colapso repentino, sino de un declive lento y prolongado. No es un problema aislado de una empresa o una región, sino un desafío sistémico que afecta a un país entero y, por extensión, al resto de Europa.
La crisis energética añade otra capa de complejidad. Los precios de la electricidad se disparan cada invierno, cuando la producción de energía solar disminuye y el gas ruso a través de Ucrania sigue siendo una incógnita. La industria alemana, tradicionalmente fuerte, enfrenta ahora una tormenta perfecta: costes energéticos insostenibles, incertidumbre política y una economía global debilitada.
Mientras tanto, China, el otro gran exportador mundial, también muestra signos de fragilidad. Aunque su producción industrial crece un 5,4%, las ventas minoristas apenas suben un 3%, reflejo de una demanda interna deprimida. La inversión urbana, aunque estable, no compensa el panorama sombrío. Esto plantea una pregunta crucial: si los dos gigantes exportadores del mundo están en problemas, ¿hacia dónde se dirige la economía global?
En medio de todo esto, el mercado petrolero ha estado lidiando con sus propios desafíos, incluido un reciente incidente de fuga en petroleros rusos. Aunque por ahora no ha habido un impacto significativo en el transporte marítimo o los precios, la posibilidad de interrupciones futuras está latente.
Alemania está en un punto crítico y Europa depende de su recuperación. El camino hacia la estabilidad parece lejano y, mientras el invierno se acerca, no puedo evitar pensar en lo que está en juego para la economía global. Quizás sea momento de replantearnos nuestras prioridades y estrategias para afrontar esta crisis con la urgencia que merece.