El miedo al colapso por la deuda de Estados Unidos y la inflación no se refleja en la bolsa (todavía)

EPA-EFE/JUSTIN LANE

Los futuros de las acciones estadounidenses abrieron al alza este viernes, anticipando un día de alta expectación en los mercados financieros. El Dow Jones subía un 0,23%, el Nasdaq 100 un 0,06% y el S&P 500 un 0,13%, mientras los inversores esperan la publicación de un dato clave: el índice PCE de inflación, el indicador favorito de la Reserva Federal para medir las presiones inflacionarias en la economía estadounidense.

Aunque los analistas prevén un leve repunte tanto en términos mensuales como interanuales, la atención no se centra solo en el dato en sí, sino en sus implicaciones de fondo: qué margen de maniobra le queda a la Fed para controlar la inflación sin desestabilizar una economía que, aunque resiliente en el corto plazo, se enfrenta a riesgos cada vez más estructurales.


El dato PCE, clave para la política monetaria

El índice PCE (Personal Consumption Expenditures) es el termómetro que más en serio toma la Reserva Federal. Una subida inesperada podría obligar a mantener los tipos de interés altos durante más tiempo del previsto, lo que ralentizaría el crédito, la inversión y el consumo. A su vez, eso podría enfriar el mercado laboral y, en última instancia, la economía en su conjunto.

Pero la verdadera preocupación va más allá de un simple dato. Detrás del movimiento de los futuros bursátiles y de la expectativa inflacionaria late una duda más profunda: ¿cómo manejará Estados Unidos su creciente deuda pública sin desatar una nueva ola inflacionaria o, peor aún, una crisis de confianza?


Una deuda colosal que no deja de crecer

La deuda nacional de EE. UU. ha superado los 34 billones de dólares, un récord histórico que preocupa tanto a economistas como a legisladores. En un entorno de tipos de interés altos, el coste de financiación del Estado se multiplica. El Tesoro debe pagar más para emitir bonos, lo que dispara los intereses anuales y estrecha el margen fiscal del gobierno.

En este contexto, la inflación actúa como una espada de doble filo. Por un lado, permite licuar la deuda —es decir, reduce su valor real con el paso del tiempo—. Pero por otro, debilita el poder adquisitivo, alimenta la desconfianza en el dólar y complica la política monetaria, que ya está al límite.

Si el PCE confirma un repunte de la inflación, será una mala noticia para quienes esperaban una bajada de tipos en el corto plazo. Pero también podría ser un reflejo de que el dinero barato y el gasto público excesivo de los últimos años siguen pasando factura.


EE. UU. en el filo: inflación, deuda y confianza

El mayor riesgo para Estados Unidos no es simplemente una inflación más alta de lo esperado, sino una tormenta perfecta entre deuda insostenible, presiones inflacionarias persistentes y una Reserva Federal sin margen para maniobrar. Si el mercado comienza a perder confianza en la capacidad del país para controlar sus finanzas, el coste de financiarse podría dispararse incluso más, creando un círculo vicioso difícil de romper.

Además, los nuevos datos de confianza del consumidor en septiembre, que se conocerán este mismo viernes, podrían ofrecer más pistas. Si la percepción de los hogares sobre su situación económica empeora, la demanda interna podría contraerse, lo que frenaría el crecimiento, complicando aún más el panorama.


Una economía fuerte… ¿pero por cuánto tiempo?

Por ahora, los datos macroeconómicos de EE. UU. siguen mostrando solidez. El empleo aguanta, el consumo resiste, y los mercados continúan en verde. Pero debajo de la superficie, se están acumulando desequilibrios que podrían explotar en cualquier momento.

La gran pregunta no es si EE. UU. puede seguir creciendo a corto plazo. La cuestión es si puede hacerlo sin sacrificar su estabilidad fiscal, su credibilidad monetaria y, en última instancia, la confianza que el mundo entero ha depositado históricamente en el dólar y en su economía.

Con los futuros en verde y un dato inflacionario en el horizonte, Wall Street sonríe esta mañana. Pero en los despachos de la Fed, del Tesoro y de los grandes fondos de inversión, la preocupación va más allá del cierre de hoy. Porque mantener el equilibrio entre crecimiento, inflación y deuda nunca ha sido tan complicado como ahora.