De la KGB a Valdái, del petróleo a los BRICS: el líder ruso sopla velas en plena recomposición del orden geopolítico

Putin 73: del agente de la KGB al arquitecto del nuevo orden mundial

Putin 73: del agente de la KGB al arquitecto del nuevo orden mundial

Nacido el 7 de octubre de 1952 en Leningrado —hoy San Petersburgo—, Vladímir Putin cumple 73 años este 7 de octubre de 2025 con un quinto mandato en marcha, una guerra que ha reconfigurado su relación con Occidente y una alianza con China cada vez más estratégica. Detrás del personaje hay biografía, método y un uso implacable del poder blando y duro que mantiene a Rusia en el centro de las decisiones globales.

La historia de Putin empieza en un piso comunal de Leningrado, hijo de una familia marcada por el asedio nazi y la economía de posguerra. Aficionado al judo desde joven —un código de disciplina que él mismo ha reivindicado como filosofía personal—, se graduó en Derecho y en 1975 ingresó en la KGB. Su paso por Dresde (RDA) entre 1985 y 1990 dejó una impronta de inteligencia, control y paciencia estratégica que más tarde trasladaría a la política. Tras la caída del Muro, abandonó formalmente la KGB con rango de teniente coronel. Son los años en los que se forja la combinación de sigilo, cálculo y contundencia que hoy asocia el mundo con su nombre. 

La llegada al poder en 1999 y su primera presidencia en 2000 le situaron como el gran restaurador del “orgullo ruso” para sus partidarios y el arquitecto de un sistema cada vez más centralizado para sus críticos. Dos décadas después, Putin encadena una nueva victoria electoral en marzo de 2024, con toma de posesión el 7 de mayo, asegurándose continuidad política hasta 2030. Es un liderazgo que mezcla verticalidad, recursos energéticos y un aparato estatal que ha resistido la batería de sanciones occidentales desde 2022. 

Geopolíticamente, su 73º cumpleaños llega con Moscú más lejos de Europa y más cerca de Pekín. La relación “sin precedentes” con China se ha reforzado en 2025, mientras Rusia impulsa su influencia en los BRICS y busca amortiguar el cerco financiero occidental. En paralelo, su discurso hacia la UE se ha endurecido: en el club Valdái ha tachado de “nonsense” el temor a un ataque ruso a la OTAN, pero ha prometido responder con firmeza a la militarización europea y a la ayuda a Kiev. Es el mismo escenario que Negocios TV ha seguido de cerca en estos días, con declaraciones cruzadas y reposicionamientos que anticipan meses de alta tensión.

También hay un reverso oscuro en su legado: la Rusia de Putin acumula una lista de episodios macabros y denuncias graves, desde el envenenamiento con polonio del exagente Alexander Litvinenko en Londres (una investigación pública británica apuntó a responsabilidad estatal) hasta la muerte en prisión del opositor Alexéi Navalni tras años de persecución, sancionada con represalias por parte del Reino Unido contra responsables del penal ártico donde falleció. En casa, la periodista Anna Politkóvskaya fue asesinada en 2006 —y uno de los condenados llegó a ser indultado en 2023—, mientras que la ejecución a tiros del opositor Boris Nemtsov en 2015 marcó otro punto de no retorno. A ello se suman las atrocidades documentadas en Ucrania, con matanzas como la de Bucha y el derribo del vuelo MH17 atribuido por la investigación internacional a un sistema ruso operado por separatistas prorrusos. Todo dibuja una era atravesada por la violencia política, la represión judicial y graves violaciones de derechos humanos.

La relevancia de Putin hoy se mide en varias palancas. La primera, el frente ucraniano: del ritmo militar dependen su narrativa interna de resiliencia y su capacidad de negociación. La segunda, la energía: pese a sanciones y redireccionamiento de exportaciones, el Kremlin ha utilizado el petróleo y el gas como instrumento geoeconómico y fiscal. La tercera, el tablero multipolar: BRICS, Oriente Medio y África ofrecen márgenes para eludir el aislamiento occidental y forzar una “normalización” a sus términos. Y la cuarta, Washington: la posibilidad de un deshielo selectivo con EE.UU. bajo una agenda transaccional, que el propio Putin ha insinuado al valorar la interlocución con Donald Trump, añade volatilidad a corto plazo. 

Dato curioso que humaniza al dirigente: su infancia en los patios comunales de Leningrado —el “dvor”— y la imagen del niño que perseguía ratas, relatada por cronistas de su biografía, son parte del mito de origen con el que el propio Putin ha construido su narrativa de dureza y ascenso social. Es un relato que conecta con el practicante de judo que convierte el desequilibrio del rival en ventaja propia. 

¿Cómo ha cambiado su relación con Occidente? Del pragmatismo del inicio de siglo y los puentes con Europa —antes y después de 2008— se ha pasado a una desconfianza estructural desde 2014, que se convierte en ruptura abierta tras 2022. En 2025, la relación es de disuasión, sanciones, guerra de relatos y “desacoplamiento” económico, con un marco de riesgo que ya no se mide en cumbres, sino en líneas rojas. Ese es, quizá, el mayor cambio en los 73: el cumpleaños de un líder que sigue moviendo piezas en un tablero cada vez más fragmentado.