Trump deja a los demócratas a cuadros tras "convencer" a ocho senadores del bando contrario para desbloquear su Gobierno

Trump E P A / V I N C E N T H I A N / PISCINA​​​​

Trump vuelve a imponer su sombra política en el final del cierre de Gobierno más largo de la historia de Estados Unidos

El cierre parcial del Gobierno estadounidense, que se prolongó durante 39 días y 20 horas, podría estar llegando a su fin tras un principio de acuerdo alcanzado este domingo en el Senado. Sin embargo, detrás de la aparente reconciliación entre demócratas y republicanos, la figura de Donald Trump vuelve a emerger con fuerza, demostrando que su influencia política sigue siendo decisiva, incluso cuando parece mantenerse al margen.

El entendimiento se fraguó al filo de las siete de la tarde, cuando una nueva propuesta impulsada por los republicanos del Senado, con John Thune al frente, consiguió los 60 votos necesarios para reabrir el grifo de la financiación federal. Ocho senadores demócratas rompieron la disciplina de su partido y se sumaron a la iniciativa, un gesto que muchos analistas interpretan como resultado de las presiones veladas del entorno de Trump y del desgaste político que el expresidente ha sabido explotar durante las semanas de bloqueo.

El acuerdo permitirá financiar la Administración hasta el 30 de enero, recontratar a los empleados federales despedidos y garantizar el pago retroactivo de los salarios atrasados. Pero no todo el paquete satisface a los demócratas: el programa de subsidios sanitarios del Obamacare ha quedado fuera del pacto, precisamente uno de los puntos más sensibles en la agenda de Trump. El exmandatario, de hecho, ha dejado claro en su red social Truth que su intención es reformar o sustituir completamente el sistema de salud, calificando a las aseguradoras de “chupópteras” y defendiendo que el dinero “debería ir directamente al pueblo”.

Aunque formalmente el Senado ha liderado la negociación, nadie en Washington duda de que la presión de Trump sobre los republicanos ha sido un factor determinante. Durante las últimas semanas, el expresidente no solo instó a su partido a mantenerse firme ante los demócratas, sino que también alentó la posibilidad de eliminar el filibusterismo, una herramienta parlamentaria clave que permite bloquear acuerdos presupuestarios si no se alcanza una mayoría cualificada. Finalmente, la votación salió adelante sin eliminar esta norma, pero bajo el claro mensaje político de Trump: “el control sigue en mis manos”.

El cierre de Gobierno ha tenido consecuencias dramáticas: más de 750.000 funcionarios suspendidos de empleo o sin salario, miles de vuelos cancelados por la falta de controladores aéreos y millones de ciudadanos afectados por la suspensión de ayudas sociales. Aun así, Trump ha mantenido una narrativa de resistencia, asegurando que “el sacrificio es temporal si sirve para devolver al país el control del gasto y la soberanía económica”.

El propio líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, denunció abiertamente el papel del expresidente, acusándolo de “causar un trauma innecesario” en el sistema de salud estadounidense y de haber “convertido una negociación presupuestaria en un pulso ideológico”.

Mientras tanto, la Casa Blanca prepara ya la firma del acuerdo que permitirá reabrir la Administración federal, aunque muchos observadores coinciden en que esta solución solo aplaza el problema hasta enero. Y es que, pese a no ocupar un cargo público, Trump sigue moviendo los hilos del Partido Republicano y condicionando cada decisión importante en Washington.

Lo que parecía un paso hacia la normalidad institucional se ha convertido en una muestra más de que el expresidente mantiene una mano invisible, pero firme, en el destino político de Estados Unidos. Y, con las elecciones de 2026 cada vez más cerca, todo indica que su sombra seguirá proyectándose sobre el Capitolio durante mucho tiempo.