La estrategia “America First” reconfigura el tablero global y abre la puerta al avance chino

Trump rompe el orden mundial: China aprovecha el vacío de poder y se erige como la nueva aseguradora del planeta

El giro económico y geopolítico impulsado por Donald Trump bajo la doctrina del “America First” está teniendo consecuencias que van más allá del discurso proteccionista. Al romper el modelo de EE. UU. como garante global de estabilidad, Washington ha cedido espacio a Pekín, que avanza como nueva potencia aseguradora en comercio, seguridad y liquidez. Un cambio de paradigma que redefine la globalización y amenaza con dejar a Estados Unidos aislado en el largo plazo.

Durante casi ocho décadas, Estados Unidos actuó como la gran aseguradora del mundo. Tras la Segunda Guerra Mundial, su influencia se sostuvo en tres pilares: estabilidad comercial, seguridad militar y liquidez en dólares. Ese esquema reducía riesgos, fortalecía alianzas y consolidaba el dominio económico y financiero norteamericano. Sin embargo, la doctrina “America First”, impulsada por Donald Trump, ha desmontado esa arquitectura.

El país que antes ofrecía protección colectiva ahora vende seguridad bajo amenaza, exigiendo más dinero a cambio de menos cobertura. Esa transformación ha sido interpretada por muchos de sus aliados como una traición estratégica. La consecuencia: un progresivo deterioro de la confianza internacional y una tendencia global hacia el autoaseguramiento, donde los países buscan diversificar su dependencia y, cada vez más, miran hacia China.

Pekín está aprovechando el vacío. Su política exterior y económica ha ido tejiendo una red de influencia en regiones donde antes dominaba Washington. Asia, África, América Latina e incluso Europa fortalecen vínculos comerciales, financieros y tecnológicos con China, desplazando progresivamente a EE. UU. de las cadenas de producción y suministro globales. Los grandes emergentes, como India o Brasil, ganan autonomía, mientras los países más pobres caen bajo el paraguas económico chino, dependientes de su financiación e infraestructuras.

El impacto de esta estrategia se refleja también en el ámbito monetario. El dólar, antaño símbolo de refugio y confianza, empieza a mostrar grietas. La incertidumbre política en Washington y el uso del dólar como arma diplomática erosionan su atractivo. En su lugar, crecen las alternativas de refugio —oro, euro o criptomonedas— que, aunque más volátiles, ganan relevancia como respuesta a la inestabilidad estadounidense.

Esta nueva economía global está marcada por costes más altos, fragmentación comercial y ralentización de la innovación. El modelo autárquico que propone Trump busca blindar a Estados Unidos ante la expansión de China, pero al hacerlo entorpece el comercio internacional y debilita el motor de innovación que históricamente impulsó el liderazgo estadounidense. El resultado es un mundo más cerrado, caro y dividido.

Para China, la situación representa una oportunidad inesperada. Su menor dependencia del mercado estadounidense y su estrategia de expansión en sectores estratégicos —energía, inteligencia artificial, comercio digital y telecomunicaciones— le han permitido amortiguar el golpe y proyectarse como la gran alternativa global. Trump buscaba contener a China, pero ha terminado dándole margen para ocupar el espacio que Washington ha dejado libre.

Aun así, algunos analistas advierten que no todo el impacto es negativo para EE. UU. La fragmentación del comercio global ha generado un flujo de capital que sigue canalizándose a través del sistema financiero estadounidense, en gran parte gracias al poder de sus grandes corporaciones tecnológicas. Silicon Valley, Wall Street y los fondos de inversión continúan atrayendo ahorro e inversión internacional, incluso en un contexto de desacople.

El dilema, sin embargo, permanece: ¿puede Estados Unidos seguir liderando un mundo que ya no quiere ser asegurado por él? La estrategia “America First” puede haber reforzado temporalmente el orgullo nacional, pero ha debilitado los lazos que sostenían su hegemonía. En ese vacío, China avanza con paso firme, ofreciendo estabilidad, crédito y cooperación a un planeta cada vez más desconectado de Washington.