Un borrador secreto de 28 puntos, la escalada entre China y Japón y la fragilidad bursátil dibujan un giro geopolítico y financiero de alto riesgo.

Claves del día: La nueva humillación de Trump a Europa, China contra Japón y alerta bursátil

Estados Unidos y Rusia estarían ultimando en secreto un acuerdo de 28 puntos para sentar las bases de un alto el fuego en Ucrania, según fuentes citadas por Axios, al margen del presidente Volodímir Zelensky y de los aliados europeos. El diseño recuerda a la fórmula que Donald Trump trató de aplicar en Gaza: negociaciones discretas, intermediarios escogidos y presión diplomática paralela, mientras el mandatario presume de «detener guerras». Al mismo tiempo, China ha suspendido de forma inmediata todas las importaciones de marisco de Japón en plena escalada por Taiwán, y los mercados financieros encadenan rebotes frágiles tras un fuerte golpe bursátil y un repunte de la morosidad en bienes raíces comerciales.

La combinación de reconfiguración geopolítica, tensiones en Asia-Pacífico y señales de fatiga en el sistema financiero global alimenta la preocupación sobre un posible cambio de ciclo. La oferta monetaria mundial habría aumentado en 10 billones de dólares en apenas doce meses, inflando balances bancarios, deuda corporativa y valoraciones ligadas a las Big Tech, mientras los inversores miran al Nasdaq, al Bitcoin y a gigantes como Nvidia como termómetros de un mercado que podría estar cerca de un punto de inflexión.

Washington y Moscú

Según las filtraciones recogidas por Axios, la Administración estadounidense y el Kremlin trabajan en un borrador de 28 puntos para un alto el fuego en Ucrania, fuera de los cauces habituales de la diplomacia occidental. El esquema plantea un proceso escalonado, con compromisos de seguridad y garantías territoriales aún por concretar, en el que Zelensky y los socios europeos quedarían relegados a un segundo plano. El modelo reproduce la estrategia que Trump trató de poner en marcha en Gaza: contactos discretos, presión sobre actores clave y anuncios de paz presentados como logros personales del presidente.

Este enfoque refuerza la narrativa de Trump como líder capaz de «cerrar acuerdos rápidos» en escenarios de guerra, pero también alimenta las dudas sobre el coste para el equilibrio estratégico europeo. La ausencia de Bruselas, Kiev y otros aliados de la OTAN en la fase de diseño abre interrogantes sobre las concesiones que podrían asumirse en nombre de una paz acelerada y sobre el margen real de maniobra que conservarían después los socios de la Unión Europea y de la Alianza Atlántica en el frente oriental.

Europa relegada

Mientras impulsa estas conversaciones, Trump ha intensificado su acercamiento a Arabia Saudí, al que ha llegado a definir como su mejor aliado fuera de la OTAN. Este giro reordena las prioridades de la política exterior estadounidense y desplaza el foco desde el eje transatlántico hacia un mapa de alianzas más selectivo en Oriente Medio. Para Bruselas, el mensaje es claro: Europa deja de ser el socio preferente y se convierte en un actor prescindible en algunas de las decisiones estratégicas clave.

Las instituciones europeas alertan de que esta combinación de negociaciones bilaterales opacas y realineamiento de alianzas puede erosionar el sistema de seguridad construido tras la Guerra Fría. El temor es que se consolide un modelo en el que los grandes acuerdos se cierren entre Washington, Moscú y socios regionales como Riad, mientras la UE queda relegada al papel de financiador de la reconstrucción y gestor de las consecuencias económicas y migratorias del conflicto.

China contra Japón

En paralelo, China ha anunciado la suspensión inmediata de todas las importaciones de marisco procedentes de Japón, un golpe directo a sectores clave de la economía nipona. La decisión llegó horas después de una reunión entre funcionarios de ambos países que no logró rebajar la tensión diplomática. Pekín expresó su «profunda insatisfacción» tras escuchar al enviado japonés Kanai Masaki reafirmar la postura de Tokio sobre Taiwán, en plena escalada verbal.

Las declaraciones de la primera ministra japonesa, Takaichi Sanae, comprometiéndose a defender Taiwán en caso de invasión china, han elevado el choque a un nivel sin precedentes en la relación bilateral. La respuesta de Pekín —combinando presión económica y mensaje político— vuelve a colocar a Taiwán en el centro del tablero de Asia-Pacífico y añade una nueva capa de riesgo a cadenas de suministro ya tensionadas. Para los mercados, se trata de un recordatorio de que el frente asiático puede desencadenar shocks comparables o superiores a los de la guerra en Ucrania.

Alerta en mercados

Sobre este fondo geopolítico, la economía estadounidense empieza a mostrar grietas visibles. La morosidad en bienes raíces comerciales se ha disparado hasta su nivel más alto de la historia, afectando a centros comerciales, oficinas y activos ligados a un modelo de consumo y trabajo todavía en ajuste tras la pandemia. La tensión se transmite a los bancos medianos y a los vehículos de inversión expuestos a este tipo de activos, reavivando el recuerdo de episodios recientes de inestabilidad financiera.

En los mercados, un golpe bursátil sacudió al Nasdaq y provocó fuertes caídas en el Bitcoin, antes de dar paso a un rebote tímido a la espera de los resultados de Nvidia, convertida en barómetro del ciclo de inteligencia artificial. Sin embargo, bajo la superficie persiste un dato inquietante: la oferta monetaria mundial habría crecido en 10 billones de dólares en los últimos doce meses. Ese aumento ha alimentado balances bancarios, deuda corporativa y activos de riesgo, creando un entorno en el que cualquier ajuste de tipos o cambio en las expectativas puede desencadenar correcciones abruptas.

Big Tech en la mira

En medio de esta expansión crediticia, las Big Tech se consolidan como las principales devoradoras de capital, recurriendo a deuda, emisiones de bonos y un gasto masivo en proyectos de IA e infraestructuras de datos. Analistas financieros hablan de una «boca de cocodrilo»: los ingresos crecen, pero lo hacen a un ritmo inferior al del coste del capital, mientras la inversión necesaria para sostener el liderazgo tecnológico se dispara. El resultado es una brecha creciente entre expectativas bursátiles y capacidad real de generación de caja.

Este desajuste se vuelve especialmente delicado en un entorno en el que la morosidad aumenta y los bancos empiezan a endurecer criterios de concesión de crédito. Si la financiación barata se agota y los inversores exigen rentabilidades más altas para seguir respaldando megaproyectos de IA, el ecosistema tecnológico podría enfrentarse a una fase de corrección severa. El riesgo no se limita a Silicon Valley: afecta a proveedores, cadenas de suministro y economías que han construido buena parte de su crecimiento reciente sobre la expansión de la economía digital.

Riesgo de crisis sistémica

La confluencia de estos factores —acuerdos geopolíticos opacos, escalada entre China y Japón, fragilidad del mercado inmobiliario comercial y dependencia extrema de las Big Tech— configura un escenario que muchos analistas comparan con los prolegómenos de una crisis mayor. El auge de la liquidez global, lejos de disipar las tensiones, podría haber inflado burbujas de riesgo en múltiples frentes que ahora amenazan con pincharse de forma simultánea.

El diagnóstico de fondo es que el sistema monetario internacional está forzando sus límites justo cuando la arquitectura de seguridad global entra en una fase de redefinición. Si la morosidad sigue escalando, el crédito se enfría y las tensiones geopolíticas se cronifican, el ajuste podría ser brusco tanto en los mercados como en la economía real. A falta de respuestas coordinadas, la combinación de humillación geopolítica para Europa, choque entre potencias asiáticas y alerta bursátil alimenta la sensación de que el actual equilibrio se sostiene sobre un terreno cada vez más inestable.