Mientras la Fed alimente la fiesta de la IA, Dow Jones arriba y el S&P 500 seguirá inflándose hacia los 7.500 puntos (advierte Bartels)
En Wall Street, la jornada avanza en verde, pero el debate de fondo es mucho más profundo que un simple rebote intradía. Mientras los índices se recuperan tras una semana de vaivenes y ventas forzadas en tecnología, una voz ha puesto cifras concretas al optimismo: Mary Ann Bartels, estratega jefe de inversión en Sanctuary Wealth, proyecta un S&P 500 en 7.500 puntos a finales de 2026, con el sector tecnológico —y muy especialmente los semiconductores— manteniendo el timón del mercado. Todo ello, en un contexto en el que la Reserva Federal podría volver a recortar tipos en diciembre y seguir alimentando, directa o indirectamente, la gran fiesta de la inteligencia artificial.
El presente: rebote en los índices, nervios en el fondo
En la sesión de hoy, los principales índices avanzan con fuerza: el Dow Jones sube alrededor de un 1,5%, el S&P 500 se anota algo más de un 1% y el Nasdaq también se mueve al alza en torno al 1–1,5%. Los sectores del S&P 500 se tiñen mayoritariamente de verde, con la sanidad tirando del carro, mientras el petróleo cae cerca de un 2% y el bitcoin retrocede alrededor de un 3%. Al mismo tiempo, la rentabilidad del Treasury a 10 años desciende hacia el 4,07%, una señal de que el mercado de bonos empieza a tomarse en serio la posibilidad de un recorte de tipos inminente.
Las declaraciones de John Williams, presidente de la Fed de Nueva York, han sido clave: afirmó que el banco central aún puede recortar tipos “en el corto plazo” sin poner en riesgo su objetivo de inflación. Los futuros de tipos reaccionaron de inmediato y la probabilidad implícita de un recorte de 25 puntos básicos en diciembre saltó por encima del 70%, frente a algo más de un tercio al inicio de la jornada. No todos en la Fed comparten el entusiasmo: Susan Collins, presidenta de la Fed de Boston, insistió en que la política monetaria ya está “en el lugar correcto”, lo que dibuja un comité dividido y, por tanto, un terreno fértil para la volatilidad de aquí a la reunión de diciembre.
En paralelo, el mercado sigue digiriendo los últimos movimientos en el sector tech: Nvidia se estabiliza tras una montaña rusa reciente, símbolo perfecto de una bolsa que duda entre seguir comprando la narrativa de la IA o hacer caja ante valoraciones exigentes. Al mismo tiempo, gigantes como Alphabet suben con fuerza, Intuit repunta tras sorprender positivamente en ingresos, y Eli Lilly ha llegado a tocar el billón de dólares de capitalización bursátil, convirtiéndose en la primera farmacéutica en lograrlo.
La tesis de Bartels: secular bull liderado por tecnología
En este contexto de nervios y correcciones, Bartels no habla de techo, sino de fase temprana de un posible periodo de euforia. En su informe de perspectivas para 2026, sostiene que el mercado de renta variable sigue inmerso en un ciclo alcista secular a escala global. Su escenario central sitúa el S&P 500 en 7.500 puntos a finales de 2026, frente a los aproximadamente 6.625 actuales, lo que implicaría todavía un potencial adicional relevante.
Su argumento descansa en tres pilares. Primero, el liderazgo estructural de la tecnología, especialmente de los semiconductores, apoyados en una demanda “insaciable” ligada a centros de datos y a la nueva infraestructura de IA que se está levantando en Estados Unidos. No es casualidad que el índice de semiconductores (SOX) acumule cerca de un 30% de subida en lo que va de año, a pesar de correcciones intermedias. Segundo, una rotación de sectores que no supone un relevo en el liderazgo: puede haber flujos puntuales hacia valor (salud, energía, financieros), pero el crecimiento seguiría mandando. Y tercero, un entorno de tipos que, aun siendo más alto que en la década pasada, tendería a relajarse lo suficiente como para justificar múltiplos elevados en compañías de alto crecimiento.
No es una burbuja… todavía
Quizá la frase más llamativa de Bartels es su matiz sobre la supuesta “burbuja” en la bolsa estadounidense. A su juicio, el mercado no está aún en modo burbuja clásica, pero sí habría entrado en una “fase temprana de burbuja” dentro de un gran ciclo alcista. Para ilustrarlo, compara la trayectoria actual del S&P 500 con la de los años veinte del siglo pasado: según su análisis, el índice estaría replicando, con notable similitud, el patrón de hace cien años. En aquel ciclo, recuerda, algunos de los mejores retornos se produjeron precisamente en los últimos años de la tendencia, con subidas medias del 166% en el lustro final.
Traducido al presente: el riesgo de exuberancia existe, y va en aumento, pero quien se baja demasiado pronto de la montaña rusa podría quedarse fuera de una parte sustancial de las ganancias finales. El problema, y aquí está la trampa clásica de los ciclos, es que sólo se sabe que fue una burbuja cuando ya ha estallado.
La Fed como DJ de la fiesta
Todo este optimismo no puede entenderse sin el papel de la Reserva Federal. Tras una larga y agresiva campaña de subidas de tipos, el banco central se encuentra ahora en el filo de la navaja: la inflación sigue por encima del objetivo, pero el empleo muestra signos de fatiga y los datos oficiales han llegado tarde y de forma incompleta por culpa del cierre de la administración. El mercado, huérfano de señales claras, ha decidido adelantarse y descontar que el próximo movimiento no será una subida, sino un recorte. Ese cambio de percepción actúa como combustible para las valoraciones de los activos de riesgo, especialmente en tecnología y en todo lo que huela a inteligencia artificial.
Si la Fed confirma el giro en diciembre, reforzará la narrativa de Bartels: un entorno de tipos algo más bajos serviría de paraguas para múltiplos altos y seguiría financiando el gigantesco capex en IA y centros de datos. Si, por el contrario, la división interna se impone y la Fed decide pausar, el mercado podría reaccionar con otra sacudida bajista, al menos a corto plazo.
Qué significa todo esto para el inversor
El mensaje de fondo es incómodo, pero claro: el mercado puede seguir subiendo apoyado en tecnología y en la historia de la inteligencia artificial, incluso mientras crecen las señales de “exuberancia racional”. Las advertencias sobre valoraciones estiradas, concentración extrema en unos pocos nombres y dependencia de los tipos de interés no han desaparecido; simplemente conviven con un ciclo de beneficios que, de momento, sigue sorprendiendo al alza en compañías clave.
Para el ahorrador y el inversor particular, más que buscar respuestas simples —“es burbuja” o “no es burbuja”—, este tipo de escenarios obliga a pensar en términos de riesgo asumible, horizonte temporal y diversificación. El propio informe de Bartels reconoce que 2026 será un año volátil, con rotaciones y sobresaltos. La cuestión ya no es sólo si el S&P 500 puede alcanzar los 7.500 puntos, sino qué precio está dispuesto a pagar cada inversor por estar subido en el tren mientras el mercado avanza hacia ese nivel —o si prefiere verlo pasar desde el andén.
Nada de esto es una recomendación de compra o venta, pero sí una constatación: mientras la Fed siga inclinándose hacia el recorte de tipos y la IA continúe marcando la agenda corporativa, la fiesta en bolsa puede durar más de lo que muchos aguanten… y, como casi siempre, será el tiempo quien diga si lo que vivimos es el preludio de una burbuja o la fase más rentable de un gran ciclo alcista.