El cometa interestelar 3I/ATLAS desconcierta a la NASA y la ESA con 13 anomalías en su comportamiento
El visitante cósmico se acercará a unos 270 millones de kilómetros de la Tierra el próximo 19 de diciembre, mientras acumula fenómenos inesperados como una anticola enigmática y un conjunto de 13 anomalías que desafían los modelos clásicos de actividad cometaria.
Desde su descubrimiento en julio, el cometa interestelar 3I/ATLAS se ha convertido en uno de los objetos más desconcertantes que han cruzado el radar de la NASA, la ESA y numerosos observatorios independientes. A medida que se aproxima a su punto más cercano a la Tierra, previsto para el 19 de diciembre a una distancia de unos 270 millones de kilómetros, las observaciones se han alejado de lo “normal” y han pasado a mostrar un catálogo de comportamientos anómalos que intriga a la comunidad científica. Entre ellos, la aparición de una anticola de características atípicas y hasta 13 anomalías ya documentadas en su dinámica y morfología.
Un seguimiento intensivo desde julio
Desde que 3I/ATLAS fue identificado como objeto de trayectoria hiperbólica —es decir, procedente del espacio interestelar y no ligado al Sol—, tanto la NASA como la Agencia Espacial Europea (ESA) han dedicado recursos significativos a su seguimiento.
Durante meses, los telescopios espaciales y terrestres han registrado señales que, en un primer momento, encajaban con el patrón típico de un cometa: calentamiento por la radiación solar, expulsión de gas y polvo, formación de coma y cola. En ese contexto, 3I/ATLAS se percibía como un visitante exótico, sí, pero dentro de lo esperable para un cuerpo helado procedente de otra región de la galaxia.
Sin embargo, conforme se ha ido acercando al Sistema Solar interior, el comportamiento del objeto ha comenzado a salirse del guion, obligando a los equipos científicos a revisar modelos y simulaciones.
La anticola “imposible” y un catálogo de 13 anomalías
El punto de inflexión llegó con la detección de una anticola inusual: una estructura cometaria que, en lugar de apuntar en sentido contrario al Sol —como dicta la física del viento solar y la presión de radiación—, presenta una orientación y características que no encajan con la teoría estándar aplicada a cometas clásicos.
Ni su dirección, ni su forma, ni los indicios sobre su composición cuadran completamente con lo observado hasta ahora en otros objetos similares. Este fenómeno, lejos de ser una simple rareza, se suma a un listado de 13 anomalías ya catalogadas en 3I/ATLAS, que abarcan:
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Comportamientos inusuales en su brillo y su evolución.
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Rasgos extraños en la distribución de polvo y gas.
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Variaciones dinámicas que no se explican del todo con los modelos actuales.
La combinación de todos estos factores ha llevado a algunos científicos a preguntarse si estamos ante un cometa verdaderamente único, con propiedades físicas no vistas antes en nuestro entorno, o si faltan piezas clave en nuestra comprensión de la interacción de los objetos interestelares con el Sol.
El papel de la misión JUICE en el misterio
La misión JUICE de la ESA, diseñada originalmente para estudiar Júpiter y sus lunas, ha aprovechado su instrumental para observar también a 3I/ATLAS. Según se ha adelantado, cinco instrumentos diferentes han registrado datos del cometa, cuyos análisis detallados se difundirán de forma oficial a partir de 2026.
Aunque los resultados aún están en fase preliminar, las señales detectadas ya han generado expectación:
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Podrían ayudar a determinar si 3I/ATLAS es simplemente un cometa atípico, con una química y dinámica extremas.
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O si estamos ante un “artefacto” cósmico con propiedades que obliguen a revisar los modelos clásicos sobre objetos interestelares.
Por ahora, los científicos insisten en que, pese a lo espectacular de las hipótesis, es imprescindible esperar a los datos completos antes de dar por buenas interpretaciones más arriesgadas.
Entre la prudencia de la NASA y las voces que piden pensar “fuera de la caja”
Como ocurre con cada noticia sobre objetos cercanos a la Tierra o visitantes interestelares, 3I/ATLAS ha desatado una ola de especulaciones que van desde escenarios puramente naturales hasta conjeturas mucho más imaginativas.
Figuras de peso en el debate astronómico, como Avi Loeb, han subrayado la importancia de mantener una mente abierta, sin descartar hipótesis fuera del paradigma estándar si los datos lo respaldan. No obstante, tanto la NASA como otros organismos mantienen una línea cauta:
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Recomiendan no adelantarse a las conclusiones.
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Insisten en la necesidad de análisis rigurosos, revisados por la comunidad científica, antes de etiquetar a 3I/ATLAS como algo “sin precedentes absolutos”.
Mientras tanto, cada nueva observación —ya sea desde tierra, desde satélites o desde misiones como JUICE— se suma a un puzle que todavía está lejos de completarse.
¿Nueva era en la astronomía o curiosidad cósmica excepcional?
La gran pregunta que deja 3I/ATLAS es si estamos ante el inicio de una nueva etapa en el estudio de objetos interestelares —con descubrimientos que obliguen a reescribir capítulos enteros de la astrofísica— o ante una curiosidad extrema, llamativa pero finalmente explicable dentro de las leyes ya conocidas.
Por ahora, lo único seguro es que este cometa:
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Se acercará a unos 270 millones de kilómetros de la Tierra el 19 de diciembre, sin suponer ningún peligro para el planeta.
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Ha puesto a prueba la capacidad de reacción y de observación coordinada de agencias como la NASA y la ESA.
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Se ha ganado un lugar destacado como uno de los objetos más intrigantes que han cruzado nuestro Sistema Solar en las últimas décadas.
El desenlace no llegará de la noche a la mañana. Será el trabajo paciente de los próximos meses y años —con datos, revisiones y nuevas misiones— el que determine si 3I/ATLAS quedará en la historia como un enigma resuelto o como el primer gran aviso de que el universo guarda aún sorpresas que apenas empezamos a intuir.