El enigmático latido del cometa interestelar 3I/ATLAS: ¿se oculta un misterio más allá de lo natural?
El cometa interestelar 3I/ATLAS, descubierto en julio de 2025 por el sistema ATLAS en Chile, se ha ganado un lugar especial en la agenda científica: su brillo parece seguir un patrón casi mecánico de unas 16 horas y 16 minutos, una especie de “latido” cósmico que ha disparado hipótesis de todo tipo. Desde explicaciones basadas en chorros de gas y rotación del núcleo hasta las especulaciones más atrevidas sobre un posible origen artificial, este objeto —el tercero procedente de fuera del Sistema Solar que logramos estudiar de cerca— pone a prueba tanto nuestros telescopios como nuestra imaginación.
Un visitante interestelar con firma propia
3I/ATLAS —también designado C/2025 N1 (ATLAS)— es el tercer objeto interestelar detectado en nuestro Sistema Solar, después de 1I/ʻOumuamua y 2I/Borisov. Fue descubierto el 1 de julio de 2025 por el telescopio del sistema ATLAS en Río Hurtado (Chile), y su órbita hiperbólica confirmó que no pertenece a la familia habitual de cometas ligados al Sol.
El cometa pasó por su perihelio el 29 de octubre de 2025, entre las órbitas de la Tierra y Marte, y seguirá su camino tras un breve encuentro con nuestro vecindario cósmico. Observaciones con grandes telescopios como el VLT, Gemini y Hubble han revelado una coma rica en agua, dióxido de carbono y polvo rojizo, muy similar en composición a la de cometas “normales” del Sistema Solar.
El “latido” de 16 horas: un brillo que se repite
Lo que ha encendido las alarmas —y las portadas— es que el brillo de 3I/ATLAS no varía de forma caótica, sino con una periodicidad muy marcada, alrededor de 16 horas y 16 minutos, lo que algunos medios han bautizado como un auténtico “latido” interestelar.
Ese patrón se observa como una oscilación regular en la curva de luz: el cometa se va haciendo más brillante hasta un máximo, se atenúa y, aproximadamente 16 horas después, repite el ciclo. Desde el punto de vista físico, esto encaja bastante bien con dos fenómenos conocidos en cometas:
-
La rotación de un núcleo irregular, que hace que distintas zonas activas entren y salgan de la luz solar.
-
La presencia de “jets” o chorros de gas y polvo que se encienden y apagan de forma periódica según determinadas regiones heladas quedan expuestas al Sol y sufren sublimación.
Un análisis reciente apunta precisamente a expulsiones periódicas de gas y polvo, que generarían ese patrón de brillo en forma de “pulso”. En esta lectura, el supuesto latido no sería más que el resultado de una fábrica de hielo natural girando y desprendiendo material de forma rítmica.
Explicaciones naturales: hielo exótico, rotación y actividad extrema
La mayoría de equipos que estudian 3I/ATLAS se inclina por explicaciones puramente naturales. A diferencia de muchos cometas “domésticos”, este objeto empezó a activarse muy lejos del Sol, a más de 6 UA, lo que sugiere la presencia de hielos muy volátiles (como CO o CO₂) que se subliman con poca radiación.
A medida que se acercó al perihelio, el cometa se iluminó mucho más y más rápido de lo esperado, mostrando chorros y cambios en la coma que todavía se están modelizando. En ese contexto, un periodo de rotación de unas pocas decenas de horas es completamente razonable para un núcleo de tamaño kilómetro y forma irregular, y los “parpadeos” de luz serían simplemente la firma visible de ese giro combinado con zonas especialmente activas.
Incluso las posibles aceleraciones no puramente gravitatorias —las mismas que se han debatido en otros objetos interestelares— tienen una explicación estándar: cuando un cometa expulsa gas de forma asimétrica, ese chorro actúa como un mini–propulsor natural, alterando ligeramente la trayectoria esperada. Eso ya lo hemos visto en cometas clásicos, y todo indica que 3I/ATLAS no es la excepción, sino un caso extremo pero compatible con la física conocida.
La hipótesis tecnológica: Avi Loeb y el debate sobre lo artificial
En paralelo al consenso científico, la figura del astrofísico de Harvard Avi Loeb ha vuelto a situar la palabra “alienígena” en el centro del debate. Loeb ha defendido en artículos y entrevistas que algunas anomalías de 3I/ATLAS —su trayectoria muy alineada con los planos planetarios, su actividad extrema y ciertos detalles de su brillo— podrían ser compatibles, en principio, con un objeto de origen tecnológico, e incluso ha especulado con la idea de una sonda que aprovecha la gravedad de Júpiter o que fragmenta su estructura para desplegar “probes”.
Es importante subrayar que estas son hipótesis muy minoritarias y abiertamente especulativas. Organismos como NASA y otros astrónomos destacados han reiterado que no se ha detectado ninguna tecnofirma (señal, emisión o comportamiento) que obligue a invocar tecnología avanzada: todos los datos encajan, con mayor o menor esfuerzo, en la categoría de “cometa natural muy inusual”.
Dicho de otro modo: para la comunidad científica, el escenario base sigue siendo que 3I/ATLAS es un cometa interestelar exótico, no una nave. La hipótesis artificial funciona como un recordatorio filosófico de que la ciencia debe estar abierta a explorar explicaciones, pero siempre apoyada en la evidencia y en modelos que se puedan contrastar.
Por qué 3I/ATLAS es fascinante aunque no haya alienígenas
Incluso si el “latido” de 16 horas de 3I/ATLAS se explica por completo con rotación, hielo y chorros de gas, seguimos ante un objeto extraordinario. Este cometa nos ofrece:
-
Una muestra directa de material formado alrededor de otra estrella, quizá hace miles de millones de años.
-
Un laboratorio para estudiar cómo se comportan los cometas con composiciones y historias térmicas distintas a las del Sistema Solar.
-
Un caso de estudio que obliga a afinar nuestros modelos de actividad cometaria, dinámica y fotometría en regímenes extremos.
Y, quizá lo más valioso, 3I/ATLAS nos recuerda algo esencial: el universo es capaz de producir fenómenos tan extraños que, a primera vista, parecen diseñados. La tarea de la ciencia es desenmarañar ese extrañamiento paso a paso, separando lo que es pura maravilla natural de lo que sería realmente una señal de otra inteligencia.
Por ahora, todo apunta a que el enigmático latido de 3I/ATLAS es el de un cometa vivo y extremadamente activo, no el de una máquina interestelar. Pero el simple hecho de que podamos plantear la pregunta —y someterla a la prueba de los datos— ya es, en sí mismo, una pequeña revolución en nuestra manera de mirar al cosmos.