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Trump firma una orden para “asegurar la superioridad espacial” de EE.UU.: Luna en 2028, base permanente en 2030 y reactores nucleares

EPA/ERIK S. LESSER

La Casa Blanca ha publicado una orden ejecutiva con una hoja de ruta ambiciosa —y claramente geopolítica— para reforzar el liderazgo estadounidense “en órbita, en la Luna y más allá”. El texto fija el regreso de astronautas a la Luna en 2028, impulsa un puesto avanzado lunar en 2030, pide atraer 50.000 millones de dólares de inversión privada y abre la puerta a energía nuclear en superficie lunar y en órbita.

Una orden ejecutiva con un mensaje central: la órbita también es poder

La Casa Blanca ha elevado la política espacial al rango de prioridad estratégica nacional. Bajo el paraguas de “asegurar la superioridad espacial”, el decreto dibuja un enfoque integral que mezcla exploración, seguridad y economía, con un propósito explícito: mantener el liderazgo estadounidense en el entorno espacial y blindar intereses económicos y militares en un escenario cada vez más competitivo.

Calendario: regreso a la Luna en 2028 y primeros elementos de una base lunar en 2030

El texto fija dos hitos que funcionan como columna vertebral del plan. El primero es el retorno de estadounidenses a la Luna en 2028 a través del programa Artemis. El segundo, más estructural, es el despliegue de los elementos iniciales de un puesto avanzado lunar permanente en 2030, con la intención de garantizar una presencia sostenida y preparar el salto hacia Marte.

El planteamiento no es solo científico: el decreto lo enmarca como una demostración de liderazgo, un catalizador de desarrollo económico lunar y un instrumento de influencia internacional en plena carrera tecnológica.

Nuclear en la Luna y en órbita: el giro más sensible

Entre los puntos con mayor carga política y tecnológica destaca la apuesta por energía nuclear. La orden impulsa el despliegue de reactores en la Luna y en órbita, incluyendo un reactor de superficie lunar “listo para lanzamiento” en 2030. La motivación declarada es habilitar operaciones sostenidas (energía estable, resiliencia de infraestructuras y apoyo a misiones), pero el simbolismo es inevitable: la logística nuclear en el espacio reabre debates sobre seguridad, gobernanza y percepción internacional.

“Economía espacial” con metas cuantificadas: 50.000 millones de inversión y nueva vida tras la ISS

El decreto intenta convertir la retórica pro-innovación en objetivos medibles. La Casa Blanca plantea atraer al menos 50.000 millones de dólares de inversión adicional en mercados espaciales estadounidenses para 2028. Para ello, prioriza el aumento de la cadencia de lanzamientos y reentradas, la modernización de instalaciones y reformas de eficiencia en compras públicas.

Además, se fija una fecha para el relevo industrial de la estación espacial: el texto empuja un camino comercial para reemplazar la Estación Espacial Internacional hacia 2030, reforzando el papel del sector privado como proveedor de infraestructura y servicios en órbita baja.

Seguridad espacial y “Golden Dome”: defensa antimisiles y vigilancia de amenazas

La orden sitúa la seguridad espacial como eje paralelo a la exploración. Pide el desarrollo y demostración de tecnologías prototipo de defensa antimisiles para 2028 y subraya la necesidad de detectar y contrarrestar amenazas desde órbita baja hasta el espacio cislunar, incluyendo la eventual colocación de armas nucleares en el espacio. La lógica es clara: si el espacio es infraestructura crítica para economía y defensa, también es un dominio que debe protegerse.

Reordenación de la gobernanza: coordinación, plazos y la incógnita del Consejo Espacial

En ejecución, el decreto asigna coordinación a la estructura de ciencia y tecnología de la Casa Blanca y fija entregables en ventanas de 60, 90, 120 y 180 días: planes para cubrir brechas tecnológicas e industriales, revisiones de grandes programas, reformas de adquisiciones y estrategias de seguridad espacial.

Un punto especialmente relevante es el apartado de rescisión: el texto revoca una orden anterior vinculada al National Space Council. En paralelo, informaciones posteriores apuntan a que la administración podría mantener alguna forma de coordinación, aunque con una arquitectura distinta. En la práctica, el mercado y los aliados leerán tanto lo que dice el decreto como lo que ocurra en su implementación real durante 2026.

Lectura de fondo: carrera con China, músculo industrial y presión sobre plazos

El anuncio llega en un momento de alta sensibilidad por la competencia con China y por la presión política sobre calendarios y costes. El objetivo de 2028 exige ejecución impecable (industrial, presupuestaria y tecnológica) y eleva el riesgo reputacional si los hitos se deslizan. Al mismo tiempo, abre oportunidades para contratistas, “new space” y cadenas de suministro, pero también aumenta el escrutinio sobre gasto, seguridad y sostenibilidad en órbita.