El cometa 3I/Atlas desata la polémica: ¿fenómeno natural o estructura tecnológica extraterrestre?
El astrofísico Avi Loeb analiza las características sin precedentes del cometa interestelar 3I/Atlas, planteando hipótesis audaces sobre su origen y naturaleza que podrían revolucionar nuestra comprensión del cosmos y la ciencia misma.
La comunidad científica y el público en general se encuentran ante un misterio cósmico que podría cambiar nuestra forma de entender el universo. El protagonista es 3I/Atlas, un cometa interestelar que ha despertado fascinación y controversia a partes iguales. El astrofísico Avi Loeb, profesor de Harvard y uno de los investigadores más provocadores de la astrofísica contemporánea, sostiene que las características de este objeto son tan inusuales que podrían indicar algo más que un simple fenómeno natural.
Según Loeb, las observaciones del 3I/Atlas “no encajan en los modelos convencionales de formación cometaria” y podrían apuntar a una estructura tecnológica de origen no humano. Una afirmación audaz que, aunque genera escepticismo, ha reabierto el debate sobre la posibilidad de que civilizaciones avanzadas de otros sistemas estelares hayan dejado rastros en nuestro vecindario cósmico.
Un cometa que desafía las leyes conocidas
El 3I/Atlas, detectado por primera vez a mediados de 2025, ha desconcertado a los astrónomos por una combinación de comportamientos y propiedades químicas atípicas. A diferencia de los cometas tradicionales, que liberan vapor de agua al acercarse al Sol, este emite dióxido de carbono. Además, su luminosidad se orienta hacia el Sol en lugar de alejarse de él, un fenómeno contrario a la física cometaria esperada.
Pero lo más sorprendente, según los análisis preliminares, es su composición: una altísima concentración de níquel casi puro y escasa presencia de hierro, algo que no se ha observado en ningún otro cuerpo de este tipo. Este patrón químico contradice los modelos de formación de cometas en regiones frías del sistema solar y sugiere un origen completamente distinto, posiblemente interestelar o incluso interestemporal.
Loeb subraya que el objeto se desplaza a 60 kilómetros por segundo, una velocidad que lo situaría entre los visitantes más rápidos jamás observados. Tal rapidez implica que proviene de fuera del sistema solar y, quizás, de un entorno de formación muy diferente al nuestro. “La velocidad, la composición y el brillo del 3I/Atlas lo convierten en un caso único. Si fuera una nave o una sonda antigua, su comportamiento no sería tan distinto”, comentó el investigador en una reciente conferencia.
La hipótesis más audaz: ¿una estructura artificial?
En su último ensayo, Loeb plantea que no podemos descartar la posibilidad de que el 3I/Atlas sea una estructura tecnológica de origen extraterrestre. Lejos de ser una simple provocación, el científico recuerda que su análisis de objetos previos como ‘Oumuamua (2017) ya introdujo la idea de que ciertas anomalías orbitales podrían explicarse mediante tecnología alienígena avanzada.
El 3I/Atlas, según su hipótesis, podría ser una especie de sonda interestelar abandonada o relicto tecnológico, desplazándose por el espacio tras cumplir una función desconocida. Su tamaño, “comparable al de una ciudad mediana”, y su masa, similar a la del asteroide que causó la extinción de los dinosaurios, lo convierten en un objeto de enorme interés. Aunque no representa una amenaza inmediata, Loeb advierte que un cambio inesperado en su trayectoria —por fuerzas no gravitacionales, como una eyección de gas o una alteración estructural— podría modificar su órbita y afectar al entorno cercano a la Tierra.
“Si algo así sucediera, el impacto sería más científico que físico”, aclara el astrofísico. “No hablamos de un peligro de colisión, sino de un evento que podría redefinir nuestra visión del cosmos y nuestra relación con la posibilidad de vida inteligente más allá del sistema solar”.
Ciencia abierta frente al escepticismo
Las declaraciones de Loeb han dividido a la comunidad científica. Mientras algunos investigadores consideran su postura “especulativa”, otros defienden su valor como ejercicio de pensamiento crítico. El propio Loeb insiste en que “la ciencia no debe temer a las preguntas incómodas”. En su opinión, la reticencia institucional a aceptar hipótesis no convencionales responde más a prejuicios culturales que a la falta de evidencia.
El profesor ha criticado abiertamente la retención de datos por parte de la NASA, que aún no ha publicado las imágenes en alta resolución tomadas por la cámara HiRISE del orbitador Mars Reconnaissance Orbiter en octubre. “Los datos científicos no pueden ser rehenes de la política o la burocracia”, declaró recientemente, en referencia al retraso atribuido al cierre parcial del Gobierno estadounidense.
Loeb compara la situación con un “cisne negro cósmico”: un evento improbable pero de consecuencias potencialmente enormes. “Incluso si solo existe un 1% de probabilidad de que 3I/Atlas sea artificial, ese 1% justifica toda la investigación. Negarse a mirar sería un error histórico”, subraya.
La campaña internacional de observación
Ante la magnitud del fenómeno, la International Asteroid Warning Network (IAWN) —bajo coordinación de Naciones Unidas— ha puesto en marcha una campaña global de observación que se extenderá hasta enero. El objetivo es recopilar todos los datos posibles antes del 19 de diciembre, fecha en la que el cometa pasará a unos 250 millones de kilómetros de la Tierra.
Esta red, que integra observatorios de todo el mundo, busca analizar de forma coordinada la trayectoria, composición y brillo del objeto. “El 3I/Atlas no representa un peligro, pero sí una oportunidad extraordinaria”, explican desde la IAWN. “Podría ofrecernos pistas sobre los procesos de formación del universo primitivo o sobre tecnologías más allá de nuestra comprensión actual”.
Una reflexión sobre nuestra posición en el cosmos
Más allá de los titulares sobre extraterrestres, el caso del 3I/Atlas plantea una cuestión de fondo sobre el método científico y los límites de nuestra percepción. La comunidad astronómica coincide en que los descubrimientos recientes —como ‘Oumuamua o el propio 3I/Atlas— evidencian que el cosmos es mucho más diverso de lo que imaginábamos.
Para Loeb, este tipo de fenómenos nos obliga a repensar nuestra relación con el universo: “Si algún día una civilización avanzada decidiera comunicarse con nosotros, probablemente lo haría a través de la ciencia, no de la fe ni del mito. Lo que necesitamos es mantener la mente abierta y los instrumentos encendidos”.
Así, el 3I/Atlas se erige como un recordatorio de que la frontera entre ciencia y asombro sigue viva. Si es un cometa atípico, aprenderemos sobre la complejidad de los sistemas interestelares; si resulta ser algo más, podríamos estar ante el primer contacto indirecto con una inteligencia extraterrestre. En ambos casos, el descubrimiento promete reescribir un capítulo crucial de nuestra historia cósmica.