EEUU aprueba un presupuesto de defensa récord con el visto bueno de Trump
El Congreso ha dado el visto bueno al National Defense Authorization Act (NDAA) del año fiscal 2026, que autoriza 901.000 millones de dólares en programas de defensa, la mayor cifra anual registrada, y que el presidente Donald Trump ya ha firmado. La ley acelera la modernización militar, blinda líneas rojas en Europa y, a la vez, obliga al Departamento de Defensa a rendir cuentas por operaciones controvertidas, incluida la campaña de ataques a embarcaciones en el Caribe y el Pacífico.
901.000 millones: no es solo dinero, es doctrina
Washington ha convertido la cifra en un mensaje estratégico. El NDAA 2026 autoriza (no “gasta” automáticamente: la apropiación presupuestaria va por otras vías) un récord de 901.000 millones de dólares para defensa, en una señal de continuidad del músculo militar estadounidense y de prioridad absoluta a la disuasión en un mundo de bloques.
Modernización acelerada: la carrera tecnológica como eje
El texto aprobado apunta a una modernización “de alta velocidad”: reformas para agilizar compras de armamento y un foco explícito en competir con China (y, en segundo plano, Rusia) en la próxima generación de capacidades militares. En la práctica, esto se traduce en más impulso a programas de tecnología avanzada —incluida la lógica de sistemas de nueva defensa antimisiles— y en una presión política para que el Pentágono recorte burocracia y reduzca plazos de adquisición.
La “pata humana”: subida salarial para las tropas
La ley incorpora una subida salarial general para los militares cercana al 4% (citada como 3,8% en parte de la cobertura), con el objetivo de sostener reclutamiento y retención en un mercado laboral exigente y con tensiones internas en la propia fuerza.
Europa y Ucrania: el Congreso marca límites
Uno de los giros más relevantes está en el flanco europeo: el NDAA dificulta recortes de tropas en Europa por debajo de 76.000 efectivos y mantiene el encaje del mando estadounidense en la estructura OTAN, además de incorporar financiación para Ucrania (vía iniciativa de asistencia) y apoyo a los países bálticos. Es, en la práctica, una señal de que el Capitolio quiere evitar una retirada desordenada, incluso si la Casa Blanca reorienta prioridades.
“Transparencia” como condición: el choque por los ataques a embarcaciones
El capítulo más político es el de control y rendición de cuentas: el Congreso ha incluido lenguaje para forzar al Pentágono a entregar a los comités pertinentes vídeos no editados y órdenes vinculadas a los ataques contra embarcaciones en el área de SOUTHCOM, tras la polémica por operaciones en el Caribe. La presión llega a incluir mecanismos presupuestarios (como condicionar partidas de viaje) para garantizar cooperación del Departamento de Defensa.
El efecto dominó: repercusiones globales (y económicas)
La lectura internacional es doble. Para aliados, el NDAA intenta proyectar previsibilidad (especialmente en Europa). Para rivales, refuerza la idea de que EE. UU. seguirá apostando por superioridad tecnológica y por “líneas rojas” militares. Y, en paralelo, la Administración Trump ha venido utilizando aranceles como herramienta de política exterior y seguridad, consolidando una visión donde economía y defensa forman parte del mismo tablero.