La Guerra Fría 2.0 ya está aquí: Estados Unidos y China se enfrentan por el control del nuevo orden mundial

Los ministros de Relaciones Exteriores del G7 debaten nuevas sanciones contra Rusia - E P A / A L E S S Y R O D I M E O​​

Santiago Armesilla y otros expertos analizan la nueva geopolítica global donde EEUU y China protagonizan una guerra fría renovada. Opiniones sobre la llamada de Trump a Putin, el papel de Ucrania y las maniobras de poder en el escenario internacional.

¿Estamos presenciando una nueva Guerra Fría? Para Santiago Armesilla, director del Instituto Beatriz Galindo - La Latina, la respuesta es un rotundo sí. Pero esta vez los protagonistas no son Washington y Moscú, sino Estados Unidos y China, dos potencias cuya rivalidad define la política internacional del siglo XXI.

El programa emitido por Negocios TV arroja luz sobre un escenario cada vez más tenso, donde el equilibrio global se ve condicionado por estrategias, alianzas y movimientos que recuerdan a los tiempos más duros de la confrontación bipolar. Sin embargo, ahora los campos de batalla ya no son ideológicos, sino económicos, tecnológicos y diplomáticos.

De la Guerra Fría clásica a la versión 2.0

Armesilla sostiene que, aunque los actores han cambiado, la estructura del conflicto se mantiene: bloques enfrentados, diplomacia agresiva y una narrativa de poder global que busca moldear el orden internacional. La diferencia radica en que la actual confrontación no se libra con tanques, sino con microchips, sanciones comerciales y tratados estratégicos.

China, con su expansión en Asia, África y América Latina, ha logrado desafiar la hegemonía de Estados Unidos en áreas que antes se consideraban su patio trasero. Washington, por su parte, recurre a la presión económica, el control tecnológico y las alianzas militares como la OTAN o AUKUS para mantener su dominio.

Rusia y Ucrania, explica Armesilla, se han convertido en piezas secundarias de un tablero más amplio, donde la disputa real ocurre entre Washington y Pekín. Este desplazamiento del eje geopolítico no solo redefine prioridades, sino que también expone la pérdida de influencia de Europa, atrapada entre su dependencia energética y la necesidad de posicionarse frente a los dos gigantes.

El poder invisible de la realpolitik

Uno de los puntos más destacados del análisis es la llamada entre Donald Trump y Vladimir Putin, interpretada como un ejemplo puro de realpolitik: la política basada en el interés y el poder, sin considerar principios éticos o ideales.

Armesilla y los analistas invitados coinciden en que este gesto no fue casual. Representa una maniobra pragmática en la que Trump intenta posicionarse nuevamente como interlocutor global, anticipando su posible regreso a la Casa Blanca. Su objetivo sería ofrecerse como mediador entre Moscú y Pekín, al tiempo que intenta contener la influencia china en regiones estratégicas como América Latina.

El caso de Argentina se menciona como ejemplo de esta pugna silenciosa. Según los expertos, Trump habría intervenido discretamente para evitar que Pekín ganara terreno en la crisis de deuda del país, mostrando cómo la rivalidad entre las potencias ya se proyecta más allá del Pacífico.

Ucrania, un peón en la partida global

Juan Antonio Aguilar, director del Instituto Español de Geopolítica, plantea una visión crítica: Ucrania se ha convertido en un peón sin autonomía, atrapado entre las promesas de Occidente y las ambiciones rusas. “Es un NPC —dice—, un personaje sin control sobre su propio destino dentro del gran juego de las potencias”.

Aguilar también advierte sobre los riesgos de la retórica belicista de Trump, cuyas declaraciones sobre el posible uso de misiles Tomahawk carecen, según él, de fundamento táctico. Más que una estrategia sólida, se trata de una política exterior reactiva y emocional, donde las amenazas sustituyen al diálogo estructurado.

Trump entre el Nobel y la contradicción

Luis Rodrigo de Castro, profesor de Derecho Internacional, aporta otra capa de análisis. A su juicio, la ambición de Trump por posicionarse como “mediador de la paz” se contradice con su historial diplomático errático. Sus oscilaciones entre elogiar y condenar a Putin han debilitado la coherencia del discurso estadounidense.

La volatilidad de su estilo —más propio del marketing político que de la diplomacia clásica—, pone en duda su capacidad real para construir consensos duraderos. Como señala de Castro, “su poder depende enteramente de la disposición de Putin”, una frase que resume la fragilidad de sus maniobras internacionales.

Una geopolítica en mutación constante

El debate emitido por Negocios TV deja una conclusión clara: estamos viviendo una nueva versión de la Guerra Fría, pero adaptada al siglo XXI. En lugar de una lucha ideológica entre capitalismo y comunismo, asistimos a una competencia por el liderazgo tecnológico, la influencia regional y el control de los recursos estratégicos.

La tensión entre Estados Unidos y China se despliega en múltiples frentes —desde la inteligencia artificial hasta los minerales críticos y la infraestructura digital—, con consecuencias directas para el resto del mundo. Los países intermedios, como señala Armesilla, se ven obligados a elegir bandos o a navegar con cautela en un entorno donde la neutralidad es cada vez más difícil.

En este tablero global en movimiento, Trump, Putin, Xi Jinping y Zelensky son solo piezas visibles de un juego mucho más profundo, donde cada conversación, cada sanción y cada tratado reconfiguran el orden mundial.

Y mientras tanto, la pregunta inicial de Armesilla sigue resonando: ¿estamos realmente ante una nueva Guerra Fría o simplemente ante una versión más sofisticada de la misma historia de poder que siempre ha definido a la humanidad?