Aboud Onji

Aboud Onji desnuda la compleja estrategia de Estados Unidos y de los 'océanos geopolíticos aislados'

Archivo - Base aérea de Kleine-Brogel, en Bélgica - Europa Press/Contacto/BENOIT DOPPAGNE - Archivo

Aboud Onji desnuda la compleja estrategia de la Casa Blanca para 2025: la fragmentación del mundo en 'océanos geopolíticos aislados', la reciente ofensiva rusa como respuesta directa, y el papel de Estados Unidos en Latinoamérica y Asia para asegurar su hegemonía energética y militar.

La complejidad del tablero internacional se ha intensificado al cierre de 2025 con lo que algunos analistas denominan ya unos «océanos geopolíticos aislados». Bajo la administración de Donald Trump, la Casa Blanca impulsa una estrategia que redefine los equilibrios tradicionales y busca que las grandes potencias operen en esferas parcialmente desvinculadas, aunque interdependientes. En ese marco, el reciente ataque masivo de Rusia sobre Ucrania, con más de 600 drones tras un atentado en Moscú, se interpreta como una pieza más de un diseño calculado de consecuencias globales, en el que Estados Unidos, Rusia y China ajustan sus márgenes de maniobra sin chocar frontalmente.

Según esta lectura, la política exterior estadounidense ya no se centra tanto en el dominio absoluto de todas las regiones, sino en la gestión de espacios compartidos, pactados o tolerados, donde cada potencia explota sus prioridades a cambio de limitar su interferencia en otras áreas sensibles.

La táctica de Washington

El analista Aboud Onji sostiene que Washington habría decidido ceder margen de actuación a Vladímir Putin en el frente ucraniano, permitiendo una ofensiva de gran envergadura a cambio de contrapartidas en otros escenarios. Entre ellas, un compromiso tácito de Rusia y China para no interferir en las operaciones estadounidenses en Latinoamérica, especialmente en lo relativo a la lucha contra el narcotráfico y al refuerzo de la influencia energética en países clave como Venezuela.

Esta táctica permitiría a la Casa Blanca perseguir varios objetivos simultáneos: reducir la presión directa sobre la industria militar estadounidense, presentar una narrativa de «guerra contra el mal» ante la opinión pública y asegurar el acceso a las principales reservas petroleras del mundo, mientras Trump cultiva una imagen de supuesto pacificador global.

Industria armamentista y relato global

Más allá del componente militar, esta dinámica tiene una dimensión económica y comunicacional relevante. Los conflictos indirectos y las guerras de sustitución ofrecen a la industria armamentista estadounidense un margen de actividad sostenido, sin necesidad de que Estados Unidos se involucre abiertamente en nuevas intervenciones masivas.

Al mismo tiempo, el discurso de la «guerra contra el mal» funciona como marco justificativo para operaciones en el hemisferio occidental, desde acciones contra redes criminales hasta movimientos de reposicionamiento energético. Este relato mantiene movilizada a la comunidad internacional y contribuye a preservar una imagen pública favorable de Trump, que puede presentarse como actor firme pero prudente ante la escalada global.

El F22 Raptor

Europa en una multipolaridad tensa

En este esquema de océanos aislados, Europa aparece como uno de los eslabones más expuestos. Sin un respaldo político y económico pleno de Washington, el Viejo Continente se encuentra atrapado entre el desgaste interno y la presión externa, con la guerra en Ucrania como foco permanente de inestabilidad.

La prolongación del conflicto y la ausencia de una estrategia europea autónoma agravan las dudas sobre la cohesión interna de la Unión Europea. La crisis ucraniana mantiene al continente en alerta máxima, tensiona sus sistemas de seguridad y reabre debates sobre dependencia energética, gasto militar y capacidad real de influencia frente a las grandes potencias.

Asia y la sombra de Taiwán

El otro gran escenario de esta multipolaridad tensa se sitúa en Asia, con Taiwán como epicentro. Según informes manejados por el Pentágono, se detectan ya movimientos militares preocupantes en el horizonte de 2027, que apuntan a un posible aumento de la presión china sobre la isla.

En ese contexto, Washington se ve obligado a calibrar su estrategia en la región: contener a China sin desencadenar un conflicto directo, mantener su presencia militar y reforzar alianzas con socios estratégicos, mientras gestiona frentes abiertos en Europa y el hemisferio occidental. Comprender cómo estas zonas de influencia se fragmentan resulta clave para anticipar posibles crisis simultáneas en varios puntos del mapa.

Latinoamérica en el punto de mira

La entrevista de Aboud Onji introduce un último elemento de especial relevancia: la posibilidad de una acción militar o de presión intensificada en Latinoamérica. Las amenazas retóricas de Donald Trump contra los presidentes Nicolás Maduro y Gustavo Petro plantean la duda de si se trata solo de un juego mediático o del prólogo de movimientos más contundentes sobre el terreno.

Abrir 2026 bajo una nueva lógica de dominio energético y regional no es, según esta lectura, una especulación gratuita, sino un escenario plausible con implicaciones políticas y económicas de amplio alcance. En ese marco, el continente latinoamericano se perfila como uno de los espacios donde podrían materializarse, de forma más visible, los efectos de estos océanos geopolíticos aislados.