Juan Antonio de Castro: «Estados Unidos busca derribar a Maduro con el petróleo»
El exfuncionario de la ONU sostiene que Washington ha diseñado una estrategia de asfixia económica sobre el crudo venezolano para forzar un cambio político sin recurrir a la vía militar.
¿Es posible derribar un gobierno sin que suene un solo disparo? Para Juan Antonio de Castro, exfuncionario de Naciones Unidas, la respuesta en el caso de Venezuela es clara: sí. Desde su perspectiva, la Administración estadounidense bajo Donald Trump no actúa por impulso frente a Nicolás Maduro, sino que aplica una estrategia económica deliberada, dirigida a estrangular el principal motor financiero del país: el petróleo. El plan, basado en sanciones y bloqueo de buques, buscaría impedir que el crudo venezolano llegue a los mercados internacionales y generar un colapso interno profundo y sostenido.
Estrategia sin disparos
De Castro describe un enfoque que sustituye los tanques y los soldados por presión financiera y comercial. En su análisis, el objetivo no es una intervención militar clásica, sino un proceso de asfixia económica calculada que reduzca al mínimo la capacidad del Estado venezolano para sostener su aparato político y social.
La lógica que atribuye a Washington es la de forzar un deterioro estructural del régimen chavista mediante el debilitamiento de su principal fuente de divisas. En lugar de un conflicto abierto, se trataría de erosionar de forma progresiva el margen de maniobra del Gobierno de Maduro hasta situarlo en un punto de máxima fragilidad interna.
Sanciones al petróleo
El corazón del plan, según De Castro, reside en las sanciones petroleras. Estas incluyen el bloqueo e interceptación sistemática de buques relacionados con la exportación de crudo venezolano. Lo que inicialmente se presentaba como acciones contra embarcaciones vinculadas al narcotráfico habría evolucionado hacia un cerco más amplio sobre la logística energética del país.
El objetivo declarado de esta dinámica sería impedir que el petróleo venezolano llegue a los mercados internacionales, limitando severamente los ingresos y, con ello, la capacidad del Gobierno para financiar subsidios, importaciones esenciales y redes de apoyo político. En la lectura de De Castro, se trata de un asalto económico planificado, no de un efecto colateral de la política exterior.
Lecciones de 2002-2003
Para contextualizar el impacto potencial de esta estrategia, De Castro retrocede a la crisis petrolera de 2002-2003, cuando Venezuela sufrió una contracción del PIB cercana al 18%. Aquel episodio marcó un punto de inflexión económico y social, evidenciando el grado de dependencia del país respecto a los ingresos del crudo.
El exfuncionario sostiene que Washington estaría intentando replicar por tercera vez un escenario similar de shock económico profundo para debilitar al régimen chavista. A su juicio, la experiencia histórica demuestra que una caída abrupta de los ingresos petroleros tiene un efecto directo en la estabilidad política, especialmente en una economía poco diversificada.
PDVSA en caída libre
En este contexto, la situación de PDVSA ocupa un lugar central en el análisis. De Castro describe a la estatal petrolera como una compañía en fase crítica, con problemas operativos, financieros y de gestión que limitarían su capacidad para responder a nuevas crisis de producción o de exportación.
La frase que resume su diagnóstico es contundente: «En cuanto flaquee el petróleo, cae Maduro». Con una PDVSA debilitada y sometida a sanciones, cualquier interrupción adicional en el flujo de crudo —ya sea por bloqueos de buques o por restricciones comerciales— podría traducirse en una pérdida acelerada de oxígeno financiero para el Gobierno venezolano.
Costes de una invasión
De Castro insiste en que, desde el punto de vista estadounidense, resulta mucho más sencillo y menos costoso intentar forzar la salida de Maduro por la vía económica que por la intervención militar directa. Una operación bélica implicaría riesgos humanos, políticos y diplomáticos de gran calado, además de un coste económico elevado y una posible reacción regional adversa.
En cambio, la presión sobre los buques petroleros, combinada con sanciones financieras y restricciones comerciales, permite ejercer una coerción intensa sin cruzar el umbral de una guerra abierta. De este modo, Washington evitaría el desgaste asociado a una invasión, trasladando el peso del conflicto al terreno de la crisis interna venezolana.
Petróleo y presión geopolítica
El análisis de De Castro concluye que el petróleo no es solo un recurso natural, sino el epicentro de la presión geopolítica sobre Venezuela. La estrategia que atribuye a Estados Unidos no sería gradual ni improvisada, sino un plan estructurado que utiliza la dependencia energética del país como palanca de cambio político.
En esa lectura, el desgaste del régimen no responde únicamente a la dinámica interna, sino a un entramado de sanciones, bloqueos y restricciones orientado a «ahogar» la economía y forzar una reconfiguración del poder en Caracas. El pulso se libra, sobre todo, en los puertos y en las rutas marítimas del crudo, donde cada buque detenido o desviado se convierte en un nuevo capítulo de esta batalla silenciosa sin disparos, pero con profundas consecuencias sociales y políticas.