Geopolítica internacional · Alianza euroasiática

Lavrov refuerza el eje Moscú-Pekín: “Los lazos con China son ahora más estrechos que nunca en la historia moderna”

EPA / R A M I ​​L S I T D I K O V
El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, ha asegurado que las relaciones entre Moscú y Pekín atraviesan su mejor momento. En una entrevista con medios rusos, el diplomático calificó la alianza bilateral de “sin precedentes” y destacó que ambos países trabajan “codo a codo en todos los ámbitos de las relaciones internacionales”. Su mensaje llega en plena tensión con Occidente y anticipa un nuevo acuerdo que reemplazará al Tratado de Amistad ruso-chino, que expira en 2026.

El tono de Lavrov fue firme, casi desafiante. “Nuestra asociación estratégica con la República Popular China no tiene precedentes en la historia moderna”, afirmó durante una entrevista difundida por medios estatales rusos. Según el ministro, Moscú y Pekín comparten una visión del mundo basada en la “multipolaridad” y en la defensa de un orden internacional más equilibrado frente al predominio de Occidente.

Las declaraciones no sorprenden, pero sí confirman una tendencia consolidada en los últimos años: el acercamiento entre ambas potencias ha pasado de la cooperación económica a una alianza geopolítica que abarca desde la energía hasta la seguridad internacional. “Estamos trabajando codo a codo en todos los ámbitos”, subrayó Lavrov, señalando que la colaboración actual supera incluso los marcos establecidos durante la Guerra Fría.

El ministro adelantó, además, que Rusia y China ya están negociando un nuevo acuerdo para sustituir el Tratado de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación firmado en 2001, que caduca en 2026. Este documento, originalmente concebido para fortalecer los lazos tras la caída de la Unión Soviética, ha servido como base jurídica y diplomática de la relación bilateral. “Superaremos el tratado con un nuevo documento que confirme, desarrolle y profundice nuestra cooperación con nuestros amigos chinos”, afirmó Lavrov, sin ofrecer detalles concretos sobre su contenido.

Fuentes cercanas al Ministerio de Exteriores citadas por Reuters aseguran que el nuevo marco podría incluir cláusulas ampliadas de cooperación tecnológica, energética y militar, en línea con los acuerdos alcanzados durante la visita de Vladímir Putin a Pekín en octubre. En aquel encuentro, el presidente ruso y su homólogo chino, Xi Jinping, reafirmaron su intención de “proteger los intereses comunes” y coordinar sus políticas frente a las presiones económicas y estratégicas de Estados Unidos y sus aliados.

Los analistas ven en este acercamiento un paso más hacia la consolidación de un bloque euroasiático que desafía la hegemonía occidental. Según el Financial Times, el comercio bilateral entre Rusia y China superó los 240.000 millones de dólares en 2024, impulsado por las exportaciones rusas de energía y las importaciones de tecnología y bienes industriales chinos. Moscú, aislada por las sanciones derivadas de la guerra en Ucrania, ha encontrado en Pekín un socio clave para mantener su economía a flote y diversificar sus mercados.

Pero más allá de los números, la alianza tiene un peso simbólico y estratégico que trasciende lo económico. Rusia y China cooperan activamente en foros multilaterales como los BRICS, la Organización de Cooperación de Shanghái y el G20, donde promueven un discurso común contra lo que describen como “injerencia política” y “hegemonismo occidental”. En paralelo, ambos países han intensificado los ejercicios militares conjuntos, incluidos los simulacros navales en el mar de Japón y maniobras aéreas coordinadas en el Pacífico.

El contexto geopolítico ayuda a entender el mensaje de Lavrov. Mientras Estados Unidos refuerza su presencia en Asia-Pacífico y la OTAN amplía su influencia hacia el este de Europa, Moscú y Pekín estrechan sus vínculos como respuesta a lo que consideran una estrategia de contención. “Los acontecimientos se desarrollan rápidamente”, advirtió el canciller ruso, “y nuestras relaciones con China se están profundizando y adquiriendo nuevas dimensiones”.

A nivel diplomático, el gesto también busca proyectar estabilidad y previsibilidad hacia sus socios en Asia, África y América Latina, regiones donde ambos países compiten con Occidente por influencia política y económica. El mensaje implícito es claro: Rusia y China no solo resisten el aislamiento, sino que lo transforman en una oportunidad para redibujar el equilibrio global.

Si bien no se habla abiertamente de una “alianza militar formal”, el creciente grado de coordinación entre Moscú y Pekín refuerza la idea de un eje alternativo al bloque occidental. Lavrov lo definió como una “amistad pragmática basada en la igualdad y el respeto mutuo”. En el lenguaje diplomático ruso, pocas frases encierran tanto contenido político.