Nueva apuesta por el diálogo en París

Lecornu renuncia al 49.3 y exige al Parlamento decidir el presupuesto

Lecornu promete no impulsar el presupuesto sin el Parlamento - E P A / L E G N A N K O U L A

El primer ministro francés, Sébastien Lecornu, prometió este viernes que no recurrirá al polémico artículo 49.3 de la Constitución para aprobar el presupuesto sin el respaldo parlamentario. En un contexto político fragmentado, su apuesta por devolver el poder de decisión a los diputados busca evitar crisis institucionales y mejorar la gobernabilidad en un gabinete recién estrenado.

Cuando el sistema político francés enfrenta una de sus pruebas más difíciles en años, el primer ministro Sébastien Lecornu ha marcado un rumbo simbólico: no impondrá el presupuesto usando el atajo constitucional del artículo 49.3. En su primer discurso público tras asumir el cargo, Lecornu dijo que quiere otorgar “poder y responsabilidades” a los parlamentarios y abrir un nuevo método de reparto de poderes con la Asamblea Nacional.

Este gesto cobra relevancia en un contexto donde los gobiernos previos han caído por el uso de esa fórmula autoritaria: basta recordar que su antecesor, François Bayrou, fue derrocado tras proponer recortes mediante mecanismos que el Parlamento rechazó. Ahora Lecornu pretende evitar esa trampa y someterse al voto, aun cuando no cuenta todavía con una mayoría consolidada. 

En su mensaje ante los medios, el primer ministro argumentó que un Parlamento recién renovado debe tener un papel activo en la aprobación del presupuesto. “No puedes simplemente imponer las cosas”, afirmó, al tiempo que se mostraba dispuesto a mejorar algunos aspectos de la reforma de pensiones y promover una fiscalidad más justa. 

La decisión de renunciar al 49.3 no implica una rendición: Lecornu sabe que está obligado a comandar negociaciones complejas con partidos como el Partido Socialista, Les Républicains y el ultraderechista Reagrupamiento Nacional. En las últimas horas ha convocado encuentros decisivos con líderes parlamentarios para articular apoyos que permitan aprobar el presupuesto 2026 antes de fin de año. 

Pero el desafío es enorme, porque el Parlamento francés está fragmentado en tres bloques que difícilmente convergen: izquierda, centroderecha y extrema derecha luchan por imponer sus visiones. En las calles, los sindicatos ya convocaron una tercera jornada de huelgas contra los recortes presupuestarios, con una movilización que superó el medio millón de personas. 

Lecornu, de apenas 39 años, asume la misión en medio de una crisis política que comenzó con la disolución de la Asamblea y elecciones adelantadas. Ningún bloque cuenta con mayoría clara, y su gobierno será el quinto desde 2024. 

En ese escenario, la negativa a usar el 49.3 busca dar una señal de respeto institucional. Pero también le expone a un riesgo de moción de censura si no logra consenso. Hasta ahora, los partidos de izquierda exigen medidas tributarias agresivas, como un impuesto a las grandes fortunas, mientras Lecornu ha descartado esas opciones y ha rechazado la «tasa Zucman».

Para el nuevo primer ministro, la legitimidad política será tan esencial como las cifras económicas: si cede y recurre al 49.3, podría despertar viejas heridas del pasado y alimentar la narrativa de que Macron y sus gobiernos vulneran al Parlamento cuando conviene. Lecornu lo sabe y apuesta por construir consensos, aunque complicados.

Si logra ese equilibrio, podría marcar un giro para la Quinta República: un Ejecutivo que recupera el arte del pacto político. Pero si fracasa, el riesgo de crisis y nuevas elecciones acecha a un país que exige no solo reformas, sino estabilidad institucional.