Maduro alerta a Trump: Epstein y Venezuela, piezas clave en la estrategia política de EE. UU.
Nicolás Maduro alerta sobre la utilización del caso Epstein y la situación venezolana como herramientas para presionar al presidente Donald Trump, advirtiendo de los riesgos de una intervención militar en Venezuela y sus posibles consecuencias políticas.
En su nueva ofensiva discursiva, Nicolás Maduro no solo vuelve a colocar a Venezuela en el centro del tablero geopolítico, sino que apunta directamente a Donald Trump. Según el mandatario venezolano, dos sectores de poder muy influyentes en Estados Unidos estarían usando temas altamente sensibles —el caso Epstein y la crisis venezolana— como palancas de presión sobre la Casa Blanca. El objetivo: empujar a Trump hacia decisiones extremas, incluida una posible intervención militar.
Lo más llamativo del mensaje no es solo la amenaza velada de conflicto, sino la acusación de que parte de esa presión provendría del propio entorno político del presidente estadounidense. Es decir, no solo serían “enemigos externos” o rivales tradicionales, sino figuras con ambiciones propias, que estarían pensando en el “día después” de Trump y usando el conflicto con Caracas como moneda de cambio en la política interna de Washington.
El caso Epstein sigue siendo uno de los escándalos más tóxicos de la política y la élite económica norteamericana: implica redes de poder, abusos y secretos que nadie quiere ver resucitados. Maduro sugiere que ese tema se ha convertido en una herramienta para condicionar al presidente, abriendo un flanco de vulnerabilidad que algunos actores aprovechan para forzar su agenda.
En paralelo, Venezuela vuelve a aparecer como pieza útil en el relato de “mano dura” que ciertos sectores defienden frente a América Latina. Tras la puesta en marcha en 2025 de una campaña militar estadounidense contra carteles de la región —que ha incluido el despliegue de buques de guerra en el Caribe y acciones directas contra embarcaciones presuntamente vinculadas al narcotráfico— la tensión con Caracas se ha incrementado notablemente.
En ese contexto, el expediente venezolano funciona, según Maduro, como una palanca adicional: sirve tanto para presionar a Trump a “ir más lejos” como para presentar cualquier gesto de diálogo como una muestra de debilidad, alimentando la lucha de poder dentro de Estados Unidos.
¿Intervención militar o cálculo electoral?
La advertencia de Maduro llega en un momento en que la presencia militar de Estados Unidos en el Caribe se ha reforzado y el propio Trump ha autorizado el uso de la fuerza contra estructuras ligadas al narcotráfico latinoamericano. El presidente venezolano, por su parte, ha respondido con retórica de resistencia total, hablando incluso de una “república en armas” en caso de ataque directo al territorio venezolano.
Maduro sostiene que una intervención militar abierta sería un “error histórico” para Washington y, sobre todo, para la carrera política de Trump. La experiencia reciente demuestra que los conflictos prolongados y costosos pueden erosionar rápidamente la popularidad de un líder, especialmente si los objetivos no están claros o los resultados son ambiguos. El mensaje implícito es nítido: quienes empujan a una escalada militar podrían estar menos interesados en la estabilidad regional que en debilitar al propio presidente estadounidense a medio plazo.
Al mismo tiempo, la lógica interna de la política norteamericana puede ir en la dirección contraria: mostrar fuerza ante un gobierno señalado como aliado de “carteles” o potencias rivales puede resultar tentador de cara a su base más dura. El dilema para Trump, tal como lo presenta Maduro, es elegir entre la presión de los halcones y el riesgo de quedar atrapado en un conflicto de alto coste político y humano.
Un tablero regional más complejo de lo que parece
El choque discursivo entre Caracas y Washington no se da en el vacío. En el resto de la región hay actores que ven con buenos ojos una mayor presión sobre el gobierno de Maduro y otros que temen que una intervención militar desestabilice aún más América Latina. Liderazgos opositores como el de María Corina Machado han respaldado abiertamente la línea dura de Washington y han coordinado posiciones con la administración Trump, defendiendo que el aumento de la presión es la única vía para forzar la salida del chavismo.
El resultado es un entramado complejo: por un lado, un gobierno venezolano que denuncia conspiraciones y presenta a Trump como rehén de intereses oscuros; por otro, sectores dentro y fuera de Estados Unidos que ven la crisis venezolana como la oportunidad definitiva para redibujar el mapa político de la región. Y atravesándolo todo, el caso Epstein como recordatorio permanente de que la política estadounidense se libra tanto en los despachos como en la batalla mediática.
En este escenario, la advertencia de Maduro no es solo una amenaza defensiva. Es también un intento de reencuadrar la narrativa: colocar sobre la mesa la idea de que cualquier movimiento militar contra Venezuela no sería solo una decisión de política exterior, sino una jugada de alto riesgo para la propia supervivencia política de Donald Trump.