Paco Arnau da por perdida la guerra de Ucrania para Occidente
El analista Paco Arnau sostiene que el conflicto en Ucrania se ha inclinado de forma clara a favor de Rusia, lo que supondría una derrota estratégica de Estados Unidos y la OTAN. A su juicio, cada día que se retrasan las negociaciones Moscú gana más terreno, no solo en el plano militar, sino también en la batalla por las narrativas y los recursos.
Según Arnau, la llamada guerra de desgaste impulsada por Occidente se ha vuelto en su contra: lejos de debilitar a Moscú, el conflicto habría consolidado su posición territorial y reforzado su capacidad de influencia. En paralelo, denuncia una intensa guerra de información, donde propaganda, censura y desinformación se combinan para sostener relatos oficiales que chocan cada vez más con los hechos sobre el terreno. En este contexto, advierte de un desplazamiento hacia el uso del terrorismo como herramienta geopolítica, con escenarios clave en África, Eurasia y América Latina.
Derrota estratégica y negociación a contrarreloj
Para Arnau, el factor tiempo se ha convertido en un enemigo central para Estados Unidos y la OTAN. La estrategia occidental de prolongar el conflicto con el objetivo de agotar a Rusia habría fracasado, abriendo paso a un escenario en el que cada mes de guerra refuerza, y no debilita, la posición de Moscú.
En su análisis, la prolongación de la contienda no solo se traduce en pérdidas humanas y materiales para Ucrania, sino también en un coste político para las capitales occidentales, obligadas a justificar un esfuerzo sostenido que no se traduce en avances claros. De ahí su conclusión: cuanto más se demoren las negociaciones de paz, mayor será la ventaja acumulada por Rusia, tanto en el ámbito territorial como en el simbólico.
La guerra de narrativas
Arnau subraya que lo que ocurre en Ucrania ya no puede entenderse sólo como una sucesión de batallas. El conflicto se ha convertido en un laboratorio de guerra informativa, donde medios de comunicación, redes sociales y campañas digitales se utilizan para informar, confundir y moldear percepciones públicas.
En este marco, la cobertura mediática occidental, saturada y a menudo contradictoria, evidenciaría —según el analista— la dificultad de mantener un relato coherente frente a los datos que llegan del frente. El aumento de la censura y las restricciones a voces disidentes sería un intento de tapar fisuras que se abren con cada nueva evidencia incómoda, alimentando la sensación de que el discurso oficial y la realidad comienzan a divergir.
El terrorismo como arma geopolítica
A medida que las capacidades militares del gobierno de Kiev disminuyen, Arnau cree que la confrontación se desplaza hacia “terrenos oscuros”. Señala que el terrorismo se utiliza como categoría flexible para justificar acciones e intervenciones, tanto en el escenario ucraniano como en otros puntos sensibles del mapa.
En su lectura, esta «baza del terrorismo», apenas discutida en el debate público occidental, sirve para enmascarar objetivos más profundos. El discurso antiterrorista, plantea, abriría la puerta a operaciones que, en realidad, buscan modificar equilibrios de poder o preparar el terreno para futuras negociaciones en ventaja.
África y América Latina: recursos y pretextos
Arnau pone como ejemplo los casos de África y América Latina, donde Estados Unidos apela a amenazas como el ISIS en Nigeria o el narcotráfico en Venezuela para respaldar despliegues militares, sanciones u operaciones encubiertas. Sobre el papel, el objetivo sería combatir el terrorismo o el crimen organizado; en la práctica, sostiene, la prioridad sería el control de recursos estratégicos, especialmente petróleo y materias primas clave.
Desde esta perspectiva, la retórica sobre la seguridad se superpone con intereses económicos concretos. Los conflictos se vuelven así multicapa: se habla de terrorismo, pero se discute por yacimientos, rutas comerciales y posiciones geopolíticas.
Nuevos focos de disputa global
En su análisis, África, Eurasia y América Latina emergen como escenarios centrales de la disputa por la hegemonía mundial. Lo que sucede en Ucrania sería solo una cara de un conflicto más amplio, donde el desgaste de Occidente también se deja sentir en su capacidad para mantener influencia y presencia en estas regiones.
El control de estos espacios no se limita a la fuerza militar. Incluye campañas de desinformación, operaciones de inteligencia, presión económica y construcción de alianzas alternativas. Arnau interpreta este proceso como una señal de que el orden internacional se está reconfigurando por bloques, con múltiples frentes abiertos y una creciente dificultad para alcanzar consensos duraderos.
Un conflicto que rebasa el campo de batalla
Para Paco Arnau, el caso ucraniano es ya un símbolo de cambio de era: una guerra donde se cruzan armas, propaganda, terrorismo y recursos, y donde las fronteras entre frente militar y retaguardia global se desdibujan.
El fotograma del vídeo de Negocios TV en el que el analista expone estas tesis sobre el conflicto en Ucrania resume, en su opinión, el momento actual: una guerra que se libra en trincheras, platós, redes sociales y mercados energéticos, y que redefine, a cada paso, la idea misma de victoria o derrota en el siglo XXI.