No hay riesgo, pero ojo al cielo: el Ministerio de Ciencia reacciona al arribo de 3I/ATLAS (C/2025 N1)
El misterio duró lo justo. Ante el aluvión de preguntas, teorías y titulares, el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades ha levantado la voz para fijar posición sobre 3I/ATLAS (C/2025 N1), el tercer visitante confirmado desde fuera del Sistema Solar. Mensaje clave: tranquilidad. El cometa pasó a unos 270 millones de kilómetros de la Tierra —una distancia holgada— y alcanzó su perihelio a unos 210 millones de kilómetros del Sol, cerca de la órbita de Marte. No hay trayectorias de riesgo ni escenarios de impacto.
Lejos de la épica apocalíptica, el Ministerio subraya lo extraordinario del fenómeno desde el punto de vista científico. 3I/ATLAS, descubierto el 1 de julio de 2025 por la red ATLAS en Chile, es un objeto de órbita hiperbólica: no pertenece a nuestro vecindario; entró, se dejó ver y seguirá su camino hacia el espacio interestelar. Su núcleo, estimado entre 10 y 30 km, viaja a más de 68 km/s (245.000 km/h) y, lo más valioso, transporta material primigenio de otro sistema estelar.
España no mira desde la grada. El Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) coordina observaciones desde el Teide y el Roque de los Muchachos con una batería instrumental de primer nivel: ATLAS-Teide, TST, TTT y el Gran Telescopio Canarias (GTC). Objetivos: confirmar la órbita, medir la actividad (emisión de gases y polvo), caracterizar la composición mediante espectroscopía y, en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid, interpretar las firmas químicas que puedan delatar el entorno de origen del cometa.
El anuncio llega sincronizado con la campaña global que coordina la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) —bajo el paraguas de la ONU—, en la que participan ESA y NASA y a la que España se suma a través de la Agencia Espacial Española (AEE) y varios observatorios nacionales: Parque Astronómico del Montsec, Observatorio La Cañada, Observatorio Paus y Light Bridges SL, entre otros. La ventana de seguimiento acordada por IAWN va del 25 de noviembre de 2025 al 27 de enero de 2026 para exprimir el paso de 3I/ATLAS con series fotométricas y espectrales comparables entre países.
¿Por qué tanto interés? Porque cada visitante interestelar es una cápsula del tiempo. Su espectro revela hielos y volátiles (CO, CO₂, H₂O…) y trazas metálicas que sirven para reconstruir el “ADN químico” del sistema en que se formó. Su dinámica (cómo se acelera, cómo expulsa gas) cuenta la historia térmica del núcleo. Y su cinemática galáctica ofrece pistas sobre regiones de la Vía Láctea con condiciones distintas a las que dieron origen al Sol. Las primeras estimaciones apuntan a un origen muy antiguo, quizá en un sistema estelar formado miles de millones de años antes que el nuestro.
El Ministerio, al “quitar el silencio”, busca también ordenar el ruido: ni es un objeto peligroso, ni es “una nave” ni “un presagio”. Es ciencia en estado puro y una oportunidad-país para validar instrumentación, protocolos de alerta y coordinación internacional. En paralelo, el Gobierno reivindica el papel de España en la gran astronomía: infraestructuras de nivel mundial, equipos expertos y una AEE capaz de articular esfuerzos con Europa y Estados Unidos.
De puertas para dentro, la hoja de ruta es clara:
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Observación sistemática con telescopios distribuidos por latitud y longitud para cubrir variaciones de brillo y actividad.
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Espectroscopía comparada para etiquetar compuestos y estimar tamaños de grano en la coma y cola.
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Modelado dinámico para afinar la órbita hiperbólica y descartar aceleraciones no gravitacionales más allá de la outgassing típica.
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Divulgación responsable para que la ciudadanía siga el fenómeno sin alarmas y entienda su valor científico.
España entra en cuadro no solo para despejar miedos, sino para liderar ciencia. 3I/ATLAS pasará y el cielo volverá a su quietud aparente, pero el rastro de datos quedará en archivos y publicaciones que nos acercarán a una pregunta gigantesca: cómo y dónde se forjan los mundos. El Ministerio ha hablado; ahora le toca al cielo escribir y a la comunidad científica leer cada línea.