Diplomacia del G7

Rubio y el jefe de la diplomacia ucraniana cierran filas en el G7: más defensas ahora y una paz solo si Moscú negocia

EPA / AARON SCHWARTZ / POO

El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, se reunió en Niagara-on-the-Lake (Canadá) con el ministro de Exteriores de Ucrania, Andrii Sybiha, al margen de la cumbre de titulares del G7 y reiteró que Washington seguirá empujando a Rusia hacia la mesa de negociación, pero desde una posición de fuerza ucraniana. La cita llega con Ucrania advirtiendo de un invierno duro por los ataques rusos a la red eléctrica y con los socios europeos y canadienses anunciando más ayuda energética y de defensa.

El encuentro se produjo en una cumbre marcada por dos ideas: evitar que el desgaste de casi cuatro años de guerra se convierta en fatiga política en las capitales del G7, y dar oxígeno a Kyiv antes de que el frío y los drones rusos vuelvan a golpear centrales eléctricas y subestaciones. Rubio, que viajó a Canadá con el encargo de defender las iniciativas de paz del presidente Donald Trump pero sin ceder en el apoyo militar, fue explícito: Estados Unidos está “firmemente comprometido” con una solución negociada, siempre que Rusia se siente directamente con Ucrania y haya garantías de una paz duradera. Sybiha, por su parte, insistió en que para que ese escenario sea realista primero hay que frenar los bombardeos y cerrar el cielo. 

Kyiv llegó al G7 con una lista muy concreta. Sybiha pidió a sus socios que aceleren el envío de sistemas de defensa aérea —hasta 25 Patriot, según trasladó en otras reuniones— y que redoblen el apoyo a la reparación de la infraestructura energética, un punto en el que Canadá y Reino Unido ya se movieron anunciando fondos adicionales y sanciones a empresas vinculadas al aparato militar ruso. La lógica ucraniana es clara: si se protege la red y se mantiene la presión sobre Rusia, el coste de la guerra para el Kremlin sube y la vía diplomática que promueve Washington puede dejar de ser vista en Moscú como una simple maniobra. 

Para la diplomacia estadounidense la reunión tenía otro objetivo: mostrar que la remodelación del Gobierno ucraniano, que llevó en 2024 a la salida de Dmytro Kuleba y a la llegada de Andrii Sybiha como ministro, no ha cambiado la alineación estratégica de Kyiv con Occidente. Sybiha, un diplomático muy próximo a la oficina de Zelenski y que ha trabajado tanto en seguridad como en relación con Turquía, era todavía un perfil poco conocido para algunas cancillerías del G7, y la foto con Rubio ayuda a consolidarlo como la voz autorizada de Ucrania en esta nueva fase de la guerra. 

El contexto no es sencillo. Dentro del G7 crecen las diferencias sobre cómo combinar presión militar y ofertas de alto el fuego, sobre todo después de que Trump haya deslizado en público que Kyiv tendrá que hacer concesiones territoriales si quiere cerrar el conflicto. Canadá, Alemania y la UE empujan en sentido contrario: más sanciones, más ayuda para pasar el invierno y ninguna señal que Moscú pueda leer como debilidad. De ahí que Rubio subrayara que su llamada a la diplomacia va acompañada de “nuevas formas de reforzar la defensa de Ucrania”, una fórmula que permite a Washington mantener la puerta abierta al plan de la Casa Blanca sin enfriar a los aliados. 

La propia sede de la reunión, Niagara-on-the-Lake, simboliza ese equilibrio: Canadá, anfitrión del G7 este año, ha convertido a Ucrania en una prioridad y está buscando involucrar también a inversores y fondos de pensiones en la reconstrucción, mientras Europa intenta que la guerra no desaparezca de la agenda a medida que ganan peso Gaza, el Indo-Pacífico o el comercio. Por eso cada gesto de coordinación con Kyiv, como esta cita Rubio-Sybiha, se amplifica: sirve para tranquilizar a Ucrania, para enviar a Moscú el mensaje de que el frente occidental no se rompe y para mostrar a la opinión pública que la diplomacia sigue trabajando una salida.