Trump se atribuye cinco guerras frenadas a golpe de arancel: ¿diplomacia eficaz o relato inflado?
Donald Trump ha vuelto a colocar la política comercial en el centro de su narrativa geopolítica. En un mensaje en Truth Social, el presidente de Estados Unidos afirmó que ha detenido “cinco de las ocho guerras” gracias a la amenaza de imponer aranceles a los países implicados, asegurando además que su estrategia ha generado “trillones de dólares” en ingresos y ha contenido la inflación. Las palabras llegan tras semanas en las que Trump ha repetido su papel en distintos ceses de hostilidades y acuerdos frágiles, mientras medios y verificadores cuestionan la magnitud real de esas intervenciones.
Una afirmación de alto voltaje: “detuve cinco guerras con la amenaza de aranceles”
Donald Trump aseguró este fin de semana que su política de aranceles no solo ha sido una herramienta económica, sino también diplomática. Según su versión, la simple posibilidad de castigar con tarifas comerciales a países en conflicto habría sido suficiente para forzar acuerdos: “he detenido cinco de las ocho guerras directamente por la amenaza de aranceles”. En el mismo mensaje, el presidente insistió en que EE. UU. ha recaudado “trillones de dólares” gracias a esas medidas y que el país vive un escenario de inflación contenida y bolsa en máximos recurrentes.
Qué guerras menciona Trump… y la brecha entre relato y realidad
El presidente no detalló en su publicación cuáles son exactamente esas cinco guerras, pero el contexto es conocido: en las últimas semanas ha atribuido a su Casa Blanca avances en conflictos como Israel-Hamas, Israel-Irán, Camboya-Tailandia, e intentos de mediación en frentes como India-Pakistán o Armenia-Azerbaiyán. El problema es que varias de esas crisis siguen abiertas, o sus treguas son frágiles, lo que ha llevado a medios internacionales y organizaciones de verificación a concluir que Trump exagera su papel y mezcla acuerdos reales con procesos previos o incompletos.
“Paz con aranceles”: la lógica detrás de la estrategia
La visión de Trump es coherente con su estilo: sustituir herramientas diplomáticas clásicas por presión económica directa. En su marco mental, si un país necesita acceso al mercado estadounidense, amenazar con encarecerlo funciona como palanca inmediata. Esta lógica ya había sido utilizada por el presidente en etapas anteriores y forma parte de su idea de “negociación dura” aplicada a la geopolítica. No obstante, expertos en relaciones internacionales advierten que esa palanca solo es efectiva cuando la dependencia comercial es alta y cuando la amenaza resulta creíble y coordinada con aliados.
Los riesgos: convertir el comercio en arma permanente
El uso sistemático de aranceles como herramienta de paz tiene un reverso incómodo. Por un lado, puede acelerar el fin de ciertas crisis de baja intensidad. Por otro, abre un precedente donde el comercio global se convierte en un campo de coerción constante. Institutos económicos han advertido que los aranceles masivos tienden a dañar crecimiento y a generar represalias, elevando costes para empresas y consumidores. Además, trasladar esa lógica a conflictos armados puede incentivar a actores a buscar nuevos socios comerciales o circuitos paralelos para escapar de la presión.
La dimensión política interna del mensaje
Más allá del efecto externo, la declaración tiene una lectura doméstica clara: Trump busca consolidar su imagen de presidente que “consigue resultados sin guerras largas”. Con el desgaste de la opinión pública hacia las intervenciones militares tradicionales, la idea de lograr paz mediante presión económica resulta atractiva para una parte del electorado. El mensaje también encaja con su ofensiva contra élites políticas y judiciales, a las que acusa de permitir que otros países “se aprovechen” de Estados Unidos.
Un relato potente, una realidad más compleja
Trump ha colocado una frase de impacto en el centro del debate global: “detuve guerras con aranceles”. Pero el balance de su afirmación depende de cómo se mida la paz: si por treguas temporales, puede reclamar un papel relevante; si por conflictos resueltos de manera duradera, la evidencia es más discutible. En cualquier caso, su mensaje anticipa que la política comercial seguirá siendo su herramienta favorita para moldear el orden internacional. El mercado y los aliados tendrán que acostumbrarse a que, en la era Trump, la frontera entre economía y geopolítica es cada vez más fina.