Trump, Venezuela y el fin del mundo unipolar: ¿Doctrina Monroe 2.0?

Luis Rodrigo De Castro en un debate sobre la política de EE.UU. hacia Venezuela.

Experto en derecho internacional y geopolítica ve en la estrategia de Donald Trump hacia Venezuela algo más que otro episodio de su estilo personal: un intento de reordenar el tablero mundial desde América Latina, mientras se acelera el declive de la hegemonía estadounidense.

En un escenario internacional cargado de tensiones, la figura de Donald Trump vuelve a situarse en el centro del debate por su postura frente a Venezuela, Europa y los grandes actores de poder en América Latina. Para el profesor de Derecho Internacional Luis Rodrigo De Castro, la actual administración representa la «conjunción perfecta» para tomar decisiones “sin normas”, es decir, al margen de las restricciones clásicas del derecho internacional, apoyándose en la narrativa de la “narcodictadura” de Nicolás Maduro y el impacto global del fentanilo. A su juicio, Washington estaría explorando algo «jamás visto» en política exterior reciente, mientras otros analistas advierten de un mundo que abandona el unipolarismo y empuja a Estados Unidos hacia una Doctrina Monroe 2.0 centrada en su patio trasero.

Una estrategia «sin normas» contra la “narcodictadura”

De Castro sostiene que el planteamiento de Trump se apoya en un argumento jurídico-político contundente: presentar al régimen de Maduro como una “narcodictadura” cuyos efectos se extienden más allá de las fronteras venezolanas y amenazan la salud global, especialmente por la incidencia del fentanilo y otras drogas sintéticas en Estados Unidos.

Bajo esa lógica, Washington se reservaría el derecho de actuar con una amplia margen de discrecionalidad, justificando medidas de presión extrema —económicas, diplomáticas e incluso militares— como una respuesta a una amenaza transnacional más que como una mera injerencia en asuntos internos. Es el terreno donde, según el profesor, la administración Trump se siente más cómoda: acciones contundentes con escaso apego a los corsés tradicionales del derecho internacional.

La metáfora de Trump «enganchando a su presa» ilustra esta visión: Maduro sería la pieza más vulnerable de un entramado regional complejo, susceptible de ser forzada hacia un “retiro dorado” en Cuba junto a su círculo más cercano, como salida relativamente digerible para Washington y sus aliados.

¿Un giro histórico en la política exterior de EE. UU.?

De Castro va más allá y sugiere que Trump estaría intentando algo inédito en la política internacional reciente, impulsado por figuras clave del Partido Republicano como Marco Rubio. La idea sería combinar el discurso de seguridad nacional (drogas, crimen organizado, migración) con un golpe estratégico a un régimen incómodo en el hemisferio, todo ello bajo un paraguas jurídico flexible.

La duda es si este enfoque representa un cambio estructural en la política exterior estadounidense o si, por el contrario, quedará como otro episodio del estilo disruptivo de Trump: mucha presión, amenazas explícitas y movimientos de alto impacto mediático, pero con resultados inciertos sobre el terreno.

El efecto dominó sobre América Latina

Para el Dr. Carlos Teissier, del Instituto de Estudios Bursátiles, lo que ocurra en Venezuela puede tener un efecto dominó sobre toda América Latina. La caída del régimen de Maduro sería, en su lectura, algo más que una victoria simbólica para Washington: enviaría un mensaje directo a otros populismos que desafían el equilibrio político y económico en la región.

Teissier advierte de un escenario de doble filo:

  • Si Estados Unidos logra forzar un cambio de régimen, reforzará la percepción de que sigue siendo el árbitro de último recurso en el continente.

  • Si, en cambio, retrocede o se queda a medio camino, el resultado podría leerse como una señal de debilidad, alentando a otros gobiernos de corte similar a afianzarse en el poder y tensar todavía más las democracias frágiles de la región.

La deriva venezolana se convierte así en un termómetro de la capacidad real de Washington para influir en su entorno inmediato en una fase de transición del orden global.

¿Se atreverá EE. UU. a imponer “orden”?

La gran incógnita, tanto para analistas como para gobiernos de la región, es si Estados Unidos dará el paso definitivo para desmantelar el entramado chavista o si optará por estrategias menos arriesgadas, manteniendo el actual statu quo de sanciones, presión diplomática y operaciones puntuales.

El coste de una intervención directa —ya sea militar o híbrida— sería elevado, tanto en términos de legitimidad internacional como de estabilidad regional. Pero el coste de no hacer nada, advierten expertos como Teissier, podría ser ceder espacio a actores rivales y consolidar regímenes que desafían abiertamente los intereses de Washington y de sus aliados occidentales.

Entre la imposición del “orden” y la aceptación resignada de la realidad, la administración Trump navega en una zona gris donde cada movimiento tiene implicaciones globales.

El fin del unipolarismo y la Doctrina Monroe 2.0

El analista internacional Carlos Mamani enmarca el debate en una perspectiva más amplia: la descomposición del mundo unipolar liberal que dominó tras la Guerra Fría. A su juicio, la hegemonía estadounidense se encuentra en una fase de repliegue estratégico, en la que Washington renuncia a ejercer un liderazgo global omnipresente para concentrarse en su esfera de influencia inmediata, especialmente América Latina.

Mamani denomina este giro “Doctrina Monroe 2.0”: menos intervencionismo global clásico, más énfasis en evitar que rivales como Rusia, China o incluso India ocupen espacios de poder en el hemisferio occidental. Mientras tanto, Europa se mantiene como gigante económico con escasa capacidad política y militar para influir por sí misma, lo que la relega a un papel secundario en este reajuste.

En este contexto, Venezuela no es sólo un problema local sino un campo de prueba de esta nueva doctrina: un pulso donde se cruzan intereses energéticos, rutas del narcotráfico, influencia de potencias extrahemisféricas y la propia credibilidad de Estados Unidos como actor central en la región.

¿Fin de una era?

La pregunta que sobrevuela el análisis de Mamani es clara: ¿estamos asistiendo al final de la hegemonía estadounidense tal como la conocíamos? Su respuesta inclina la balanza hacia el , con matices: no se trataría de un colapso inmediato, sino de una transformación gradual hacia un sistema abiertamente multipolar, donde ningún actor puede imponer por sí solo las reglas del juego.

En ese escenario, América Latina —y Venezuela en particular— podría convertirse en uno de los tableros donde se dirima la redistribución del poder global. Lo que hoy se presenta como una ofensiva de Trump contra Maduro puede ser, en realidad, parte de un proceso más profundo: el intento de Estados Unidos de redefinir su papel en un mundo en el que ya no es el único centro de gravedad.

Si ese intento derivará en un reposicionamiento exitoso o en un nuevo ciclo de tensiones e inestabilidad, sigue siendo una incógnita. Lo que sí parece seguro es que, entre Caracas, Washington, Bruselas, Moscú y Pekín, se está escribiendo un capítulo clave del fin de la era unipolar y del nacimiento de un orden mucho más incierto.