La Fed recorta tipos entre dudas y un Dow Jones sin rumbo

La Reserva Federal y la evolución de los tipos de interés durante 2025

Las actas revelan una división interna sobre el recorte de 25 puntos básicos mientras Wall Street firma una sesión casi plana y el mercado descuenta nuevas bajadas de tipos en 2026

La publicación de las actas de la reunión de diciembre de 2025 de la Reserva Federal ha confirmado lo que muchos sospechaban: el último recorte de 25 puntos básicos estuvo lejos de ser un gesto unánime y cómodo. Detrás de la decisión de aliviar ligeramente el coste del dinero late un debate intenso sobre el riesgo de una inflación todavía persistente, el enfriamiento del mercado laboral y el impacto de un posible cierre gubernamental sobre el crecimiento.
La propia Fed admite que una parte de sus miembros habría preferido no tocar los tipos en esta reunión, precisamente para no enviar la señal de que el objetivo del 2% de inflación se vuelve negociable. El resultado es un mensaje de doble filo: sí, habrá apoyo monetario si la economía se debilita, pero el banco central no quiere ser percibido como la primera línea de defensa frente a cualquier turbulencia política o fiscal.
La reacción de los mercados fue reveladora. El Dow Jones cedió en torno a un 0,1%-0,2%, mientras el S&P 500 y el Nasdaq cerraban prácticamente planos, en una sesión de bajo volumen y volatilidad contenida. No hubo pánico, pero tampoco entusiasmo: los inversores optaron por esperar y observar, descontando recortes adicionales en la segunda mitad de 2026, pero sin precipitarse.
Para analistas como Eduardo Bolinches, la clave está en lo que no se ve: “La ausencia de grandes movimientos en índices, divisas y materias primas indica que el mercado cree que la Fed sigue, de momento, por delante de la curva, aunque el margen de error se reduce cada mes”.

Un recorte pequeño con un debate muy grande

Las actas confirman que el recorte de 25 puntos básicos fue el resultado de una mayoría clara pero no entusiasta. Varios miembros defendieron mantener el tipo de referencia sin cambios, argumentando que la economía había mostrado una resiliencia notable y que la inflación, aunque a la baja, seguía por encima del objetivo.

En otras palabras, no fue un recorte de celebración, sino de prudencia táctica. El banco central quiso enviar una señal de apoyo a un ciclo de crecimiento que empieza a mostrar síntomas de fatiga, sin abrir la puerta a la idea de un nuevo ciclo de dinero barato. “Este no es el inicio de una carrera hacia los tipos cero, sino un ajuste fino en un contexto de alta incertidumbre”, sintetiza el documento.

Este hecho revela la tensión de fondo: una parte del Comité teme que mantener los tipos demasiado altos durante demasiado tiempo acelere el deterioro del empleo; otra, que bajarlos demasiado pronto reavive la inflación o deteriore la credibilidad de la Fed. Entre ambos polos, el recorte de diciembre aparece casi como un compromiso incómodo.

Inflación persistente y miedo a perder credibilidad

Aunque las cifras oficiales muestran una moderación del incremento de precios, la Fed insiste en que la inflación “sigue siendo algo más alta de lo deseable”. La preocupación central no es tanto el dato puntual de un trimestre como el riesgo de que empresas y hogares internalicen que el 2% ya no es un ancla inamovible, sino una sugerencia flexible.

Varios participantes en la reunión expresan de forma explícita el temor a que una secuencia acelerada de recortes en 2026 sea interpretada como una claudicación ante la presión política o como un intento de compensar con política monetaria los efectos de un posible cierre gubernamental prolongado. El recuerdo de episodios inflacionistas anteriores pesa.

La consecuencia es clara: la Fed quiere mantener abierta la puerta a nuevas bajadas, pero solo si los datos de precios lo justifican de forma contundente. Cualquier percepción de laxitud podría provocar una reacción adversa en los mercados de bonos y una subida de las expectativas de inflación a medio plazo, justo lo contrario de lo que el banco central necesita.

Un mercado laboral que empieza a perder fuerza

Las actas ponen el foco en otro frente delicado: el mercado laboral. Tras meses de fortaleza, los últimos datos muestran un ligero aumento del desempleo —en el entorno de unas décimas porcentuales— y una desaceleración tanto en la creación de empleo como en el ritmo de subida de los salarios.

Para la Fed, este enfriamiento forma parte de la “normalización” tras un ciclo de crecimiento excepcional, pero también reconoce que una prolongación de la tendencia podría golpear la confianza de los consumidores y, por extensión, el consumo privado, que representa más de dos tercios del PIB estadounidense.

El banco central dibuja un escenario para 2026 en el que el empleo se estabiliza: ni destrucción masiva de puestos de trabajo ni pleno empleo exuberante, sino un punto intermedio que permita seguir reduciendo gradualmente la inflación. Sin embargo, las actas insisten en que, si el deterioro del mercado laboral se acelera más de lo previsto, no se descartan recortes adicionales incluso aunque la inflación no haya convergido todavía al 2%.

El riesgo del cierre gubernamental y el crecimiento en entredicho

Uno de los elementos más llamativos del documento es la referencia al posible cierre del Gobierno federal, fruto de la falta de acuerdo presupuestario en el Congreso. La Fed admite que un cierre prolongado podría restar hasta un punto porcentual al crecimiento del PIB del último trimestre, tanto por el impacto directo en el gasto público como por el efecto psicológico en empresas y consumidores.

Este hecho revela hasta qué punto la política fiscal y la parálisis institucional se han convertido en variables críticas de la ecuación macroeconómica. La Reserva Federal se ve obligada a incorporar al análisis escenarios en los que el problema no es estrictamente económico, sino político: decisiones bloqueadas, programas congelados, agencias operando a medio gas.

El banco central, no obstante, insiste en que no puede convertirse en “seguro automático” frente a los errores del legislativo. “La política monetaria no puede corregir por sí sola los desequilibrios derivados de decisiones presupuestarias ineficaces”, subrayan las actas en uno de sus pasajes más incisivos.

Liquidez, repos y compras de deuda a corto plazo

Más allá del tipo de referencia, la Fed estudia ajustar otras palancas. Las actas revelan que el Comité evalúa ampliar las compras de deuda a corto plazo y, sobre todo, eliminar los límites diarios en las operaciones de recompra (repos). El objetivo es claro: garantizar que el sistema financiero dispone de liquidez suficiente para absorber episodios de volatilidad o tensiones puntuales en el mercado monetario.

Esta estrategia recuerda a la empleada en momentos de estrés anteriores: no implica un nuevo programa masivo de expansión cuantitativa, pero sí una disposición a actuar con rapidez si se detectan señales de bloqueo entre bancos, fondos y grandes intermediarios. En términos prácticos, significa decir a los mercados que, aunque el precio del dinero siga siendo relativamente alto, no habrá escasez súbita de dólares que pueda desatar una crisis de confianza.

El diagnóstico es inequívoco: la Fed quiere evitar que un problema técnico —una subasta fallida, una subida abrupta de tipos interbancarios— se convierta en un episodio sistémico. Para ello, prefiere tener las tuberías de la liquidez engrasadas antes de que aparezcan las primeras grietas.

Dow a la baja, S&P y Nasdaq planos: la pausa de Wall Street

La reacción en Wall Street fue un reflejo fiel de este mensaje de “ni frío ni calor”. El Dow Jones cerró con un recorte cercano al 0,12%, lastrado por algunos valores financieros, mientras que el S&P 500 apenas se movió y el Nasdaq Composite osciló en torno al cero, en una sesión de volumen muy reducido propia de un final de año con muchas posiciones ya cerradas.

Lejos de los movimientos violentos que acompañaron otras decisiones de la Fed en años recientes, esta vez el mercado optó por no sobrerreaccionar. No hubo desplome del dólar, ni rally explosivo de la renta variable, ni huida masiva hacia los bonos. El índice S&P 500 se mantiene, de hecho, con una ganancia acumulada en el año de en torno al 17%, encadenando ocho meses consecutivos de subidas, su mejor racha desde 2017.

Como resume Eduardo Bolinches, “el mercado lee estas actas como la confirmación de que la Fed sigue en modo ‘datos dependientes’: preparada para recortar si hace falta, pero sin prisa por complacer a nadie. Eso, paradójicamente, da cierta tranquilidad”. La consecuencia inmediata es una volatilidad contenida, pero también la sensación de que cualquier sorpresa en inflación o empleo puede reactivar los bandazos en cuestión de días.

Qué descuenta ya el mercado para 2026

Bajo la calma aparente, los precios de los activos cuentan otra historia. Los futuros sobre fondos federales y la curva de tipos apuntan a que los inversores esperan al menos dos recortes adicionales de tipos en la segunda mitad de 2026, siempre y cuando la inflación siga moderándose y el mercado laboral no se deteriore de forma abrupta.

En paralelo, la estructura de la curva —con el 2 años moviéndose en torno al 3,4%-3,5% y el 10 años cerca del 4,1%— sugiere que el mercado cree más en un aterrizaje suave que en una recesión profunda. No se ven todavía las típicas señales de pánico: diferenciales de crédito disparados, colapso de sectores cíclicos o huida masiva hacia activos refugio.

Sin embargo, el margen para el error se estrecha. Si la inflación se resiste a caer por debajo del 3%, o si el cierre gubernamental se prolonga y golpea al empleo, la Fed podría verse obligada a elegir entre dos males: tolerar precios más altos durante más tiempo o aceptar un deterioro más intenso del crecimiento. Ninguna de las dos opciones es políticamente cómoda.

Las actas de diciembre dejan, en definitiva, la imagen de un banco central que camina sobre una cuerda cada vez más fina. Un recorte de tipos demasiado agresivo podría alimentar una nueva burbuja financiera y reactivar la inflación; uno demasiado tímido podría acelerar el enfriamiento del mercado laboral y avivar el malestar social y político.

El episodio del cierre gubernamental, si finalmente se materializa con toda su intensidad, será el primer gran test de estrés de 2026 para la Fed. De cómo combine mensaje, datos y decisiones dependerá que los mercados sigan interpretando este ciclo como un simple ajuste tras la pandemia o como el preludio de una década marcada por la volatilidad estructural.

Por ahora, la reacción contenida del Dow Jones, del S&P 500 y del Nasdaq indica que los inversores conceden a la Fed el beneficio de la duda. Pero la confianza, en economía y en mercados, es un activo que se puede perder con un solo giro en falso. Y 2026, según reconocen las propias actas, no será un año benévolo con los errores.