Dilema monetario en Reino Unido: inflación arraigada y tipos bajo presión

Mann avisa que recortes de tipos siguen siendo posibles pese a la inflación

Mann avisa que recortes de tipos siguen siendo posibles pese a la inflación - EPA/ROLEX DELA PENA/POOL

En el marco del evento Future of Financial Intelligence, Catherine Mann, integrante del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra, advirtió que la inflación en Reino Unido ha desarrollado una tendencia persistente. Aun así, dejó claro que los recortes en las tasas de interés «no están descartados», a pesar de las presiones actuales. Sus palabras alimentan el debate sobre el equilibrio entre estímulo económico y rigor monetario.

Catherine Mann ubicó recientemente su diagnóstico: la inflación británica ha dejado de ser una simple anomalía transitoria y empieza a consolidarse como un fenómeno prolongado. “Creo que ese escenario de persistencia inflacionaria se está materializando”, afirmó durante un seminario organizado por el Financial Times y S&P Global Market Intelligence. En su intervención, subrayó que el Reino Unido lleva tiempo con tasas inflacionarias muy por encima del objetivo oficial —un 2 %—, y que es necesario actuar si las expectativas comienzan a migrar hacia el alza.

No obstante, Mann matizó que la posible vuelta al alivio monetario no se ha descartado por completo. A pesar de las condiciones actuales, señaló que, frente a la incertidumbre sobre el crecimiento económico, mantener cierta flexibilidad en la política monetaria es prudente. “No descartamos recortes de tasas, aunque el panorama no lo favorezca por ahora”, comentó.

Este posicionamiento cobra especial relevancia cuando recordamos que, hace pocas semanas, el Banco de Inglaterra decidió mantener su tasa de referencia en 4 %, luego de una reducción de 25 puntos básicos en agosto. En esa ocasión, Mann votó a favor de conservar los niveles, alineándose con una mayoría prudente ante la duda sobre la trayectoria inflacionaria futura.

El trasfondo de estas declaraciones no puede separarse de las tensiones estructurales de la economía británica: su productividad se ha estancado, los salarios muestran signos de mayor presión, y el panorama global aporta volatilidad adicional. En el informe monetario de agosto, el BoE esbozó justamente un “escenario de persistencia inflacionaria” como hipótesis adicional, frente a su escenario base que situaba un retorno al objetivo hacia 2027.

Los retos para adoptar una política de recortes —aunque deseable— son múltiples. Primero, hay que contener la credibilidad del banco central: recortar temprano podría alimentar expectativas de inflación si los datos no respaldan el giro. Segundo, las proyecciones económicas aún no garantizan un crecimiento robusto que sostenga la demanda interna. Y tercero, el ajuste de la política monetaria —sobre todo en tiempos de fragilidad— exige precisión para no generar efectos secundarios negativos en inversión, consumo o mercados financieros.

Finalmente, las palabras de Mann se inscriben en un debate más amplio dentro del Comité de Política Monetaria (MPC). Otros miembros, como Clare Lombardelli, han advertido que no se debe asumir que los choques inflacionarios serán efímeros. Algunos economistas externos ya anticipan que, si la inflación cede con el tiempo, podrían abrirse ventanas para recortes más agresivos en 2026.

Para empresas, inversores y familias en Reino Unido, el mensaje es claro: el sendero entre una política monetaria estricta y una apertura hacia estímulos es estrecho. Las decisiones del BoE serán clave en los próximos meses para sostener el equilibrio entre contener la inflación y favorecer la recuperación económica.