La plata se desploma un 6% tras subir un 125% mientras Dow Jones y Wall Street cierra 2025 casi en máximos
El metal firma su mejor año desde 1979 en plena fiebre por la IA y con el S&P 500 avanzando un 17%, pero la volatilidad recuerda que nada es gratis en este ciclo
La recta final de 2025 ha puesto a prueba los nervios de los inversores en plata. Tras un rally espectacular, con subidas superiores al 125% en el año y precios por encima de los 80 dólares la onza, el metal precioso sufrió un correctivo brusco de más del 6% en una sola sesión, hasta el entorno de los 71,39 dólares. Una caída que ha borrado buena parte del recorrido alcista de las últimas semanas y ha reavivado el debate: ¿estamos ante un giro de ciclo o solo ante una recogida de beneficios de fin de año?
El movimiento llega, además, en un contexto de Wall Street cerrando 2025 cerca de máximos históricos: el S&P 500 sube un 17% en el año, el Nasdaq un 21% y el Dow Jones un 14%, apoyados en una fiebre de inversión en inteligencia artificial que ha convertido a los gigantes tecnológicos en una especie de nuevo “activo refugio” para el 1% global.
Mientras tanto, los datos de la Reserva Federal confirman un crecimiento cada vez más apoyado en el gasto empresarial y menos en el empleo, con inflación aún elevada y un mercado laboral que se enfría. En ese tablero, la plata y el oro han pasado a comportarse “como meme stocks”, según admiten ya algunos analistas, firmando las mayores ganancias anuales desde el shock inflacionista de 1979.
Un desplome de fin de año con sabor a recogida de beneficios
El retroceso de la plata hasta los 71,39 dólares la onza, desde niveles por encima de 80 dólares alcanzados hace apenas días, encaja en el patrón clásico de toma de beneficios de fin de ejercicio. Gestores y traders cierran posiciones ganadoras para cristalizar plusvalías y ajustar carteras antes del cierre fiscal y contable.
Este fenómeno no es nuevo en el universo de las materias primas, pero la violencia del movimiento —más de un 6% en pocas horas— ha llamado la atención incluso de los inversores más curtidos. En la sesión posterior, el metal llegó a rebotar en torno a un 11%, en un vaivén que confirma que, al menos a corto plazo, la plata se ha convertido en uno de los activos más volátiles del mercado global.
Lo más relevante es que no se observan, por ahora, cambios de fondo en los factores que han impulsado el rally: la caída responde mucho más a dinámicas técnicas y de gestión de riesgos que a un deterioro repentino de los fundamentales.
2025: el mejor año de la plata desde 1979
Para entender la corrección hay que mirar el gráfico de todo el año. En 2025, la plata ha sido una de las grandes estrellas del mercado de materias primas. Con un avance superior al 125%, ha firmado su mejor ejercicio desde finales de los años 70 y se ha situado a la cabeza de los activos más rentables, por encima de muchos índices bursátiles y de buena parte del universo cripto.
Las causas son múltiples. Por el lado de la oferta, el sector ha convivido con limitaciones estructurales de producción, inversiones contenidas en nuevas minas y niveles históricamente bajos de inventarios en bolsas de metales y cámaras acorazadas. Por el lado de la demanda, la plata combina un papel industrial clave —paneles solares, electrónica, baterías, aplicaciones médicas— con su función tradicional de activo refugio en tiempos de inflación alta y tipos reales todavía tensos.
Este hecho revela la naturaleza híbrida del metal: no es solo un espejo del miedo, como el oro, sino también un termómetro de la transición energética y de la economía tecnológica. Cuando ambas historias se superponen —miedo macro y auge industrial—, el resultado es un cóctel explosivo para el precio.
Plata, oro y la nueva volatilidad “tipo meme stock”
El artículo del Wall Street Journal lo resumía con crudeza: oro y plata han cotizado este año “como meme stocks”, registrando sus mayores subidas anuales desde el shock inflacionista de 1979. En el caso de la plata, los saltos de dos dígitos en una sola sesión, tanto al alza como a la baja, se han convertido en un fenómeno recurrente.
La explicación está en la mezcla de perfiles de inversor. Al interés tradicional de bancos centrales, ‘family offices’ y patrimonios conservadores, se ha sumado un flujo creciente de dinero minorista e institucional especulativo, que opera con derivados, ETFs palanca y productos estructurados. Cada ruptura de máximos arrastra compras forzadas; cada corrección brusca desencadena ventas en cascada por margin calls y gestión algorítmica.
Lo más grave, desde el punto de vista de la estabilidad financiera, es que esta volatilidad llega en un momento en el que muchos modelos de asignación de activos han empezado a incluir plata y oro como componentes estructurales de cartera, precisamente para diversificar frente al peso desmesurado de la tecnología en los índices de renta variable.
Wall Street roza máximos: el telón de fondo del rally de la plata
La historia de la plata en 2025 no se entiende sin mirar a Wall Street. Pese a los augurios de “Sell America” tras la ola de tarifas de Trump en primavera, el mercado ha cerrado el año muy cerca de máximos históricos:
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S&P 500: +17% en 2025, encaminándose a su séptima mejor racha trianual desde que hay registros.
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Nasdaq Composite: +21%, impulsado por el boom de la inteligencia artificial.
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Dow Jones: +14%, reflejando la aportación de sectores más clásicos.
Lejos de colapsar, el mercado ha vivido un boom de inversión en IA que ha disparado el precio de los grandes nombres del sector: Nvidia +40%, Broadcom +51%, Alphabet +66%, AMD +78%, Palantir +139% y Micron +248% en el año. El resultado es una concentración sin precedentes: Broadcom más los “Magníficos Siete” (Amazon, Meta, Tesla, Apple, Microsoft, etc.) suman ya el 40% de la capitalización del S&P 500, frente al 15% que representaban los ocho mayores valores hace una década.
Este hecho revela una paradoja: mientras la renta variable estadounidense vive un ciclo de euforia selectiva en torno a la IA, una parte creciente de los inversores busca coberturas en metales preciosos ante el riesgo de que ese mismo trade se dé la vuelta. De ahí que plata y oro hayan servido a la vez como apuesta agresiva y como salvavidas.
Un “boom sin empleo”: la otra cara del ciclo
En la base de este comportamiento de activos late una economía estadounidense peculiar. El consumo ha aguantado mejor de lo esperado, sostenido por la riqueza acumulada del 1% más rico, pero el mercado laboral muestra señales inquietantes: el crecimiento del empleo se ha frenado casi en seco, el paro sube y la creación de nuevos puestos es selectiva y desigual.
Los economistas de JPMorgan hablan ya de una posible “expansión sin empleo”, en la que la productividad y el gasto empresarial —especialmente en IA y automatización— sostienen el PIB mientras las capas medias y bajas de la población sufren. El riesgo es doble: por un lado, que la tensión social termine trasladándose a la política y a la regulación; por otro, que un enfriamiento brusco del consumo reabra el debate sobre recesión.
En este contexto, la Reserva Federal ha iniciado un ciclo de recortes de tipos, pero mantiene el coste del dinero en torno al 4%, con el bono a 10 años estabilizado cerca del 4,13%. El mensaje es claro: no habrá vuelta rápida al dinero gratis. Y ese mundo de tipos “normalizados” es, precisamente, el que alimenta la demanda de activos reales como la plata, la energía o el inmobiliario prime.
¿Burbuja de IA o nueva fase estructural? Riesgos cruzados para 2026
Una de las grandes incógnitas para 2026 es si el boom de la inteligencia artificial se consolidará como un cambio estructural o terminará asemejándose a otras burbujas tecnológicas del pasado. Analistas como Jason Pride advierten de que “todo el mundo está haciendo la misma apuesta una y otra vez”; si la historia no cumple las expectativas, “el radio de explosión será enorme”.
Esa concentración de riesgos tiene consecuencias para la plata:
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Si la apuesta por la IA sale bien, el crecimiento global puede sostener la demanda industrial del metal, reforzando su rol estratégico.
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Si la apuesta fracasa o se enfría, el ajuste de valoraciones en bolsa podría provocar ventas forzadas de activos líquidos, incluida la plata, al menos en una primera fase, antes de que vuelva a imponerse su papel de refugio.
En ambos casos, la volatilidad seguirá presente. La diferencia estará en si el metal puede consolidarse por encima de la zona de 70-75 dólares como nuevo “suelo” de ciclo, o si la corrección va más allá y obliga a replantear el relato alcista.
Minoristas, fondos y bancos centrales: quién manda en el mercado de la plata
Otro elemento clave del año ha sido la ampliación del abanico de compradores. A los inversores tradicionales —bancos centrales, grandes patrimonios, fondos especializados en materias primas— se han sumado fondos de cobertura macro, ETFs generalistas y una legión de minoristas que ven en la plata un activo diversificador ante la saturación de la renta variable estadounidense.
Las cifras de flujos apuntan a entradas simultáneas de dinero minorista e institucional, un fenómeno poco frecuente que potencia las tendencias. Cada vez que el mercado percibe que la Fed se acercará a nuevos recortes, o que la inflación vuelve a repuntar, se observa un repunte inmediato de compras de metal físico, derivados y productos vinculados.
Este hecho revela que la plata ha dejado de ser un nicho para “convencidos” y se ha convertido en activo de primera división en el tablero global de asignación de capital. Su comportamiento, por tanto, influye ya en carteras mixtas, fondos de pensiones y estrategias multiactivo de grandes gestoras.
Qué puede pasar en 2026: entre la consolidación y el sobresalto
Con el año a punto de cerrarse, el escenario de consenso para 2026 combina moderación de la inflación, recortes de tipos adicionales y crecimiento débil pero positivo en Estados Unidos, Europa y buena parte de Asia. En ese marco, la mayoría de analistas sigue viendo margen alcista para la plata, aunque con episodios de corrección similares al actual.
Los pilares de esa tesis son claros:
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Oferta rígida y sin grandes proyectos mineros nuevos a corto plazo.
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Demanda industrial creciente, vinculada a transición energética y tecnología.
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Búsqueda de refugios reales en un mundo de tipos aún altos, deuda récord y tensiones geopolíticas persistentes.
El riesgo, como siempre, reside en los extremos: un enfriamiento brusco de la economía global podría golpear la demanda industrial; un éxito excesivo de la Fed en la lucha contra la inflación podría reducir el atractivo del metal como cobertura. Y en el centro de todo, un mercado cada vez más poblado de inversores que utilizan la plata tanto para protegerse como para especular.
La caída del 6% de estos días es, de momento, un aviso, no una sentencia. Después de un año en el que la plata ha demostrado que puede comportarse como el activo estrella —y el más caprichoso— del mercado global, 2026 se perfila como el examen definitivo: saber si el metal puede consolidarse como columna vertebral de la nueva era de activos reales, o si volverá al rincón de las modas pasajeras. Por ahora, lo único claro es que la calma tensa con la que cierra el año es cualquier cosa menos definitiva.