Paro en 4,6%: la presión sobre Powell se dispara
La inesperada subida del desempleo en EE.UU. hasta el 4,6% ha puesto en jaque a Jerome Powell y la Reserva Federal, dando la razón a Donald Trump. Analizamos cómo estos datos impactan en los mercados y qué esperar de la política monetaria en los próximos meses.
La tasa de paro ha subido hasta el 4,6%, su nivel más alto desde septiembre de 2021, rompiendo la imagen de mercado laboral ultrafuerte que sostenía el relato del “aterrizaje suave”.
El golpe llega acompañado de unas nóminas no agrícolas que apenas suman 64.000 nuevos empleos, solo un poco por encima de los 50.000 previstos, y de unas ventas minoristas congeladas al 0%.
Sin embargo, Wall Street ha optado por mirar el vaso medio lleno: las bolsas han subido al calor de la expectativa de que la Fed se vea forzada a acelerar los recortes de tipos en 2026.
En paralelo, las críticas de Donald Trump a la gestión económica encuentran nuevo oxígeno, mientras Jerome Powell se mueve en una cuerda floja entre la inflación, el desempleo y la presión política.
El dato que rompe la narrativa oficial
Durante meses, el relato dominante en Washington ha sido que la economía estadounidense resistía mejor de lo esperado: crecimiento moderado, inflación a la baja y un mercado laboral todavía robusto. El salto del paro hasta el 4,6% rompe esa línea y actúa como un jarro de agua fría sobre quienes confiaban en una normalización ordenada.
No se trata de un mero cambio decimal. Es el nivel más alto desde septiembre de 2021, cuando el país aún digería los efectos de la pandemia y de los estímulos fiscales masivos. El movimiento actual, en cambio, llega tras una de las campañas de subida de tipos más agresivas de la historia reciente, lo que alimenta la percepción de que el endurecimiento monetario empieza a pasar factura al empleo.
La consecuencia es clara: la Fed deja de jugar en terreno cómodo. Ya no basta con hablar de “fortaleza subyacente” en el mercado laboral; los números empiezan a cuestionar esa tesis y obligan a Powell a explicar por qué el coste en términos de paro merece la pena frente al objetivo de controlar los precios.
Nóminas positivas, consumo plano: una radiografía inquietante
El matiz paradójico del informe laboral está en las nóminas no agrícolas: con 64.000 empleos creados frente a los 50.000 previstos por el consenso, el dato podría venderse como una sorpresa positiva. Sin embargo, el contexto lo cambia todo. La cifra muestra una creación de empleo claramente ralentizada frente a trimestres anteriores, más propia de una economía que empieza a pisar el freno que de un motor a pleno rendimiento.
A ello se suma otro dato que preocupa a los economistas: las ventas minoristas han registrado un crecimiento del 0%, es decir, se han quedado clavadas. En un país donde el consumo privado representa alrededor de dos tercios del PIB, ver al consumidor detenerse en seco es una señal que nadie puede ignorar.
Este hecho revela una combinación incómoda: empresas que crean empleo a un ritmo menguante y hogares que empiezan a contener el gasto. No es todavía una recesión técnica, pero sí un aviso de que la desaceleración ya está entrando en la economía real.
Cuando las malas noticias hacen subir a Wall Street
La reacción de los mercados ha sido, a primera vista, contraintuitiva: las bolsas han subido tras conocerse el incremento del paro. La explicación está en un viejo reflejo de Wall Street: cuando los datos económicos se deterioran, los inversores descuentan que la Fed tendrá que bajar tipos antes y con más fuerza.
La caída del dólar y el comportamiento de los bonos refuerzan esa lectura. Los inversores han interpretado el combo de más desempleo, menos consumo y creación de empleo débil como una señal de que el banco central no podrá mantener indefinidamente su postura restrictiva sin provocar daños mayores.
La consecuencia es un entorno en el que las “malas noticias” se convierten en “buenas noticias” para determinados activos de riesgo, especialmente para la renta variable y determinados segmentos del crédito. El problema es que esta lógica solo funciona hasta cierto punto: si los datos de actividad se deterioran demasiado, el miedo a una recesión termina imponiéndose sobre el optimismo por los recortes de tipos.
Jerome Powell, bajo presión política y de mercado
En este escenario, la figura de Jerome Powell se convierte en el epicentro de todas las tensiones. Por un lado, la Fed tiene el mandato de asegurar la estabilidad de precios, lo que hasta ahora ha justificado tipos elevados y una política restrictiva prolongada. Por otro, la subida del paro al 4,6% y el frenazo del consumo obligan a mirar con más atención el segundo mandato de la institución: buscar el máximo empleo posible.
Powell se enfrenta a un dilema que no admite soluciones fáciles. Si mantiene el pie en el freno, corre el riesgo de que el mercado laboral se enfríe más de lo necesario y se aceleren los despidos en sectores sensibles al crédito. Si afloja demasiado pronto, puede reactivar presiones inflacionistas justo cuando el discurso oficial presume de tener el IPC bajo control.
Además, las decisiones de la Fed ya no se analizan solo en clave técnica, sino en un contexto político envenenado. Cada rueda de prensa, cada matiz de Powell, será usado por unos y otros para culpar o exonerar a la Reserva Federal del enfriamiento en marcha.
Trump capitaliza el dato: del aviso al “os lo dije”
El repunte del desempleo ha servido a Donald Trump para reivindicar su discurso de los últimos meses. El expresidente llevaba tiempo alertando de que la economía estadounidense se dirigía hacia un periodo de debilidad, acusando a la Fed de haber “apretado demasiado el freno” y a la nueva administración de no entender el impacto de los tipos sobre la clase media.
Con el paro en 4,6%, el relato de Trump gana munición política. Aunque los economistas discutan matices, en la arena mediática el mensaje se simplifica: la economía se enfría y él lo había advertido. Este hecho revela hasta qué punto los datos macro han dejado de ser un terreno neutral para convertirse en arma arrojadiza.
El aumento del desempleo alimenta un debate intenso en el que se mezclan análisis serios con consignas de campaña. Para una parte del electorado, la cifra refuerza la idea de que el rumbo económico actual es insostenible. Para sus adversarios, no deja de ser un bache en un proceso de ajuste necesario. En ambas narrativas, la Fed aparece como árbitro cuestionado y Trump como acusador en jefe.
Rumores de sucesión en la Fed: independencia en entredicho
A medida que los datos se deterioran, crecen los rumores sobre la sucesión de Powell al frente de la Fed. No se trata solo de una cuestión de calendario institucional, sino de una batalla soterrada sobre el perfil del próximo presidente del banco central: ¿alguien dispuesto a tolerar más inflación a cambio de más empleo, o un halcón decidido a mantener tipos altos para blindar la credibilidad antiinflacionista?
Esta especulación añade una capa extra de volatilidad. Los mercados no solo tratan de anticipar las decisiones de tipos, sino también quién las tomará y bajo qué presión política. La sombra de un nombramiento abiertamente alineado con la Casa Blanca despierta temores sobre una Fed más politizada, menos dispuesta a tomar decisiones impopulares cuando sean necesarias.
El simple hecho de que se hable de posibles sustitutos en plena turbulencia refuerza la sensación de fragilidad institucional. Si la figura del presidente del banco central pasa a formar parte del ciclo de noticias partidistas, la consecuencia es una pérdida de ancla para las expectativas de inflación, crecimiento y empleo.
2026 en el horizonte: recortes, riesgo de recesión y deuda más cara
Con los nuevos datos sobre la mesa, 2026 se perfila como un año decisivo. Los inversores ya descuentan que la Fed se verá casi obligada a acelerar los recortes de tipos para evitar que el enfriamiento del mercado laboral se convierta en una recesión abierta. Pero esa apuesta no está exenta de riesgos.
Si la institución recorta demasiado rápido, puede reanimar presiones inflacionistas en un contexto de deuda pública elevada y déficits estructurales. Si espera demasiado, el aumento del paro podría golpear el consumo, multiplicar los impagos y tensionar aún más a los sectores más endeudados. En cualquiera de los dos casos, el dólar y la curva de tipos seguirán siendo el barómetro de un ajuste complejo.
La verdadera incógnita es si la economía estadounidense será capaz de transitar esta fase sin entrar en una recesión formal o si el “aterrizaje suave” acabará derivando en algo más abrupto. Lo que sí parece claro, a la luz del paro en 4,6%, es que el margen para el optimismo ingenuo se ha reducido drásticamente. La próxima jugada de la Fed, y el uso político que se haga de ella, marcarán no solo el rumbo de 2026, sino el relato económico de toda la década.