Rally navideño: oro y platino en récord; Wall Street y el Dow Jones, desbocados
El desplome del dólar y el regreso del miedo en los mercados disparan a máximos históricos a varios metales. Los inversores vuelven al refugio clásico… pero con matices nuevos. El PIB avanza un 4,3 % en el tercer trimestre, frente al 3,2 % esperado, pero la debilidad del mercado laboral mantiene viva la posibilidad de un nuevo recorte de tipos en enero.
El fin de año se viste de verde para los metales preciosos, que registran movimientos inesperados que no se veían hace años. El viernes 27 de diciembre de 2025 dejó una sacudida clara en los mercados financieros globales, principalmente impulsada por un debilitamiento notable del dólar y el regreso a activos refugio. ¿Qué sucede exactamente y por qué los inversores están mirando con tanto interés al platino, oro, plata y paladio? Vamos a desgranar estos movimientos.
Un dato potente en medio de la incertidumbre
Las bolsas estadounidenses abrieron al alza el 24 de diciembre tras conocerse que la economía del país creció un 4,3 % en el tercer trimestre, muy por encima del 3,2 % que anticipaban los analistas. El informe, retrasado por el prolongado cierre del Gobierno federal, devuelve a primer plano el debate sobre la dirección que tomará la Reserva Federal (Fed) en su reunión de enero.
Para el banco central, el crecimiento económico es una de las variables clave en la calibración de los tipos de interés. Los datos confirman la fortaleza del gasto de los consumidores y de los servicios, pilares que han sostenido la expansión de 2025 pese a los múltiples focos de incertidumbre. Sin embargo, el avance de la economía choca con un enfriamiento del empleo y con una inflación ya moderada, lo que abre un margen de maniobra que la Fed podría aprovechar para relajar la política monetaria en el arranque de 2026.
Wall Street, en verde y cerca de máximos históricos
La reacción inmediata en los parqués fue contenida pero positiva. El Dow Jones Industrial Average se mueve ligeramente al alza alrededor de los 48.700 puntos, el S&P 500 ronda los 6.900 y el Nasdaq Composite cotiza en la zona de los 23.500 puntos. Los tres índices coquetean de nuevo con sus máximos históricos, lo que confirma que, de momento, los inversores interpretan el dato de PIB como una prueba más de la resiliencia de la economía estadounidense, no como una señal de sobrecalentamiento incontrolable.
Por qué la Fed podría bajar los tipos pese al fuerte crecimiento
En teoría, un crecimiento del PIB tan sólido debería alejar la necesidad de nuevos recortes. Pero el otro gran componente del mandato de la Fed —el pleno empleo— envía señales preocupantes.
La tasa de paro subió al 4,6 % en noviembre, su nivel más alto en cuatro años. Aunque el consumo sigue aguantando, el ritmo de contratación se ha ralentizado y la productividad se estanca. Varios economistas subrayan que el dinamismo del PIB no basta para descartar un ajuste adicional: si la creación de empleo sigue cayendo y la inflación se mantiene bajo control, la Fed podría justificar una bajada de tipos en enero para evitar un deterioro mayor del mercado laboral.
En otras palabras, el debate ya no es si el crecimiento es fuerte o débil, sino qué precio puede pagarse en empleo por mantener los tipos altos durante más tiempo.
Wall Street, preparado para cualquiera de los dos escenarios
La evolución de los índices sugiere que, incluso si la Fed decide mantener los tipos en enero, el sentimiento inversor podría seguir siendo positivo. El S&P 500 se mantiene cerca de máximos históricos gracias a dos motores estructurales: el auge de la inteligencia artificial (IA) y la resistencia de los beneficios empresariales.
“Los inversores parecen asumir que, con o sin recorte inmediato, la dirección final de los tipos será a la baja”, explican analistas de FWDBonds. Un simple mensaje de la Fed indicando que podría reducirlos más adelante en 2026 bastaría para mantener el optimismo en Wall Street.
En otras palabras, los mercados financieros han aprendido a leer entre líneas: no se trata solo del tipo efectivo, sino de la orientación futura de la política monetaria.
2026: entre la fortaleza y la fragilidad
La economía estadounidense entra en 2026 con un diagnóstico mixto. El crecimiento se mantiene sorprendentemente robusto, pero el empleo se debilita y la confianza de los consumidores muestra signos de fatiga. La inflación, por su parte, ha cedido lo suficiente para que el banco central pueda actuar sin miedo a reavivarla.
Chris Rupkey, economista jefe de FWDBonds, prevé que “los tipos caerán mucho más rápido hacia su nivel neutral en 2026, presionados tanto por factores políticos como institucionales”. Otros, como Michael Pearce de Oxford Economics, piden más prudencia y anticipan que la Fed “permanecerá en modo de espera un tiempo más”.
En cualquier caso, el consenso es que la volatilidad seguirá acompañando a los mercados en los próximos meses. Pero el contexto de fondo —una economía que resiste, inflación moderada y una Fed con margen para actuar— podría mantener el impulso bursátil de Wall Street bien entrado el nuevo año.
La narrativa que se impone es clara: Estados Unidos no se desacelera, pero tampoco acelera sin límites. La Fed camina sobre una cuerda floja, con la misión de sostener el crecimiento sin sacrificar el empleo. Por ahora, los mercados apuestan a que lo logrará.
Platino: del metal olvidado al protagonista del rally
El movimiento más llamativo de la sesión del 27 de diciembre no vino del oro, sino del platino. El metal saltó hasta los 2.276 dólares por onza, un avance del 8,5 % que lo llevó a superar el máximo que arrastraba desde marzo de 2008. Tras una ligera toma de beneficios, se estabilizó en torno a los 2.273 dólares, pero ya había lanzado el mensaje: el platino ha vuelto.
Su repunte combina tres fuerzas. Primero, la demanda industrial, ligada tanto a la automoción como a aplicaciones químicas y tecnológicas. Segundo, crecientes dudas sobre la oferta futura, concentrada en unos pocos productores con problemas recurrentes de costes y estabilidad. Y tercero, el redescubrimiento del platino como activo refugio alternativo, en un momento en el que muchos inversores consideran que el oro está “caro” pero no quieren salir del universo de los metales preciosos.
Oro y plata: los clásicos del refugio, en máximos
El oro, termómetro psicológico de cada crisis, firmó otro capítulo de su historia alcista. Rompió la barrera que durante meses parecía infranqueable de los 4.500 dólares por onza y marcó un nuevo récord antes de recortar hasta la zona de 4.489 dólares. El ajuste intradía no resta importancia al hito: el metal rey se consolida en una franja de precios que hace apenas unos años parecía ciencia ficción.
La plata acompañó el movimiento con una subida cercana al 4 %. Su comportamiento suele ser más volátil que el del oro y, en fases de optimismo sobre los metales, tiende a amplificar los movimientos alcistas. Esta vez no fue la excepción: el apetito de los inversores por diversificar sus refugios, sumado al uso industrial de la plata, impulsó su cotización y alimentó las expectativas de que el rally pueda extenderse más allá de la estacionalidad navideña.
En ambos casos, la narrativa se repite: en un entorno de incertidumbre, los metales que no dependen del impago de un emisor —a diferencia de un bono o una acción— vuelven a ser vistos como pólizas de seguro.
El dólar, el gran perdedor silencioso
Detrás de este movimiento hay un protagonista invisible pero decisivo: el dólar. La divisa estadounidense atraviesa un bache de fin de año, lastrada por la percepción de que el ciclo de subidas de tipos ha quedado definitivamente atrás y por la expectativa de recortes a partir de 2026. Un billete verde más débil abarata los metales para quienes compran en otras monedas y suele actuar como combustible para las subidas.
A ello se suma un clima de fondo que mezcla inflación todavía incómoda, crecimiento desigual y un calendario geopolítico tenso. Con este cóctel, muchos gestores prefieren cerrar el ejercicio reduciendo exposición a activos de riesgo y reforzando posiciones en instrumentos considerados defensivos. Los metales preciosos encajan en esa casilla.
El cierre del ejercicio añade una capa extra: los grandes fondos ajustan carteras, consolidan ganancias y rebalancean riesgos. En ese proceso, los metales se benefician de flujos técnicos que pueden exagerar los movimientos en un mercado menos líquido por las vacaciones.
Paladio: el otro invitado a la fiesta
El paladio, menos mediático pero clave para la industria automotriz y electrónica, también se sumó al tono alcista y se acerca ya a los 1.800 dólares por onza. Su escalada refuerza la sensación de que no estamos ante un movimiento aislado, sino ante un reordenamiento más amplio de las materias primas ligadas a la seguridad financiera y a la transición tecnológica.
La subida del paladio atrae tanto a inversores financieros como a actores industriales, preocupados por asegurar suministro en un contexto de tensiones logísticas, regulaciones ambientales más estrictas y posibles restricciones de exportación por parte de algunos productores.
¿Rally pasajero o cambio de ciclo?
La gran incógnita es si este rally de fin de año será solo una nota de color en los gráficos de 2025 o el anticipo de un ciclo más largo. Mucho dependerá de tres variables: la velocidad a la que se debilite el dólar, la profundidad de los futuros recortes de tipos y la intensidad de las crisis geopolíticas que sigan marcando la agenda.
Mientras las dudas sobre el rumbo de la economía global persistan, los metales preciosos volverán a ocupar un lugar central en las carteras. Platino, oro, plata y paladio cierran el año mandando una señal inequívoca: el miedo ha regresado… y el refugio vuelve a cotizar caro.