Trump promete una “lluvia de dinero nunca vista” con los aranceles: ¿jackpot histórico para EE.UU. o factura oculta para el resto del mundo?
Donald Trump ha vuelto a convertir los aranceles en el corazón de su relato económico. En un nuevo mensaje en Truth Social, el presidente de Estados Unidos asegura que los gravámenes traerán “seguridad nacional y riqueza nunca vistas” para el país y que los pagos “se dispararán” en cuanto se agoten las existencias que las empresas acumularon para esquivar impuestos. El mensaje llega en plena batalla judicial en el Tribunal Supremo sobre la legalidad de su arquitectura arancelaria y reabre la gran pregunta: ¿está EE.UU. ante un megadividendo fiscal… o ante una bomba de relojería para la economía global?
Trump ha elegido de nuevo su red social para marcar la agenda. En su último post, sostiene que, gracias a los aranceles, Estados Unidos ya está ingresando “cientos de miles de millones de dólares” y que ese flujo de dinero aún no se ve en toda su magnitud porque muchos importadores hicieron acopio de productos al inicio de la guerra comercial para retrasar el impacto. Según su relato, ese colchón de inventarios “se está agotando” y, cuando las nuevas importaciones queden plenamente sujetas a los gravámenes, el dinero que entra en las arcas públicas “se disparará” hasta niveles “nunca vistos” en la historia del país.
En paralelo, Trump acusa a sus adversarios políticos de “servir intereses extranjeros hostiles” y señala directamente al Tribunal Supremo, al que pide una decisión rápida sobre la legalidad de los aranceles para poder seguir aplicándolos “sin interrupciones”. La Casa Blanca ya ha advertido en otros documentos que un revés judicial podría obligar a devolver parte de lo recaudado y abrir un agujero fiscal de cientos de miles de millones, lo que convierte este pulso legal en uno de los más sensibles de la legislatura.
El megadividendo arancelario según Trump
El nuevo mensaje encaja con la narrativa que Trump viene construyendo desde hace meses: los aranceles no solo serían una herramienta de presión geopolítica, sino una fuente de ingresos capaz de financiar cheques directos a los ciudadanos y programas de gasto sin subir otros impuestos. Ya ha llegado a plantear el uso de la recaudación arancelaria para pagar “dividendos” de hasta 2.000 dólares por persona, una idea que ha sacudido tanto a los mercados como al debate fiscal en Washington.
En esa lógica, los socios comerciales pagan la factura mientras Estados Unidos cobra y reparte. El mensaje es políticamente potente: un país que defiende sus fronteras económicas, castiga a quien “se aprovecha” de su mercado y, de paso, transforma los aranceles en dinero contante para la clase media. Pero la pregunta clave es quién asume de verdad el coste de ese “jackpot arancelario”: ¿los exportadores extranjeros o los consumidores y empresas estadounidenses que acaban pagando precios más altos?
Lo que dicen los números: recaudación récord, coste difuso
Los datos muestran que la recaudación por aranceles se ha disparado en los últimos años y que el tipo medio efectivo ronda ya niveles no vistos desde la década de 1970, en torno al 16 %, según estimaciones citadas por analistas y think tanks que siguen de cerca la política comercial de Washington. La recaudación extra es real y se ha convertido en una fuente relevante de ingresos federales, pero su impacto neto es más ambiguo: estudios académicos y organismos independientes coinciden en que una parte importante de ese coste se traslada a empresas importadoras y consumidores vía encarecimiento de productos.
Además, las represalias de otros países generan un efecto boomerang sobre sectores exportadores estadounidenses, desde el agrícola hasta el industrial. Cuando socios como la Unión Europea o China responden con sus propios aranceles o con acuerdos alternativos entre terceros, el comercio se reconfigura y las cadenas de suministro se fragmentan, elevando la incertidumbre y la volatilidad para las compañías. Negocios TV+1
El factor Supremo y el riesgo de que la lluvia de dinero se convierta en agujero
La gran incógnita inmediata está en el Tribunal Supremo. La Corte analiza si la Casa Blanca ha ido demasiado lejos al ampararse en la “seguridad nacional” para justificar subidas masivas de aranceles al amparo de la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962. Si el fallo es favorable al presidente, el mensaje será claro: el armazón legal aguanta y el plan de “riqueza sin precedentes” tiene vía libre, al menos en el corto plazo.
Si, por el contrario, la Corte limita esa autoridad, el relato del megadividendo podría darse la vuelta. El Gobierno podría enfrentarse a reclamaciones de reembolso por parte de importadores y a la necesidad de rehacer su estrategia comercial casi desde cero, justo cuando Trump ha convertido los aranceles en bandera política, herramienta geopolítica y fuente de ingresos a la vez. El mismo mecanismo que hoy se presenta como “lluvia de dinero” podría transformarse en un agujero fiscal de proporciones históricas.
Aliados nerviosos, rivales atentos y mercados en guardia
Entre los aliados de Estados Unidos, la preocupación va más allá de la factura económica. En Europa, los aranceles se han situado en el centro de una relación comercial cada vez más tensa, con la UE aplazando acuerdos y elevando sus propias defensas ante la posibilidad de nuevas rondas de tarifas cruzadas. China, por su parte, combina gestos de distensión selectivos con una estrategia a largo plazo para reducir su dependencia del mercado estadounidense y tejer redes comerciales alternativas.
Para los mercados, el mensaje de Trump es un arma de doble filo: por un lado, promete ingresos fiscales extra y protección para ciertos sectores industriales; por otro, añade capas de incertidumbre regulatoria y geopolítica a un entorno ya complejo. En última instancia, la “riqueza nunca vista” que el presidente promete depende de que su apuesta encaje a la vez con el Supremo, con los socios comerciales y con la reacción de las empresas. De momento, el titular es perfecto para redes sociales y campaña; convertirlo en una ganancia sostenible para la economía real será mucho más difícil.