¿Existe relación entre pantallas, TDAH y autismo?
En la última década, el uso de pantallas entre los menores se ha multiplicado de manera exponencial. La presencia diaria de tablets, smartphones y videojuegos no es solo una cuestión de entretenimiento: forma parte del entorno donde los niños crecen, aprenden y se relacionan. Ante este cambio profundo, la investigadora Catherine L’Ecuyer advierte que existe un riesgo real de que la hiperestimulación digital influya en la atención, el lenguaje, la socialización y la regulación emocional.
¿Existe relación entre pantallas, TDAH y autismo?
Los estudios no son concluyentes en todos los casos, pero sí apuntan a conexiones significativas. Según L’Ecuyer, la exposición temprana y continuada a pantallas puede interferir en los procesos neurobiológicos que sostienen la atención y el desarrollo sensorial, especialmente entre los 0 y los 6 años, cuando el cerebro es más plástico.
Esto no significa que las pantallas “causen” TDAH o autismo, pero sí que pueden agravar síntomas o adelantar su manifestación en niños susceptibles.
La clave está en la sobrestimulación: los dispositivos ofrecen estímulos rápidos, brillantes y constantes, que pueden alterar el umbral natural de atención y dificultar el aprendizaje de la espera, el juego libre y la concentración profunda.
No todas las pantallas son iguales
L’Ecuyer distingue entre dos tipos de uso:
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Uso pasivo: el niño consume contenido sin interactuar (vídeos, desplazamiento automático, contenido acelerado).
→ Mayor riesgo de impacto negativo en atención y autorregulación. -
Uso activo supervisado: aplicaciones educativas, creación, interacción guiada.
→ Menor riesgo y potencial de aprendizaje si se acompaña correctamente.
El problema, señala, no es la tecnología en sí, sino cómo y cuánto se usa.
Antes de medicar, revisar el entorno
Uno de los mensajes más contundentes de L’Ecuyer es la necesidad de no apresurarse a la intervención farmacológica cuando aparecen dificultades atencionales o conductuales.
En muchos casos, dice, reducir pantallas, mejorar rutinas y aumentar la interacción humana puede producir mejoras visibles antes de recurrir a tratamientos médicos.
Recomendaciones base:
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Tiempo al aire libre diario.
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Juego libre no estructurado.
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Conversaciones cara a cara.
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Rutinas estables de sueño.
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Educación emocional en familia.
Un enfoque conjunto: familia, escuela y profesionales
La investigadora insiste en que abordar este desafío requiere un modelo multidisciplinar, en el que:
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Los pediatras detecten señales tempranas.
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Los maestros adapten entornos y ritmos.
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Las familias ajusten hábitos y límites.
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Y los psicólogos acompañen los procesos cuando sea necesario.
No se trata de criminalizar las pantallas, sino de rehumanizar el crecimiento infantil.