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macOS Tahoe a prueba: una de las versiones más decepcionantes que he usado en años

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Llevo muchos años probando versiones de macOS el mismo día que salen. He pasado por la época de los G3, PowerBook, Intel, Apple Silicon… y casi nunca he sentido la necesidad de hacer downgrade. Con macOS Tahoe (macOS 26), eso ha cambiado. Después de varias semanas usándolo en el día a día y contrastando mi experiencia con la de otros usuarios, me cuesta definirlo de otra forma: es un sistema operativo que ha salido al mercado sin estar listo.

Equipo de prueba y contexto

He usado Tahoe principalmente en dos máquinas:

  • Un MacBook Pro con chip M4 y bastante RAM, pensado para trabajo intensivo.

  • Un MacBook Air M1, más modesto pero perfectamente capaz con versiones anteriores como Sequoia.

Mi uso diario mezcla tareas relativamente exigentes (Photoshop, Lightroom, algo de edición de vídeo ligera, muchas pestañas de navegador, apps de productividad) con el típico entorno de trabajo multitarea: correo, mensajería, notas, etc.

Vengo de macOS Sequoia, que sin ser perfecto, al menos era estable, rápido y visualmente sobrio. Con Tahoe, la sensación general ha sido de retroceso.

Rendimiento: cuando el hardware va sobrado, pero el sistema no acompaña

Lo primero que notas con Tahoe es que algo no va fino. No hace falta ser especialista para verlo:

  • El scroll deja de ser suave, incluso en máquinas potentes.

  • La interfaz se siente torpe, con pequeños tirones donde antes todo era fluido.

  • Algunas animaciones dan la sensación de ir “a trompicones”, especialmente con el famoso efecto de “liquid glass”.

En el MacBook Pro M4, la comparación ha sido sangrante: en sesiones de unas dos horas usando Photoshop y Lightroom, la batería se ha desplomado a niveles que no tienen sentido para este hardware. Donde Sequoia dejaba la batería en torno al 70–75%, con Tahoe he llegado a ver bajadas hasta el 35%, con los ventiladores disparados y el equipo claramente forzado para tareas que antes manejaba con absoluta tranquilidad.

Incluso desactivando gran parte del efecto visual de liquid glass, el sistema sigue notándose más pesado de lo que debería. Y cuando lo desactivas por completo, la estética se degrada tanto que parece un paso atrás también visualmente.

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Autonomía: el talón de Aquiles de Tahoe

La autonomía es, probablemente, el punto donde más se nota que Tahoe no está bien optimizado:

  • Mayor consumo de GPU por la nueva interfaz.

  • Tareas habituales que antes apenas drenaban batería ahora tienen un impacto brutal.

  • Portátiles que con Sequoia eran “casi todo el día sin enchufe” pasan a necesitar cargador a media jornada.

Da igual que tengas un M1, un M1 Pro o un M4: el patrón se repite. Para un sistema que se supone afinado para Apple Silicon, es difícil de justificar. Y lo peor es que muchas sensaciones coinciden con lo que ya hemos visto en iOS 26: más animaciones, más capas visuales, peor batería.

Interfaz: el “liquid glass” y unas decisiones de diseño muy cuestionables

Aquí es donde los gustos entran en juego… pero hay cosas objetivas.

Tahoe introduce un diseño mucho más recargado, con:

  • Efectos de cristal líquido por todas partes.

  • Esquinas super redondeadas que rozan la caricatura.

  • Spotlight más confuso y menos claro visualmente.

  • Capas y transparencias que, más allá de lo estético, cargan innecesariamente la GPU.

Personalmente, el cambio me ha parecido un paso atrás. Sequoia tenía un aspecto limpio, profesional, reconocible como macOS. Tahoe, en cambio, parece obsesionado con “verse distinto”, incluso a costa de la claridad y la legibilidad. Entiendo el intento de dar un salto visual, pero aquí se nota más experimento que refinamiento.

Y eso sin entrar en decisiones polémicas como los cambios en Launchpad o la sensación general de que macOS se está “iOS-ificando” hasta el límite, sacrificando parte de su identidad clásica.

Estabilidad y errores: demasiados para ser una versión final

En el día a día, Tahoe se siente poco pulido:

  • Cuelgues puntuales de periféricos (ratones que dejan de responder sin razón aparente).

  • Problemas con reproducción de vídeo en algunos escenarios.

  • Apps que se cierran o se comportan de forma errática pese a instalaciones limpias.

No hablo de rarezas aisladas en betas, hablo de comportamientos que parecen demasiado frecuentes para una versión final que ya llevan usando miles de personas. Viniendo de Sequoia, donde estos fallos eran marginales, Tahoe da la impresión de ser un sistema aún en beta con un cambio de “skin” encima.

La adopción lo delata: muchos usuarios están volviendo atrás

Más allá de sensaciones, hay un dato interesante: la adopción de Tahoe está siendo extrañamente irregular. Herramientas de telemetría que agregan datos de miles de apps muestran algo muy poco habitual:

  • Picos de instalación de Tahoe seguidos de caídas significativas.

  • Subidas posteriores en la adopción de Sequoia, como si la gente hiciera downgrade.

Eso, traducido al mundo real, significa una cosa: muchos usuarios prueban Tahoe, se frustran y vuelven a Sequoia. Para una versión de macOS moderna, esto es casi histórico. Normalmente, cuando Apple lanza un sistema, la adopción sube constante. Aquí no. Aquí parece que Tahoe convence poco, y a menudo solo durante unos días.

¿Merece la pena actualizar a Tahoe ahora mismo?

Sinceramente: en mi experiencia, no.

Si estás en macOS Sequoia y tu equipo va bien:

  • No ganas nada imprescindible con Tahoe.

  • Te expones a peor rendimiento, más consumo de batería y una interfaz discutible.

  • Aumentas la probabilidad de encontrarte con bugs que antes no tenías.

Si ya has actualizado y estás sufriendo:

  • Plantearte un downgrade a Sequoia no es exagerado.

  • Es algo que, por primera vez en muchos años de macOS, entiendo perfectamente… y que yo mismo he terminado haciendo en uno de mis equipos.

¿Qué puede pasar a partir de ahora?

Lo más probable es que Apple intente arreglar esto con versiones 26.1, 26.2, etc., como ya ha hecho en otras épocas. Muchos usuarios comparan Tahoe con un “macOS Vista” o incluso un “Millennium Edition”: una versión de transición, cargada de ideas nuevas, pero mal ejecutadas.

El escenario ideal sería que macOS 27 juegue el papel de un “Snow Leopard” moderno:

  • Menos novedades vistosas.

  • Más corrección de errores.

  • Más optimización de rendimiento y batería.

  • Una marcha atrás parcial en los excesos visuales de Tahoe.

Hasta que eso ocurra, mi recomendación, basada en la prueba real y el clima general entre usuarios, es clara: si puedes, quédate en Sequoia. Tahoe, a día de hoy, no se siente como una evolución natural, sino como un experimento caro en términos de batería, rendimiento y paciencia.

Y cuando un sistema operativo hace que gente con décadas en Mac se plantee quedarse anclada en la versión anterior… algo, claramente, no está bien.