Del primer iPhone al 17 Pro Max: De 499$ en 2007 a unos 750$ actuales
Todo el debate arranca con un dato sencillo: el primer iPhone costaba 499 dólares en 2007, algo que hoy equivale, más o menos, a unos 750 dólares ajustando por inflación. Es decir, el “móvil revolucionario” que lo cambió todo ya era un producto caro en su época, aunque si miramos lo que ofrecía por ese precio, la perspectiva cambia.
Aquel iPhone original llegaba con 4 u 8 GB de almacenamiento, alrededor de 128 MB de RAM, cámara de 2 megapíxeles, pantalla de 3,5 pulgadas a 60 Hz, conector de 30 pines y jack de 3,5 mm empotrado que ni siquiera funcionaba bien con todos los auriculares. Con EDGE (2G “vitaminado”) como máximo estándar de red y sin App Store en el lanzamiento, era un dispositivo muy limitado… pero que abrió la puerta al concepto de smartphone moderno.
Hoy, por un precio similar en términos reales, el iPhone 17 base ofrece varios órdenes de magnitud más de potencia, almacenamiento, RAM, calidad de cámara, conectividad y autonomía. La sensación general en el debate es curiosa: el precio “se ha mantenido” alto, pero lo que recibes a cambio es radicalmente superior.
128 MB vs 16 GB (y subiendo): la batalla de la RAM
Uno de los comentarios que más eco genera es: “0,1 GB de RAM. ¿Cómo sobrevivimos a esos tiempos?”. La respuesta común es que la informática era “más pequeña y menos exigente”. Las apps hacían menos cosas, las resoluciones eran bajas, no existía el streaming tal y como lo entendemos hoy y nadie pensaba en modelos de IA corriendo en local.
Al mismo tiempo, mucha gente señala algo interesante: llevamos más de una década bastante “atascados” en el rango de 8-16 GB como estándar en ordenadores y, hasta hace nada, también en móviles. De los años 90 a los 2000 la RAM se multiplicó por cien; de 2010 a 2020, el salto ha sido mucho más moderado.
Ahora empieza otra etapa: juegos de gama alta y tareas de edición de vídeo, foto o música ya recomiendan 32 GB como punto de partida en PC. Quien desarrolla software pesado habla de 64 GB como mínimo cómodo, y en entornos de IA se mencionan cifras de 96 GB de RAM como algo “normal”. La sensación es que el ciclo de 8-16 GB se está acabando.
¿Antes programábamos mejor?
Otro eje del debate es casi filosófico: ¿antes se programaba mejor? Hay quien defiende que, cuando el hardware era extremadamente limitado, los desarrolladores se veían obligados a exprimir cada byte y cada ciclo de CPU, con trucos y optimizaciones casi acrobáticas para meter juegos enormes en poca memoria y almacenamiento. Se cita el ejemplo de títulos clásicos de consola o PC que, con unos pocos megas, ofrecían mundos completos.
Desde ahí nace la crítica actual: como hoy el hardware “sobra”, muchos programas, sistemas operativos y juegos se publican con código poco optimizado, lleno de errores y con parches constantes, apoyándose en que “ya lo moverá” cualquier dispositivo moderno. Se mencionan los juegos de 250 GB como símbolo de esta era de exceso.
Otros matizan: no es tanto “antes genios, ahora vagos”, sino prioridades distintas. Donde antes se optimizaba hasta el extremo por pura necesidad, ahora se prioriza legibilidad, rapidez de desarrollo, facilidad para mantener el código y añadir funciones. Lo que se gana en calidad de vida para el programador, se pierde en eficiencia absoluta. Pero casi nadie quiere volver a escribir a mano código que se modifica a sí mismo solo para ahorrar un par de ciclos de CPU.
De iPhone OS 1 a iOS 17: el software que lo aguantó todo
También hay nostalgia por el sistema operativo: aquel “iPhone OS 1”, que Apple presentaba como una variante de OS X, estaba pensado para un conjunto muy concreto de apps nativas de Apple. La App Store llegó después, las webs no estaban optimizadas para móviles y buena parte de Internet seguía dependiendo de Flash, que el iPhone no soportaba.
Aun así, con ese hardware limitado y esa base de software, el sistema evolucionó lo suficiente como para soportar aplicaciones de terceros en las primeras generaciones. Mucha gente recuerda el primer “desliza para desbloquear” o la burbuja de mensajes como momentos en los que sintieron que estaban tocando el futuro con los dedos.
Hoy el sistema se llama iOS, convive con iPadOS, watchOS y compañía, y las funciones se han multiplicado. Pero una reflexión se repite: las apps que venían en el iPhone 3G —teléfono, mensajes, correo, navegador, música, cámara, notas…— siguen siendo, con sus versiones modernas, las que la mayoría usa cada día. Casi todo lo demás han sido mejoras de especificaciones y capas nuevas sobre esa base.
¿Innovación o refinamiento? Lo que dicen casi 20 años de iPhone
Al final, el debate en redes deja dos sensaciones simultáneas. Por un lado, asombro por lo lejos que ha llegado el iPhone: un reloj actual tiene más RAM, más resolución y más potencia que aquel móvil de 499 dólares. Por otro, una especie de respeto por lo mucho que Apple “acertó a la primera”: el formato, la pantalla táctil capacitiva, el concepto de sistema de iconos, las apps básicas… casi todo lo esencial estaba ahí desde 2007.
Entre nostalgia por el jack de 3,5 mm, quejas por el tamaño de los móviles actuales y risas con el “somos unos dinosaurios”, la conclusión implícita es clara: sí, el iPhone ha cambiado muchísimo en especificaciones, pero la verdadera revolución fue la primera vez que alguien deslizó para desbloquear y vio una burbuja de mensaje en esa pantalla de 3,5 pulgadas. Todo lo que vino después ha sido, en gran medida, pulir esa idea.