La cláusula de paz secreta de Ucrania y la creación de una nueva OTAN europea
La presión estadounidense para que Ucrania acepte un plan de paz con tintes rusos genera inquietud en Europa. La propuesta incluye una nueva organización de defensa fuera de la OTAN tradicional, mientras en Bruselas crecen las dudas y temores a concesiones territoriales que recuerdan a la política previa a la Segunda Guerra Mundial.
Después de la festividad de Acción de Gracias, un aire de inquietud ha empezado a recorrer los pasillos de la Unión Europea. La razón es que Estados Unidos presiona cada vez más a Ucrania para que acepte un controversial plan de paz cuyo diseño, según varias capitales europeas y Kiev, está influenciado poderosamente por Rusia. La cuestión, lejos de ser simple, abre un debate crucial sobre la soberanía europea y la seguridad regional.
En Bruselas, el malestar es palpable. La idea de que Ucrania pueda verse obligada a aceptar un acuerdo redactado con tintes rusos genera sospechas y temor de un precedente negativo. Se insiste en que “la paz solo puede construirse con Europa y con los ucranianos”, dejando entrever la inquietud sobre la imposición de soluciones externas.
La filtración de un borrador del plan, según informaciones de Axios, añade otra capa de complejidad. Este documento propondría la creación de una nueva organización de defensa, financiada conjuntamente por Europa y Estados Unidos, que brindaría garantías de seguridad a Ucrania similares a las que ofrece la OTAN, pero fuera de la propia Alianza. ¿Un híbrido extraño? Eso parece, y no todos en la UE están convencidos de su estabilidad o viabilidad.
En círculos comunitarios comienza a sonar una comparación inquietante con la historia: Ucrania como una especie de "nuevos Sudetes". ¿Por qué? Porque hay miedo a que la aceptación forzada de concesiones territoriales recuerde a la política de apaciguamiento que antecedió la Segunda Guerra Mundial, una analogía amarga que levanta más preguntas que respuestas.
Este paralelismo no es casual y refleja un temor profundo acerca de retrocesos territoriales que podrían beneficiar a Rusia y debilitar a Europa en un momento geopolíticamente delicado.
El debate en la Unión Europea se intensifica al sumarse otro factor crucial: los activos rusos congelados en Bélgica, cuyo posible uso para apoyar a Ucrania presenta complicaciones legales. Esta cuestión, aparentemente técnica, tiene dimensiones políticas y estratégicas que no se pueden ignorar.
Es claro que en Bruselas hay una mezcla de cautela y preocupación. Un temor latente a una cesión territorial que nadie quiere ver, unido a la desconfianza hacia un plan que parece estar diseñado fuera del control europeo —y aun así afectará directamente la seguridad colectiva—, plantea un nuevo desafío para el proyecto europeo y sus alianzas internacionales.