Venezuela

Estados Unidos despliega su poder naval frente a Venezuela: Irastorza advierte que “el mensaje va mucho más allá de Caracas”

Imagen del despliegue naval estadounidense frente a la costa venezolana, que simboliza el juego estratégico de poder en la región latinoamericana.

El profesor Eduardo Irastorza analiza para Negocios TV el significado geopolítico del despliegue naval de Estados Unidos frente a Venezuela, destacando que es una demostración estratégica con impacto en Rusia, China y América Latina, más allá de una amenaza solo local.

El reciente despliegue naval de Estados Unidos en aguas cercanas a Venezuela ha generado un intenso debate internacional. Aunque a primera vista podría parecer una acción dirigida exclusivamente contra el gobierno de Nicolás Maduro, el profesor Eduardo Irastorza, analista de la OBS Business School, sostiene que esta maniobra responde a un mensaje de mayor alcance: un recordatorio del poder estratégico de Washington en un tablero global donde Rusia, China y América Latina son piezas cada vez más relevantes.

Un gesto de poder con múltiples destinatarios

“Esto no es un simple acto de intimidación regional, sino una señal global”, explica Irastorza. Para él, el movimiento militar busca reposicionar a Estados Unidos en un momento de transición geopolítica en el que su influencia en América Latina ha sido desafiada por el avance diplomático y económico de China y Rusia. Ambas potencias han incrementado su presencia en sectores clave —energía, infraestructura, tecnología— y se han convertido en aliados de gobiernos latinoamericanos que buscan distanciarse de la hegemonía estadounidense.

En ese contexto, el despliegue naval adquiere un valor simbólico: una demostración de músculo militar y capacidad de respuesta inmediata. El mensaje, según Irastorza, es claro: Washington no está dispuesto a ceder terreno en lo que históricamente ha considerado su esfera de influencia.

Guyana: el nuevo epicentro del interés energético

Uno de los puntos más sensibles de esta estrategia es Guyana, una nación hasta hace poco marginal en el mapa geopolítico, pero que en los últimos años ha emergido como un nuevo Eldorado petrolero. Desde el descubrimiento de vastas reservas de crudo en su plataforma marítima, el país se ha convertido en un punto de interés estratégico para las grandes potencias.

Las tensiones fronterizas entre Venezuela y Guyana, sumadas a la participación de ExxonMobil en la explotación de los yacimientos guyaneses, han colocado a esta pequeña nación en el centro del tablero. Para Estados Unidos, asegurar la estabilidad de Guyana significa proteger intereses energéticos y comerciales vitales, además de impedir que Rusia o China logren influencia directa en la zona.

“Washington está jugando una partida de ajedrez energético”, apunta Irastorza. “Controlar el acceso y la seguridad de estos recursos es tan importante como mantener su presencia militar en el Caribe”.

¿Intervención o disuasión estratégica?

A pesar de la magnitud del despliegue, el profesor descarta la hipótesis de una invasión a gran escala. “No parece ser el objetivo inmediato de Estados Unidos”, aclara, “pero sí es probable que estemos ante una operación de disuasión y control selectivo, con posibilidad de acciones puntuales si la situación escala”.

Este tipo de maniobras encajan en el patrón histórico de la política exterior estadounidense: intervenciones quirúrgicas, discretas pero decisivas, que buscan neutralizar amenazas sin necesidad de desencadenar una guerra abierta. Irastorza recuerda ejemplos como Irán (1953) o Chile (1973), donde operaciones encubiertas lograron alterar el rumbo político de los países sin desplegar una invasión formal.

En la actualidad, con los avances en tecnología bélica y ciberinteligencia, Estados Unidos podría aplicar el mismo enfoque con una eficiencia sin precedentes, combinando presión militar con estrategias de desinformación y sanciones económicas.

El eco latinoamericano: memoria y resistencia

Si algo caracteriza a América Latina, señala Irastorza, es su memoria histórica frente a la injerencia extranjera. Cualquier acción militar directa de Estados Unidos, incluso bajo el pretexto de defensa regional, despertaría un rechazo casi unánime. “La región tiene cicatrices profundas por décadas de intervenciones, y ese recuerdo colectivo sigue vivo”, advierte el analista.

Incluso gobiernos moderados o neutrales podrían reaccionar con firmeza ante una operación que se perciba como imperial. Países como México, Brasil o Argentina ya han manifestado su preferencia por la diplomacia antes que por la coerción. Este equilibrio delicado convierte la región en un terreno donde el poder militar se mide también en términos de legitimidad política y narrativa pública.

Entre la disuasión y la provocación

El despliegue naval frente a Venezuela es, en definitiva, un mensaje multifacético. No solo reafirma la posición estadounidense en el hemisferio, sino que busca contener la expansión de potencias rivales y mantener el control sobre recursos clave en un momento de reconfiguración mundial.

Sin embargo, este tipo de maniobras también pueden interpretarse como una provocación peligrosa. “Cada vez que se activa una pieza de poder en América Latina, el efecto es global”, concluye Irastorza. “Estamos ante una demostración que, aunque se presenta como preventiva, podría ser el preludio de un nuevo ciclo de tensiones hemisféricas”.