EEUU pone en jaque el impuesto global y genera tensiones internacionales
La administración estadounidense reabre la polémica en torno al impuesto global al pedir una excepción para sus multinacionales, desatando críticas de China y Europa, y poniendo en riesgo el acuerdo global que busca combatir la evasión fiscal.
La batalla por un impuesto global justo parece estar al borde del colapso. El reciente giro protagonizado por Estados Unidos, que reclama una excepción para sus corporaciones más poderosas, ha incendiado las relaciones internacionales y amenaza con desatar un nuevo conflicto económico mundial. ¿Estamos acaso ante el fin de una era de cooperación fiscal?
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) había impulsado un acuerdo sin precedentes para regular los impuestos sobre multinacionales y frenar la evasión fiscal. Sin embargo, la administración estadounidense, con el precedente de la era Trump, ha pedido una cláusula especial —un llamado “carve-out”— para proteger a sus gigantes corporativos. Este movimiento ha provocado la reacción en cadena de potencias como China y varias naciones europeas, quienes no están dispuestas a ceder.
Lo sucedido abre una grieta preocupante que podría fracturar uno de los pactos más ambiciosos en la historia tributaria global. Más allá de la diplomacia tradicional, estas discrepancias podrían derivar en represalias comerciales, incluidos aranceles que afecten aún más la economía mundial.
La resistencia estadounidense no es un dato menor. Sin la adhesión firme de la mayor economía del planeta, el combate contra la elusión y evasión fiscal pierde su columna vertebral. ¿Cómo se sostendría entonces un mecanismo global eficaz si una ficha clave se descuelga del tablero?
Este impasse podría, además, alimentar un escenario propicio para que otras naciones también busquen proteger sus intereses a sectores específicos, generando un efecto dominó difícil de controlar.
Los bloques europeo y asiático no están actuando en defensa de la pura virtud, sino también protegiendo sus propias arterias económicas. La exigencia de Washington ha sido vista como una suerte de ‘privilegio fiscal’, un trato desigual que pone en riesgo la equidad en la competencia global.
¿Podrán estos actores encontrar un terreno común o se avecina una guerra fría comercial con nuevos aranceles y medidas proteccionistas? El tiempo apremia, y la fecha límite antes de 2026 parece cada vez más lejana si no hay concesiones reales.
Esta disputa rebasa con creces las discusiones técnicas y adentra el terreno político y estratégico, donde ningún país quiere ceder cuota de poder. La exigencia estadounidense, aunque comprensible desde un punto de vista nacionalista, pone en jaque el sistema multilateral que hasta ahora había logrado avances.
Por otro lado, la comunidad internacional está ante una encrucijada: ¿seguir apostando a la cooperación o asumir que la unilateralidad puede convertirse en norma? Al final, toda esta trama afecta... no solo grandes corporaciones, sino también a economías locales y consumidores globales.