Geopolítica de los recursos | Cumbre del G7 en Toronto

El G7 convierte a Canadá en su “arsenal verde”: inversiones relámpago en grafito y tierras raras para romper la pinza china

UNSPLASH / SAMARTH KULKARNI

El Gobierno canadiense anunció la primera oleada de acuerdos y proyectos bajo la nueva alianza de minerales críticos del G7, con compras garantizadas, reservas estratégicas y capital para acelerar minas y refinerías de grafito y tierras raras en Quebec y Ontario. El movimiento busca blindar las cadenas de suministro frente al dominio chino y llega horas después de que Donald Trump presumiera de haber “resuelto” el pulso de las tierras raras con Xi Jinping por un año.

Canadá se ha colocado en el centro del mapa estratégico de la transición energética. Al cierre de la reunión de ministros de Energía y Medio Ambiente del G7 en Toronto, Ottawa presentó 26 inversiones y asociaciones para “desbloquear” una cartera de proyectos valorada en 6.400 millones de dólares canadienses, con el objetivo de aumentar la oferta de minerales esenciales para baterías y tecnologías limpias. La Alianza para la Producción de Minerales Críticos —impulsada por Canadá y sus socios del G7— utilizará herramientas soberanas y financiación público-privada para llevar activos a producción más rápido y con estándares elevados. 

Más allá de los grandes titulares, hay medidas concretas. El ministro de Energía y Recursos Naturales, Tim Hodgson, detalló acuerdos de compra a futuro (offtake) y los primeros pasos para crear existencias estratégicas. Entre los proyectos priorizados figuran un yacimiento de grafito en Quebec —con compromisos de compra vinculados a productores como Nouveau Monde Graphite— y la ampliación de una refinería de tierras raras en Ontario, piezas clave para reducir la dependencia del procesamiento chino. La lógica es sencilla: garantizar demanda y precio a los operadores para que inviertan ahora, no “cuando el mercado quiera”. 

La jugada se produce en un momento de máxima sensibilidad. Occidente ha comprobado en los últimos años que la seguridad energética y la seguridad de materiales son dos caras de la misma moneda. Desde imanes permanentes para eólica y vehículos eléctricos hasta aleaciones para defensa, el déficit de oferta fuera de China ha sido un cuello de botella recurrente. Con este plan, el G7 pretende replicar, a escala de materiales, lo que ya ensayó con el gas tras 2022: diversificación, contratos de largo plazo y “almacenes” que amortigüen shocks. 

El telón de fondo lo puso Washington. Tras su encuentro con Xi Jinping, Donald Trump aseguró que el problema de las tierras raras “está resuelto” con un acuerdo de un año que mantendría flujos de exportación chinos. Aunque el mensaje enfría el riesgo inmediato, la memoria reciente enseña que las promesas pueden revertirse con rapidez. Para los mercados y los fabricantes europeos y norteamericanos, la señal del G7 es que no esperarán a la siguiente restricción para actuar. 

¿Quién gana y quién pierde? Ganan los desarrolladores en Quebec y Ontario que consigan offtakes y permisos acelerados; ganan los integradores de baterías, automoción y eólica que obtengan suministro estable de grafito y tierras raras; y ganan los Estados que refuercen su autonomía estratégica. Pierde el “arbitraje geopolítico” que permitía a unos pocos actores mover precios y plazos a golpe de regulación. Falta por ver la velocidad real de ejecución: la ingeniería de proceso, la tramitación ambiental y el capital de proyecto pueden tensar calendarios. Pero el mensaje político está dado: Canadá será el plan B —y cada vez más, el plan A— del G7 para los minerales críticos.