Rusia desafía la tecnología estadounidense y reconfigura el equilibrio bélico en Ucrania

Golpe a EE.UU.: los misiles rusos Iskander y Kinzhal rompen el escudo Patriot y cambian el rumbo de la guerra en Ucrania

Los misiles Iskander-M y Kinzhal, emblemas del nuevo arsenal ruso, están consiguiendo lo que parecía imposible: superar los sistemas antimisiles Patriot estadounidenses desplegados en Ucrania. Según informes del Financial Times, las tasas de interceptación han caído drásticamente en los últimos meses, demostrando que Rusia ha adaptado su tecnología para eludir los radares y golpear con precisión milimétrica. Este avance marca un punto de inflexión en la guerra y acelera la carrera armamentística global.

La guerra de Ucrania entra en una fase que los analistas califican de “escalada sin precedentes”. En los últimos meses, Rusia ha perfeccionado sus sistemas de misiles tácticos Iskander-M y Kinzhal, capaces de burlar las defensas Patriot que Estados Unidos y sus aliados instalaron en el país para proteger puntos estratégicos. Los nuevos informes señalan que, en los segundos finales del vuelo, los misiles rusos modifican su trayectoria, evadiendo los interceptores estadounidenses que hasta ahora eran considerados los más sofisticados del mundo.

El sistema Iskander-M, un misil balístico de corto alcance, viaja a velocidades superiores a Mach 6 y puede cambiar de rumbo en pleno vuelo, dificultando su detección por radar. Por su parte, el Kinzhal, una de las joyas del arsenal hipersónico ruso, alcanza velocidades de hasta Mach 10 y combina maniobrabilidad con precisión quirúrgica. Ambos sistemas se han utilizado en ataques recientes contra posiciones ucranianas, provocando daños considerables en infraestructuras militares y demostrando una evolución tecnológica que ha sorprendido incluso al Pentágono.

El Financial Times y medios especializados advierten que la tasa de éxito de los misiles Patriot, que en los primeros meses de la guerra superaba el 80%, habría caído por debajo del 40% frente a los nuevos modelos rusos. Este cambio altera el equilibrio estratégico sobre el terreno y obliga a Washington a replantear su estrategia de defensa y suministro a Ucrania.

Según fuentes citadas por The Wall Street Journal, la administración Trump ha aprobado compartir inteligencia con Kiev para coordinar ataques en territorio ruso, un paso que abre un nuevo escenario de riesgo. Además, el Pentágono evalúa la posibilidad de incorporar misiles Tomahawk de largo alcance, lo que supondría una escalada directa en la confrontación entre Moscú y la OTAN.

Europa, mientras tanto, advierte de un entorno de guerra híbrida que ya afecta al continente. El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, coinciden en que el clima bélico “ha dejado de ser una hipótesis” y que los países del sur de Europa deben prepararse para eventuales ciberataques o incidentes híbridos en su territorio.

Para los expertos, la modernización rusa refleja un aprendizaje acelerado durante los más de tres años de conflicto. Moscú habría conseguido adaptar su ingeniería militar para neutralizar tecnologías occidentales clave, y ahora busca extender esa ventaja estratégica. El resultado es un nuevo ciclo armamentístico global, donde las potencias compiten por recuperar superioridad en sistemas de misiles, defensa antiaérea e inteligencia táctica.

Mientras tanto, la economía de guerra se impone. “La inversión ya no va a la mantequilla, sino a los tanques”, ironizó un analista militar europeo al referirse al aumento del gasto en defensa en toda la OTAN. La guerra en Ucrania, que comenzó como un conflicto regional, se consolida como el laboratorio tecnológico y geopolítico de una nueva era de confrontación global.