Milei desafía a los mercados: Argentina mantendrá el control del peso hasta 2027 pese a las presiones internacionales
El presidente argentino Javier Milei mantiene el control del peso argentino frente al dólar hasta 2027, desafiando las presiones del mercado y apostando por una flotación administrada para estabilizar la economía y promover reformas estructurales en un panorama complejo.
En una jugada inesperada que ha sacudido a analistas y operadores financieros, el presidente argentino Javier Milei ha decidido mantener un régimen de control del tipo de cambio del peso frente al dólar hasta, al menos, 2027. La medida, que contradice su discurso histórico a favor de la libertad total de los mercados, revela un viraje pragmático dentro de su gobierno y una apuesta por la estabilidad económica a largo plazo, aunque a costa de tensiones con los sectores más ortodoxos.
El modelo adoptado por el Ejecutivo no es una flotación libre, como reclamaban los inversores internacionales, sino un esquema de flotación administrada con una banda cambiaria controlada que se irá ampliando gradualmente. El objetivo es evitar saltos abruptos en el tipo de cambio que puedan desatar una crisis inflacionaria o una corrida bancaria, males recurrentes en la historia económica reciente del país.
Lejos de ser un movimiento ideológico, la decisión tiene un trasfondo táctico. Milei busca tiempo para consolidar las reformas estructurales prometidas —entre ellas la reducción del gasto público y la apertura comercial— sin provocar una devaluación brusca que desate el malestar social. En el tablero político, este control cambiario funciona como un mecanismo de contención, destinado a mantener la calma mientras el gobierno intenta ganar credibilidad interna y respaldo externo.
Según fuentes cercanas al Ministerio de Economía, Estados Unidos podría ofrecer una línea de crédito de emergencia para respaldar esta estrategia, garantizando liquidez y estabilidad en el corto plazo. Si se confirma, el apoyo del Tesoro estadounidense daría un respiro significativo a la administración de Milei, además de enviar un mensaje claro a los mercados sobre su capacidad de negociación global.
Sin embargo, los detractores advierten que esta política podría restringir la competitividad exportadora y generar un tipo de cambio artificial que, tarde o temprano, terminaría corrigiéndose con una fuerte devaluación. Las cámaras industriales ya han manifestado su preocupación por el encarecimiento de los productos argentinos en el exterior, mientras que los economistas más liberales califican la medida como una “contradicción conceptual” respecto a la filosofía de libre mercado que Milei defendió durante su campaña.
La realidad, sin embargo, es que el presidente parece optar por el realismo político antes que por el dogmatismo. En un contexto de inflación todavía elevada, reservas internacionales limitadas y un clima social frágil, el control del peso aparece como una solución temporal para evitar males mayores. El desafío será calibrar con precisión el ritmo de apertura de la banda cambiaria sin quebrar la confianza ni provocar un efecto dominó en los precios internos.
De momento, la estrategia ha traído algo de calma a los mercados locales, aunque con cautela. El dólar paralelo muestra estabilidad, y los bonos soberanos registran leves avances. Pero nadie ignora que el margen de error es mínimo: cualquier desviación o shock externo podría poner en jaque la arquitectura económica diseñada por el gobierno.
Milei, siempre polémico y desafiante, ha dejado claro que no piensa ceder ante la presión de los ortodoxos ni de los especuladores. En sus propias palabras, “la libertad económica requiere orden antes que improvisación”.
Argentina entra así en una nueva fase de su eterna batalla contra la inflación y la desconfianza. Una etapa donde, más que ideología, lo que se juega es la credibilidad de un proyecto económico que busca sobrevivir en medio del caos estructural.