Venezuela se prepara con tácticas guerrilleras ante amenaza inminente de intervención de EEUU
El Gobierno venezolano ha diseñado un plan de defensa basado en tácticas guerrilleras para enfrentar una posible invasión estadounidense. La estrategia busca desorganizar las fuerzas invasoras mediante sabotajes y desorden urbano en Caracas, promoviendo una resistencia prolongada. La medida ha generado preocupación por su impacto regional y humanitario.
En medio de un clima internacional cada vez más tenso, Venezuela ha puesto en marcha una estrategia militar sin precedentes: el gobierno de Caracas ha diseñado un plan de resistencia tipo guerrilla para complicar cualquier intento de intervención extranjera, particularmente por parte de Estados Unidos. La medida, calificada por analistas como “arriesgada pero calculada”, busca convertir el territorio nacional en un entramado de células de sabotaje y defensa irregular, capaces de sostener una guerra prolongada.
Un plan de dispersión para “hacer ingobernable” Caracas
Según fuentes próximas al Ministerio de Defensa, la nueva doctrina venezolana contempla la fragmentación de las fuerzas armadas y civiles en pequeñas unidades autónomas, entrenadas para operar sin comunicación centralizada. El objetivo: mantener la capacidad de resistencia incluso si la infraestructura estatal es destruida o tomada.
El foco principal estaría en Caracas, donde el gobierno pretende implementar una estrategia de anarquización controlada, dificultando cualquier intento de ocupación o control por parte de fuerzas extranjeras. La táctica, inspirada en conflictos asimétricos del siglo XX, busca convertir la capital en un terreno impredecible, donde la confusión y la desinformación actúen como armas.
“Se trata de una estrategia que transforma la desventaja militar en una ventaja psicológica”, señala un analista del Centro Latinoamericano de Estudios Estratégicos. “Si un enemigo no puede distinguir combatientes de civiles, ni predecir dónde será el próximo ataque, pierde efectividad y legitimidad”.
Caos como disuasión
La llamada “anarquización urbana” consiste en romper cadenas de mando, dispersar fuerzas y fomentar la incertidumbre. En la práctica, esto implica sabotajes en infraestructuras clave, cortes de comunicación y acciones de desgaste prolongado. La doctrina venezolana asume que un ejército convencional, por muy tecnológicamente avanzado que sea, tiene límites frente al caos social sostenido.
El modelo recuerda a tácticas usadas en Irak y Afganistán, donde la guerra irregular logró frenar ocupaciones mucho más poderosas. Sin embargo, los riesgos humanitarios son elevados. El combate dentro de las ciudades podría generar un colapso de servicios básicos y una crisis civil de grandes proporciones.
El papel de Rusia y China
La estrategia no surge en el vacío. Fuentes diplomáticas señalan que Rusia y China habrían mostrado interés en brindar apoyo técnico y asesoramiento táctico, especialmente en ciberdefensa y guerra urbana. Moscú, que mantiene acuerdos militares con Caracas, considera la situación una oportunidad para reforzar su influencia en el hemisferio occidental frente a Washington.
Este respaldo preocupa a varios gobiernos latinoamericanos, que temen una escalada regional si el conflicto se agrava. La frontera con Colombia, altamente militarizada, y las rutas marítimas del Caribe podrían convertirse en escenarios de fricción diplomática o incluso militar.
Un dilema nacional e internacional
Mientras el gobierno venezolano defiende su derecho a proteger la soberanía “por todos los medios necesarios”, expertos en derechos humanos advierten del riesgo de militarizar completamente la vida civil. Las estrategias de guerrilla urbana, dicen, pueden terminar afectando a la población más que a los posibles invasores.
Aun así, en Caracas la consigna parece clara: resistir. La narrativa oficial presenta el plan como una “defensa heroica ante el imperialismo extranjero”, mientras la comunidad internacional debate hasta qué punto esta táctica puede realmente disuadir una intervención.
Venezuela se encuentra, así, ante una encrucijada histórica. En su intento por preservar la soberanía, el país podría estar adentrándose en un escenario de caos autogenerado, donde la frontera entre defensa y destrucción se vuelve cada vez más difusa.