Takaichi rompe el techo de cristal en Japón: el LDP la elige y la impulsa hacia la jefatura del Gobierno
Japón vive un punto de inflexión político. Sanae Takaichi, de 64 años, ha ganado el liderazgo del gobernante Partido Liberal Democrático (LDP) tras derrotar en la segunda vuelta al ministro de Agricultura, Shinjiro Koizumi. Con el voto del Parlamento previsto para mediados de octubre, todo apunta a que Takaichi será confirmada como jefa de Gobierno, pese a que el LDP ya no conserva por sí mismo la mayoría formal: sigue siendo la fuerza dominante de la Cámara Baja y podría apoyarse en acuerdos puntuales para gobernar.
La elección interna del LDP, que combina el voto de sus 295 parlamentarios y las 47 federaciones prefecturales, se resolvió en una segunda vuelta entre Takaichi y Koizumi tras un primer escrutinio sin mayoría absoluta. La victoria de Takaichi, que sucede a Shigeru Ishiba, despeja el camino para que Japón tenga por primera vez una mujer al frente del Ejecutivo. La sesión del Dieta para formalizar la designación se celebrará a mediados de mes, en un contexto político marcado por la erosión de apoyo al oficialismo y la necesidad de recomponer puentes con antiguos socios como Komeito.
Takaichi es una figura curtida en los gabinetes del ala conservadora del LDP y una aliada histórica del difunto Shinzo Abe. Fue ministra de Asuntos Internos y Comunicaciones y, más recientemente, responsable de Seguridad Económica —un cargo clave en plena reordenación de cadenas de suministro y competencia tecnológica con China—. Su perfil la ha llevado a ser descrita como una política de línea dura, admiradora de Margaret Thatcher, con posiciones nacionalistas en defensa y una agenda social marcadamente conservadora.
En economía, Takaichi ha defendido la continuidad del marco “Abenomics” —estímulo fiscal selectivo y reformas procrecimiento— y se ha mostrado crítica con un endurecimiento monetario prematuro por parte del Banco de Japón. De confirmarse, su llegada podría reforzar una narrativa de apoyo a la inversión en innovación y a la reindustrialización estratégica (semiconductores, energía, tecnologías duales), al tiempo que busca aliviar la presión inflacionaria sobre salarios reales. Para mercados, el foco pasará por el binomio yen/BoJ, el pulso de los salarios de primavera y la orientación del gasto público en 2026.
En el terreno geopolítico, su victoria puede traducirse en una aceleración de la agenda de revisión constitucional —con el artículo 9 como telón de fondo—, mayor presupuesto de defensa y un alineamiento aún más estrecho con Estados Unidos, además de gestos de proximidad con Taiwán. Todo ello llega con un calendario diplomático intenso y la posibilidad de un encuentro con el presidente estadounidense, Donald Trump, este mismo octubre. Para los inversores, implica continuidad en el refuerzo del perímetro de seguridad económica (controles de exportación, inversión extranjera y ciberseguridad).
El desafío inmediato de Takaichi será político: reconstruir la confianza tras los reveses electorales del LDP, recomponer mayorías operativas y presentar resultados tangibles en coste de la vida, productividad y seguridad. Su liderazgo abre una etapa inédita para Japón, tanto por el hito de género como por el tono más firme en defensa y en política industrial. Si logra estabilizar el frente interno y traducir su agenda en crecimiento inclusivo, el país podría encarar 2026 con un mix macro más equilibrado; si no, la ventana de oportunidad se reducirá a un breve “rally” de expectativas. En cualquiera de los dos escenarios, el mercado estará leyendo con lupa el primer discurso de política general y el diseño del próximo presupuesto.