El presidente anuncia el nuevo estatus tras firmar con Riad un acuerdo de defensa que califica de «histórico»

Trump designa a Arabia Saudí aliado principal de Estados Unidos fuera de la OTAN

EPA/JIM LO SCALZO

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado la designación formal de Arabia Saudí como «aliado principal no perteneciente a la OTAN» de Washington. El anuncio se produjo durante una cena con el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, en la que ambos líderes destacaron la voluntad de reforzar la cooperación militar y política. Trump enmarcó el paso en la construcción de una «alianza más fuerte y capaz» que, según dijo, servirá «al máximo interés de la paz». El movimiento llega tras la firma de un acuerdo de defensa que el presidente calificó de «histórico» y que presenta como vía hacia una «paz duradera en Oriente Medio».

El nuevo estatus sitúa a Arabia Saudí en un grupo reducido de países con acceso preferente a equipamiento militar, cooperación en materia de seguridad y proyectos conjuntos de defensa con Estados Unidos. La decisión refuerza el vínculo entre Washington y uno de sus socios clave en Oriente Medio, en un momento marcado por la competencia geopolítica en la región y por las tensiones con otros actores, como Irán. Al mismo tiempo, abre el debate sobre las implicaciones de profundizar la alianza con un régimen fuertemente cuestionado por organizaciones de derechos humanos.

Nuevo estatus estratégico

La figura de «aliado principal no perteneciente a la OTAN» agrupa a países que, sin formar parte de la Alianza Atlántica, reciben un tratamiento preferente en el ámbito de la cooperación militar estadounidense. Este estatus suele incluir facilidades para la adquisición de armamento, acceso a determinados programas de entrenamiento y participación en proyectos conjuntos de desarrollo de capacidades defensivas. Con la decisión anunciada por Trump, Arabia Saudí se incorpora oficialmente a este círculo preferente.

Según la justificación ofrecida por el presidente estadounidense, una «alianza más fuerte y capaz» permitirá coordinar mejor la respuesta ante amenazas compartidas y mejorar la interoperabilidad de las fuerzas armadas de ambos países. Washington y Riad mantienen desde hace décadas una estrecha relación en materia de seguridad energética y lucha antiterrorista, que ahora se consolida con un marco político y jurídico más definido.

La cena con el príncipe heredero

El anuncio se produjo en el contexto de una cena oficial con el príncipe heredero Mohammed bin Salman, convertido en principal interlocutor de Washington en el reino del Golfo. Durante el encuentro, Trump subrayó que la relación entre ambos países atraviesa «uno de sus mejores momentos» y aseguró que Estados Unidos y Arabia Saudí «nunca habían estado tan cerca» de lograr una «paz verdaderamente duradera en Oriente Medio».

Por su parte, el príncipe heredero ha utilizado estos foros para reafirmar la imagen de Arabia Saudí como socio imprescindible de Estados Unidos en la región, tanto en el plano energético como en el de la seguridad. La escena, con ambos líderes reforzando públicamente su sintonía, sirve además como mensaje hacia otros actores regionales y hacia las propias opiniones públicas de ambos países.

El acuerdo de defensa «histórico»

La designación como aliado preferente llega inmediatamente después de la firma de un acuerdo de defensa que la Casa Blanca describe como «histórico». Aunque no se han detallado públicamente todas sus cláusulas, la Administración Trump lo presenta como un instrumento para ampliar la cooperación en entrenamiento militar, intercambio de inteligencia y adquisición de equipamiento avanzado por parte de Riad.

Este tipo de acuerdos suele contemplar también mecanismos de planificación conjunta y de coordinación ante escenarios de crisis regionales. Para Washington, consolidar a Arabia Saudí como socio prioritario en materia de defensa refuerza su arquitectura de seguridad en Oriente Medio y envía una señal clara sobre la jerarquía de sus alianzas en el área.

Impacto en Oriente Medio

El fortalecimiento de la alianza militar entre Estados Unidos y Arabia Saudí tiene implicaciones directas en el equilibrio regional de poder. El reino se reafirma como uno de los principales contrapesos a la influencia de otros actores, en particular Irán, en conflictos y tensiones que se extienden desde el Golfo Pérsico hasta el Mediterráneo oriental. El nuevo estatus puede facilitar una mayor coordinación entre Washington y Riad en escenarios como la seguridad marítima o la respuesta a grupos armados en la región.

Al mismo tiempo, la decisión podría interpretarse como un refuerzo del apoyo estadounidense a la política exterior saudí, generando recelos en actores que recelan de la proyección militar del reino. La percepción de un respaldo prácticamente incondicional de Washington a Riad puede alimentar dinámicas de competición regional, con el riesgo de complicar los esfuerzos diplomáticos en varios conflictos abiertos.

Mensaje político de Trump

Las declaraciones de Trump sobre estar «más cerca que nunca» de una «paz eterna» en Oriente Medio enmarcan el anuncio en un discurso de logros diplomáticos y de consolidación del liderazgo estadounidense. La Casa Blanca presenta la decisión como una apuesta por la estabilidad regional a través del fortalecimiento de sus principales alianzas, en línea con la visión del presidente de que la seguridad de Estados Unidos pasa por apoyar de forma decidida a sus socios estratégicos.

Este movimiento encaja, además, en la narrativa de la Administración Trump de priorizar acuerdos bilaterales de defensa y seguridad, que considera más eficaces que los grandes marcos multilaterales. Convertir a Arabia Saudí en aliado principal fuera de la OTAN permite a Washington exhibir resultados tangibles en su política hacia Oriente Medio y reforzar la idea de que sus alianzas se basan en compromisos claros y en beneficios mutuos.