Trump firma una orden para suavizar los aranceles a Brasil y eximir a parte del sector agrícola desde noviembre
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha firmado una orden ejecutiva para modificar los aranceles impuestos a las importaciones procedentes de Brasil, reduciendo el alcance de los productos afectados y eximiendo a determinadas mercancías agrícolas. La medida, fruto de conversaciones con el Gobierno brasileño, será efectiva a partir del 13 de noviembre de 2025 e incluye la devolución de los derechos cobrados de más.
Estados Unidos da un giro parcial en su política arancelaria hacia Brasil. El presidente Donald Trump ha firmado una orden ejecutiva que modifica el alcance de los gravámenes adicionales aplicados a las importaciones brasileñas, especialmente en el ámbito agrícola, enviando un mensaje de distensión tras meses de tensión comercial.
En el texto oficial, Trump explica que la decisión llega después de “conversaciones con las autoridades brasileñas” y que el objetivo es “modificar el alcance de los productos sujetos al tipo adicional ad valorem” anunciado en julio. En la práctica, esto se traduce en que ciertos productos agrícolas quedarán exentos de esos aranceles adicionales, aliviando la presión sobre uno de los sectores clave de la economía brasileña.
La orden especifica que las modificaciones serán efectivas para las mercancías entradas para consumo, o retiradas de depósito para consumo, a partir de las 12:01 a.m. (hora estándar del Este) del 13 de noviembre de 2025. Además, contempla un punto crucial para las empresas afectadas: en aquellos casos en los que ya se hayan cobrado derechos que ahora queden sin efecto, se procederá a la devolución de los aranceles, siguiendo la legislación vigente y los procedimientos habituales de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP).
Para Brasil, el gesto supone un respiro para su poderoso sector agroexportador, que veía cómo el aumento de los costes de entrada a Estados Unidos amenazaba su competitividad frente a otros proveedores internacionales. Soja, carne, azúcar u otros productos agroindustriales brasileños habían quedado en el punto de mira de una política arancelaria más agresiva, y esta corrección de rumbo abre la puerta a recomponer parte del terreno perdido.
Desde la perspectiva estadounidense, la decisión refleja un equilibrio entre presión y pragmatismo. Por un lado, la Casa Blanca mantiene la narrativa de defensa de los intereses nacionales y de revisión de acuerdos comerciales considerados desventajosos. Por otro, reconoce la necesidad de no desgastar en exceso la relación con un socio estratégico en América Latina, relevante en términos económicos, energéticos y geopolíticos.
La exención parcial para productos agrícolas también tiene lectura interna en Estados Unidos. Importadores, cadenas de distribución y grandes compañías alimentarias han advertido en los últimos meses de que un exceso de proteccionismo puede traducirse en mayores costes para el consumidor, en un contexto de sensibilidad al precio y preocupación por la inflación. La flexibilización de aranceles a productos concretos ayuda a moderar ese impacto sin desmantelar todo el esquema de presión comercial.
En el plano político, la orden ejecutiva llega tras semanas de negociación técnica y diplomática entre Washington y Brasilia. El hecho de que el documento mencione explícitamente el posible reembolso de derechos ya recaudados muestra hasta qué punto la Administración estadounidense está dispuesta a recalibrar medidas previas si considera que han generado efectos secundarios indeseados o tensiones innecesarias con un aliado regional.
Para las empresas brasileñas, el próximo paso será analizar en detalle la lista de productos efectivamente exentos y revisar sus estrategias de exportación, precios y contratos. Para los importadores estadounidenses, se abre la posibilidad de ajustar sus estructuras de costes y trasladar, en parte, ese alivio a los precios finales o a márgenes de mayor estabilidad.
En cualquier caso, la firma de esta orden ejecutiva indica que la relación comercial entre Estados Unidos y Brasil entra en una fase algo menos combativa, en la que la retórica de firmeza convive con gestos de flexibilidad selectiva. Un mensaje claro para los mercados y para el resto de socios: la política arancelaria de la Casa Blanca no es monolítica y puede adaptarse cuando el coste económico y diplomático empieza a ser demasiado alto.