Trump presume control sobre Pekín: “Xi no atacará Taiwán mientras yo sea presidente”
En una entrevista con CBS, el presidente de Estados Unidos aseguró que China no invadirá Taiwán durante su mandato y que el propio Xi Jinping le ha garantizado la estabilidad en el estrecho. Las declaraciones, cargadas de ambigüedad, llegan en plena escalada militar en Asia y reabren el debate sobre la estrategia de disuasión estadounidense frente a Pekín.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a colocar la relación con China en el centro de la política internacional con una afirmación contundente: “China no atacará Taiwán mientras yo sea presidente”. La frase, pronunciada en una entrevista concedida a CBS y difundida este domingo, llega apenas unos días después de su encuentro con el líder chino Xi Jinping y busca proyectar una imagen de firmeza y control en uno de los frentes más sensibles del tablero geopolítico global.
Trump aseguró que tanto Xi como otros altos funcionarios del Gobierno chino “han prometido repetidamente no escalar la crisis” y que su administración “tiene claro que Pekín entiende las consecuencias” de una acción militar sobre la isla. “Saben lo que pasaría si lo intentan. No voy a dar detalles, pero se enterarán si ocurre”, advirtió el mandatario, en una respuesta que mezcla advertencia y ambigüedad calculada.
Durante la entrevista, el presidente también reveló que Xi no mencionó Taiwán en su reciente reunión bilateral, un silencio que, según Trump, demuestra la voluntad de mantener la tensión bajo control. Sin embargo, diplomáticos y analistas consultados por medios estadounidenses interpretan ese mutismo de otro modo: como una señal de que China mantiene su estrategia de esperar y observar, mientras refuerza su presencia militar en el estrecho y su presión económica y política sobre Taipéi.
El contexto no podría ser más delicado. Los movimientos de buques y aviones chinos cerca de la isla se han multiplicado en los últimos meses, y la nueva administración de Trump ha endurecido su discurso en defensa de la “autonomía taiwanesa”, enviando armamento avanzado y buques de guerra a la zona. En paralelo, la Casa Blanca ha renovado su compromiso con el Tratado de Relaciones con Taiwán, pese a las críticas de Pekín, que considera esas acciones una violación del principio de “una sola China”.
Para la diplomacia internacional, la frase de Trump tiene una doble lectura. Por un lado, busca transmitir disuasión y mostrar liderazgo frente a un electorado que valora la fuerza en política exterior. Por otro, refuerza la percepción de que el presidente usa su relación personal con Xi como argumento político, confiando más en la negociación directa que en los canales diplomáticos tradicionales.
Analistas de seguridad en Washington advierten que el equilibrio en el estrecho de Taiwán sigue siendo frágil y que cualquier declaración mal interpretada podría aumentar el riesgo de error de cálculo. Aunque la Casa Blanca afirma que su posición no ha cambiado, el discurso de Trump —marcado por su estilo imprevisible— contrasta con el tono más institucional de sus predecesores, que preferían mantener la ambigüedad estratégica como herramienta de contención.
En el terreno militar, el Pentágono mantiene en alerta sus bases en el Pacífico y refuerza la cooperación con Japón y Filipinas, en un movimiento que busca asegurar el acceso y la defensa de rutas críticas. Pekín, por su parte, ha respondido con maniobras conjuntas con Rusia y con advertencias de que “Taiwán es una línea roja”.
Trump, fiel a su retórica, cerró su intervención con un mensaje de confianza: “Mientras yo esté en el cargo, no habrá guerra con China”. Pero detrás de esa frase late una tensión latente que ningún gesto diplomático ni promesa personal parece disipar del todo.