Zelenski abre la puerta al plan de Trump
Volodímir Zelenski ha confirmado que equipos de expertos de Ucrania y Estados Unidos trabajarán ya de forma conjunta en las provisiones de un plan de paz diseñado en Washington para poner fin a la campaña militar rusa. La Casa Blanca, con Donald Trump al frente, defiende que la propuesta es “buena para Rusia y para Ucrania”, mientras crecen las dudas en Europa por las concesiones que podría implicar sobre el territorio y la capacidad defensiva de Kiev.
La guerra de Ucrania entra en una nueva fase, esta vez diplomática. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, anunció que equipos de su país y de Estados Unidos van a trabajar codo con codo en las provisiones de un plan de paz que busca poner fin a la ofensiva rusa. El mensaje llegó a través de una publicación en X tras su reunión en Kiev con el secretario del Ejército de Estados Unidos, Daniel Driscoll, enviado especial de la administración Trump para acelerar una salida negociada al conflicto. Según Zelenski, sobre la mesa se debatieron “opciones para lograr una paz real, la secuencia del trabajo y los formatos de diálogo, así como nuevos impulsos para la diplomacia”. También agradeció expresamente a Donald Trump sus esfuerzos para alcanzar la paz en Europa del Este, un gesto que marca un cambio de tono respecto a etapas anteriores de máxima tensión entre Kiev y Washington.
El presidente ucraniano confirmó además que ya ha recibido un primer borrador del plan de paz elaborado por el equipo de Trump y se mostró dispuesto a estudiar “todas las propuestas significativas que puedan acercar una paz real”. La señal es clara: Ucrania, presionada por el desgaste militar, las dificultades económicas y un apoyo occidental menos homogéneo que hace dos años, ya no puede permitirse ignorar los movimientos diplomáticos de la Casa Blanca.
Desde Washington, el mensaje oficial va en la misma línea, pero con un matiz clave. La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, aseguró que Trump sigue “determinado a poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania” y que el eje de los avances actuales es una propuesta de paz trabajada durante el último mes por el secretario de Estado, Marco Rubio, y el enviado especial Steve Witkoff, en contacto tanto con Moscú como con Kiev. Leavitt definió el documento como “un buen plan” y subrayó que “debería ser aceptable para ambas partes”.
Sin embargo, lo que en Washington se presenta como un equilibrio difícil, en Europa y en parte de la opinión pública ucraniana se percibe como una concesión extrema. Filtraciones y análisis recientes apuntan a que el borrador incluiría cesiones territoriales significativas en el este del país y limitaciones a largo plazo sobre el tamaño y las capacidades del ejército ucraniano, además de restricciones al suministro futuro de armamento occidental. Algunos medios han llegado a describirlo como un plan “basado en la capitulación de Kiev”, algo que choca frontalmente con las líneas rojas que Zelenski había defendido desde el inicio de la invasión.
La paradoja es evidente: mientras Zelenski se muestra dispuesto a “trabajar” sobre el texto y a no cerrar ninguna puerta, socios europeos claves se distancian. Gobiernos de la Unión Europea temen que un acuerdo que obligue a Ucrania a ceder territorio y a desarmarse en parte envíe un mensaje devastador a otras potencias revisionistas y consolide la idea de que la fuerza militar da réditos políticos. Bruselas y varias capitales europeas presionan para que cualquier negociación garantice la integridad territorial de Ucrania a medio plazo y mantenga algún tipo de paraguas de seguridad creíble frente a futuros ataques rusos.
Para la administración Trump, en cambio, el incentivo es doble. Por un lado, convertir el fin de la guerra en un gran éxito de política exterior que marque su segundo mandato. Por otro, reducir el coste económico y político de seguir financiando el esfuerzo bélico de Kiev ante una opinión pública estadounidense cada vez más dividida sobre la ayuda a Ucrania. De ahí el protagonismo de figuras como Steve Witkoff, un negociador poco convencional que se ha situado en el centro de un plan trabajado discretamente con contactos rusos durante meses.
En este tablero, Zelenski camina sobre una cuerda cada vez más fina. Si rechaza en bloque la propuesta de Washington, corre el riesgo de quedarse aislado respecto a su principal aliado militar. Si la acepta tal y como está, podría enfrentarse a un fuerte rechazo interno por validar pérdidas territoriales y recortes de soberanía difíciles de justificar ante una población que ha pagado un altísimo precio humano. Por ahora, el presidente ucraniano opta por la única vía que le deja margen de maniobra: mostrarse abierto al diálogo, ganar tiempo y tratar de moldear el borrador para que la “paz real” que promete Trump no se convierta en una paz impuesta.
Mientras los equipos técnicos de Kiev y Washington pulen el texto, una cosa está clara: el centro de gravedad del conflicto se desplaza, poco a poco, del frente militar al frente diplomático. El desenlace de ese giro no solo definirá el futuro de Ucrania, sino también el tipo de orden de seguridad que reinará en Europa durante la próxima década.