Medvedev lanza una advertencia a Occidente

Una zona de exclusión aérea en Ucrania “sería guerra con la OTAN”, según Rusia

Una zona de exclusión aérea en Ucrania “sería guerra con la OTAN”, según Rusia

El ex presidente ruso y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad, Dmitri Medvedev, advirtió que la creación de una zona de exclusión aérea sobre Ucrania abriría la puerta a un enfrentamiento directo entre Moscú y la Alianza Atlántica. Sus declaraciones llegan en un contexto de creciente tensión tras la violación del espacio aéreo de Polonia y Rumanía por drones rusos, y se acompañan de nuevas amenazas hacia la Unión Europea por los planes de utilizar activos rusos congelados en apoyo a Kiev.

Dmitri Medvedev volvió a colocarse en el centro del tablero geopolítico con unas palabras que no dejan lugar a dudas: para Moscú, la imposición de una zona de exclusión aérea sobre Ucrania significaría una guerra abierta con la OTAN. Sus declaraciones, realizadas este lunes, se producen mientras crece la presión sobre la Alianza Atlántica para reforzar la protección de los cielos ucranianos, después de que varios drones rusos atravesaran en los últimos días el espacio aéreo de Polonia y Rumanía, ambos Estados miembros de la organización.

El mensaje de Medvedev busca recordar que el establecimiento de una no-fly zone no es una medida simbólica, sino que implicaría que aviones de la OTAN deberían derribar aeronaves rusas que violasen las restricciones. Para Rusia, ese escenario equivaldría a un choque militar directo con consecuencias imprevisibles. En la práctica, supondría cruzar una de las líneas rojas que Moscú ha repetido desde el inicio de la guerra.

A la tensión militar se suma ahora la dimensión económica y legal. Bruselas lleva semanas discutiendo cómo utilizar los activos rusos congelados para sostener a Ucrania, una cifra que, según cálculos de Reuters, alcanza entre 300.000 y 350.000 millones de dólares en depósitos y bonos. La propuesta pasa por emplear esos fondos para financiar la defensa ucraniana y proyectos de reconstrucción, una medida que cuenta con apoyos, pero también con fuertes detractores dentro de la propia Unión Europea, donde países como Hungría han advertido de los riesgos jurídicos y de la posible erosión de la confianza en el sistema financiero europeo.

Medvedev reaccionó con dureza y aseguró que, si se materializa esa iniciativa, Rusia perseguirá a los Estados miembros implicados “hasta el fin de los tiempos”. No solo prometió llevar los casos a todas las instancias judiciales posibles, tanto nacionales como internacionales, sino que insinuó la posibilidad de actuar también fuera de los tribunales, aunque no aclaró qué tipo de represalias podría adoptar el Kremlin.

La advertencia llega en un momento en el que el equilibrio entre firmeza y contención se vuelve más delicado que nunca para los socios occidentales. Por un lado, aumenta la presión para responder a las violaciones del espacio aéreo y a los ataques continuados sobre Ucrania. Por otro, persiste el temor de que cualquier paso adicional acerque a Europa y a Estados Unidos a un enfrentamiento directo con Rusia. La amenaza de Medvedev es, en definitiva, un recordatorio de que cada decisión tomada en Bruselas o en la sede de la OTAN en Bruselas se mueve en un terreno resbaladizo, donde la delgada línea entre la disuasión y la escalada se vuelve cada vez más difícil de mantener.