El cierre del Corte Inglés de Méndez Álvaro: “Cuando veas cerrar los Corte Inglés, sal corriendo, que viene la mayor crisis”
El cierre del centro de El Corte Inglés en Méndez Álvaro desata nostalgia y debate sobre el fin de una era en el comercio tradicional frente al auge del consumo digital y la transformación urbana en Madrid
El cierre del centro de El Corte Inglés en Méndez Álvaro, Madrid, ha generado un debate encendido en redes sociales, cargado de nostalgia, preocupación y análisis social. Para muchos, no se trata solo del fin de una tienda, sino de un síntoma más de la transformación que vive el comercio tradicional ante la presión del modelo digital y la reconfiguración urbana de las grandes ciudades.
Entre los más de setenta comentarios que circulan en torno al cierre, una frase se repite como un eco generacional: “Cuando veas cerrar los Corte Inglés, sal corriendo, que viene la mayor crisis”. Es una cita que rescata la idea de que los grandes almacenes han sido, durante décadas, un termómetro económico del país. Y si ese termómetro se apaga, muchos interpretan que el mercado también se enfría.
Sheila, una usuaria, lo resumía así: “Los abuelos decían, cuando veas cerrar los Corte Inglés, sal corriendo que viene la mayor crisis”. Joselito añadía: “Si cierra El Corte Inglés, mal asunto; algo va a cambiar y no sé si para bien o para mal”. Detrás de esos comentarios hay más que simple melancolía: hay una conciencia colectiva de que el cierre de estos centros marca el fin de una era del consumo español.
Pero otros usuarios apuntan a causas más concretas. Jesús comentaba que “Amazon se lo está cargando todo, pero es normal: para los clientes lo hace genial en todo”. Esta reflexión conecta con la realidad económica del retail actual: las compras online ya superan en muchos segmentos a las presenciales, y El Corte Inglés, pese a sus esfuerzos de digitalización, no ha logrado mantener el ritmo de gigantes como Amazon o Shein.
Hay quienes, sin embargo, ven una estrategia empresarial detrás del cierre. Un comentario popular señala que el centro de Méndez Álvaro cerró “por culpa de licencias urbanísticas”, y que la compañía “se quedará con los grandes y venderá espacios como ahora”. No sería la primera vez que El Corte Inglés reestructura su patrimonio para concentrarse en ubicaciones más rentables y fortalecer su logística para el comercio electrónico. De hecho, otros usuarios como Tequila apuntan en esa dirección: “Están cerrando centros porque funciona la venta online mejor y de hecho van a abrir un almacén gigantesco para reparto. Se han quitado varios centros en España y miles de trabajadores, y lo que queda”.
El sentimiento de pérdida es profundo en quienes trabajaron en el centro. Una usuaria, que firma como Fofucherascrapera, escribe: “Una pena. Llevaba trabajando 33 años allí hasta su cierre. Agradezco toda mi trayectoria profesional rodeada de grandes compañeros”. Otro, Pepitotei, recuerda con emoción sus inicios: “Yo, como empleado, inauguré ese centro. Qué momentos tan bonitos y difíciles pasé ahí hasta 1996. Qué pena”. Estos testimonios ponen rostro humano a la transformación: detrás de cada persiana bajada hay decenas de empleos, relaciones y recuerdos.
El caso de Méndez Álvaro no es aislado. En los últimos años, El Corte Inglés ha cerrado varios centros en toda España, desde La Vaguada hasta Linares, reorganizando su estructura hacia un modelo más ligero y digital. La compañía, con más de 80 años de historia, atraviesa una transición que busca mantener su relevancia en un contexto donde las grandes superficies ya no son el principal destino de compra.
Algunos comentarios incluso relacionan este cierre con cuestiones políticas o sociales. “El socialismo se lo carga todo”, dice un usuario, mientras otro replica que “el problema no es político, es estructural: la clase burguesa que compraba en El Corte Inglés ya no existe y no han sabido actualizarse”. Este contraste muestra que el debate trasciende lo económico y toca fibras culturales: El Corte Inglés no solo vendía productos, también vendía una forma de vida, asociada al progreso, al consumo de calidad y a una clase media en expansión.
Otro usuario, Man1967, resume la experiencia de cliente de los últimos años: “Antes los empleados cobraban comisiones y tenías diez queriéndote atender, ahora tienes que estar buscando a los empleados por toda la planta. Jóvenes comprando muy pocos, todo gente mayor”. Su observación ilustra una realidad clave: El Corte Inglés ha perdido la conexión con las nuevas generaciones, que prefieren la inmediatez de lo digital y la personalización de las marcas nativas online.
Por otra parte, algunos vecinos del barrio lamentan la pérdida de un espacio cotidiano. Alejandra, que vive cerca, lo expresa con sencillez: “Me da una pena, compraba siempre allí”. Otros, como Bett, recuerdan que “había bastante gente comprando” y que el cierre “fastidió a muchos clientes habituales”. Más allá del comercio, estos grandes almacenes eran puntos de encuentro y de identidad urbana.
En medio de la nostalgia y las críticas, hay también una lectura pragmática. El usuario urreac91 explica que el cierre se debió a un problema urbanístico y que el espacio se transformará en un nuevo complejo de oficinas. Esto enlaza con la tendencia de reconversión del suelo comercial en zonas premium de Madrid: menos tiendas, más oficinas y viviendas.
El cierre del Corte Inglés de Méndez Álvaro es, por tanto, un reflejo de varios procesos a la vez: la digitalización del consumo, la reestructuración del comercio físico, la pérdida de un modelo económico basado en grandes superficies y el avance del urbanismo corporativo en las grandes ciudades.
Quizá, como dicen algunos comentarios, no se trata del fin de El Corte Inglés, sino del fin de lo que representaba. Aquella España que se vestía en sus pasillos, que compraba los regalos de Navidad en sus escaparates iluminados y que encontraba allí un símbolo de bienestar y estabilidad. Hoy, esa España compra por Internet, vive más rápido y ya no mira los escaparates del Corte Inglés, sino las pantallas.
El debate sigue vivo en redes, entre quienes lo recuerdan con cariño y quienes aceptan el cambio como inevitable. Pero lo cierto es que, como advirtió una usuaria, “cuando veas cerrar los Corte Inglés, algo está cambiando”. Y esta vez, lo que cambia no es solo una tienda: es toda una manera de entender el consumo, la ciudad y el tiempo.