Avi Loeb

El cometa 3I/Atlas acelera sin explicación y reta las leyes de la física actual

Fotografía del cometa 3I/Atlas captada por el Telescopio Óptico Nórdico, mostrando sus inusuales colas orientadas en direcciones opuestas.

El tercer objeto interestelar conocido expulsa material a velocidades extremas sin perder masa aparente, una paradoja que ha llevado a Avi Loeb a plantear hipótesis tan audaces como incómodas para la astronomía clásica.

¿Qué hay detrás del extraño comportamiento del cometa interestelar 3I/Atlas? Las observaciones más recientes, tomadas el 11 de noviembre desde La Palma con el Telescopio Óptico Nórdico, muestran un objeto que acelera, expulsa gas a gran velocidad y mantiene su integridad estructural, desafiando los modelos estándar de actividad cometaria. El astrofísico Avi Loeb ha puesto números sobre la mesa y su conclusión es tan sencilla como perturbadora: con un diámetro estimado de unos 6 kilómetros, 3I/Atlas no debería ser capaz de sostener la desgasificación que se observa sin desintegrarse… y, sin embargo, lo hace.

La discrepancia entre teoría y datos ha convertido a 3I/Atlas en lo que algunos ya llaman «la nueva anomalía interestelar», obligando a revisar supuestos y reabrir el debate sobre cómo se comportan realmente estos visitantes de otros sistemas.

Una expulsión de gas que no encaja con su tamaño

El punto de partida del análisis de Loeb es cuantitativo. Según sus estimaciones, 3I/Atlas estaría expulsando material a velocidades cercanas a los 4 km por segundo durante meses. Esa tasa de desgasificación implicaría la sublimación de una cantidad enorme de dióxido de carbono (CO₂), incompatible con las dimensiones del objeto si asumimos un cometa convencional.

Para que ese flujo de gas fuese sostenible, la superficie activa —la zona desde la que se sublima material— debería alcanzar del orden de 1.600 km². Es decir, una fracción desproporcionada para un núcleo de apenas 6 km de diámetro, muy por encima de lo que sugieren las observaciones del Hubble y otros telescopios.

Aquí aparece la paradoja:

  • Con esa actividad, un cometa típico debería perder masa rápidamente, fragmentarse y rodearse de una coma gigantesca.

  • En los datos, 3I/Atlas se mantiene compacto, sin fragmentación evidente y sin mostrar una envoltura gaseosa tan extensa como exigirían esos cálculos.

La actividad sí está ahí; lo que falta es el rastro de erosión que la teoría daría por inevitable.

Atlas del objeto interestelar y la posición relativa del orbitador Tianqing-1 Mars

La sublimación que no destruye: un problema de fondo

En la física cometaria, la relación entre pérdida de masa, actividad de la superficie y estabilidad estructural está bien estudiada. Una desgasificación sostenida de la magnitud propuesta debería actuar como un proceso de desgaste acelerado, abriendo grietas, provocando desprendimientos y, en última instancia, rompiendo el núcleo.

Loeb subraya que, hasta ahora, eso no ha ocurrido con 3I/Atlas. El objeto no se ha desintegrado, no ha mostrado una caída drástica de brillo que delate una pérdida masiva de material ni ha enseñado un enjambre de fragmentos en su entorno inmediato.

De ahí la pregunta de fondo:
¿Estamos ante un fenómeno natural que todavía no entendemos bien o ante lagunas significativas en los modelos actuales?
La respuesta, por ahora, sigue abierta.

 

Chorros como propulsores: una hipótesis tan física como incómoda

Para tratar de reconciliar los datos, Loeb propone un escenario alternativo: y es aquí donde la discusión se vuelve más audaz. En lugar de asumir que los chorros de gas son simplemente resultado de la sublimación al azar de volátiles en la superficie, plantea que podrían funcionar como chorros direccionados, actuando en la práctica como propulsores orientados hacia el Sol.

Este enfoque permitiría explicar varios aspectos:

  • La aceleración no puramente gravitacional observada tras el perihelio.

  • La orientación poco habitual de las colas, que se proyectan a millones de kilómetros en direcciones opuestas.

  • La coherencia temporal de la expulsión de material, sin el deterioro estructural esperado.

Desde un punto de vista estrictamente físico, nada impide considerar chorros con geometría preferente que generen un “empuje neto” sobre el objeto. La cuestión es si esa configuración es un resultado natural de procesos geológicos y térmicos aún no bien descritos… o si sugiere algo distinto.

En ese punto, Loeb abre la puerta —con cautela— a una posibilidad más disruptiva: que estemos viendo un mecanismo de propulsión artificial. No lo afirma, pero insiste en que la hipótesis no debe descartarse a priori si los datos siguen desafiando las explicaciones tradicionales.

Una anomalía que fuerza a la astronomía a salir de su zona de confort

El caso de 3I/Atlas no se limita a ser una curiosidad técnica. Para muchos astrónomos, se ha convertido en un test de estrés para la manera en que la ciencia aborda lo inesperado:

  • La geometría de las colas,

  • Las velocidades de expulsión,

  • La ausencia de fragmentación
    componen un puzle en el que encajar las piezas obliga a revisar modelos y, quizás, a aceptar que los objetos interestelares pueden presentar una diversidad mayor de la que asumíamos.

La tensión está en el equilibrio entre dos riesgos:

  • Ser excesivamente conservador y forzar los datos para que encajen en marcos antiguos.

  • O caer en la especulación sin anclaje, abrazando explicaciones extraordinarias sin evidencia suficiente.

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Imágenes que obligan a replantear el guion

Las observaciones del Telescopio Óptico Nórdico son uno de los pilares de este debate. En ellas se aprecia una cola de unos 3 millones de kilómetros extendiéndose hacia el espacio y otra apuntando en dirección casi contraria al Sol, con un vector de velocidad que no sigue los patrones más familiares de cometas ligados gravitacionalmente a nuestro sistema.

Este paisaje visual no es solo espectacular: refuerza la sensación de que 3I/Atlas se comporta de forma atípica, con una combinación de características que no encaja con el “cometa estándar” de los manuales.

Quizá, como apuntan algunos investigadores, el mensaje de fondo sea menos exótico pero igual de importante: el universo todavía guarda muchas formas de comportamiento natural que no hemos catalogado. Y, hasta que nuevos datos permitan descartar o confirmar hipótesis, 3I/Atlas seguirá siendo un recordatorio incómodo —y estimulante— de que, a escala cósmica, aún jugamos más a descubrir reglas que a aplicarlas.

No Clear Cometary tail in Post-Perihelion Images of 3I/ATLAS