Europa mira al futuro del BCE

Christine Lagarde abre el debate sobre su sucesión y señala a Klaas Knot como posible relevo

La presidenta del Banco Central Europeo rompe el silencio sobre el futuro de la institución y apunta al holandés Klaas Knot como un perfil idóneo para ocupar el cargo cuando finalice su mandato en 2027. Sus declaraciones reavivan la batalla política por el control de la política monetaria europea.

Christine Lagarde, actual presidenta del Banco Central Europeo (BCE), ha decidido mover ficha en un tablero donde las piezas comienzan a acomodarse de cara a 2027, fecha en la que concluye su mandato. En unas declaraciones recientes, Lagarde sorprendió al mostrar su preferencia por Klaas Knot, presidente del banco central de Países Bajos, como candidato sólido para sucederla.

El gesto no es menor. Aunque todavía faltan dos años para el final de su etapa, la francesa ha colocado sobre la mesa un nombre con peso propio dentro del ecosistema financiero europeo. Knot es considerado un halcón en materia monetaria, firme defensor de la disciplina fiscal y del control de la inflación, un perfil que contrasta con la política más flexible que Lagarde ha intentado imprimir durante su mandato.

La mención a Knot llega en un contexto en el que el BCE encara una transición compleja: la inflación en la eurozona muestra señales de moderación, pero persisten las dudas sobre el crecimiento y la estabilidad del bloque. A ello se suma la presión política de diferentes capitales europeas, cada una interesada en posicionar a su propio candidato en una institución que no solo define el rumbo económico, sino también el equilibrio de poder en Bruselas y Fráncfort.

Lagarde, que no puede optar a la reelección, es consciente de que su legado dependerá en buena parte de quién tome el relevo. La presidenta francesa llegó al cargo en 2019 en un clima de incertidumbre y supo mantener cohesionada al Consejo de Gobierno del BCE en plena pandemia y durante la tormenta inflacionaria de 2022-2023. Sin embargo, también ha sido blanco de críticas por su tardanza en reaccionar ante la escalada de precios y por la dificultad de comunicar una estrategia clara en los momentos más delicados.

El nombre de Klaas Knot no aparece por casualidad. Figura habitual en el círculo del Foro Económico Mundial de Davos, es visto como un candidato con experiencia técnica y con capacidad de diálogo en un entorno de tensiones políticas crecientes. Su perfil, no obstante, despierta recelos en países del sur de Europa, que temen un endurecimiento prematuro de la política monetaria en un escenario de recuperación aún frágil.

La carrera por la presidencia del BCE se perfila, por tanto, como una de las grandes batallas en la política comunitaria de los próximos años. Francia, Alemania, Italia y los Países Bajos buscarán imponer su influencia, conscientes de que la institución monetaria se ha convertido en un actor decisivo no solo para los mercados, sino también para la estabilidad social y política de Europa.

De momento, Lagarde ha abierto el debate con un movimiento calculado: dejar clara su opinión antes de que otros lo hagan por ella. Y lo ha hecho con un mensaje doble. Por un lado, reconoce que su tiempo al frente del BCE se agota y que deberá “tocar nuevas puertas” a partir de octubre de 2027. Por otro, lanza un aviso a navegantes: el sucesor debería ser alguien con la capacidad de afrontar los desafíos económicos y políticos que se avecinan sin titubeos.

El reloj ya ha comenzado a contar y, aunque falten dos años, las declaraciones de Lagarde confirman que la pugna por el BCE no será un simple trámite institucional, sino un pulso que marcará el rumbo económico de Europa en la próxima década