Europa al borde del colapso: deuda, pensiones y el espejismo de los mercados
La expansión monetaria global impulsa los mercados, pero erosiona el poder adquisitivo de las monedas. Para Daniel Lacalle, Europa enfrenta una tormenta perfecta: deuda desbordada, sistemas de pensiones insostenibles y un modelo de gasto público que amenaza con llevar al continente a una crisis de gran calado.
Los mercados financieros y el oro suben al unísono, un fenómeno que refleja más un síntoma de fragilidad que de fortaleza. Daniel Lacalle lo explica con claridad: la expansión monetaria global, que este año podría alcanzar un 12%, está detrás de este doble récord histórico. La abundancia de liquidez empuja los precios de los activos, pero lo hace a costa de minar la estabilidad de las monedas y el poder adquisitivo de los ciudadanos.
La clave está en la velocidad del dinero. Aunque la cantidad de circulante se multiplica, su movimiento en la economía real es limitado. El resultado es una inflación de activos que beneficia a las bolsas y a los metales preciosos, pero que no resuelve los problemas estructurales. La paradoja es que los bancos centrales, en su intento de mantener la estabilidad, han contribuido a aumentar los riesgos reduciendo los tipos de interés y alimentando un espejismo de prosperidad.
Europa, en este contexto, se enfrenta a un desafío aún mayor. El agujero del sistema de pensiones, especialmente en países como España, amenaza la sostenibilidad de las cuentas públicas. Lacalle advierte que la narrativa optimista sobre la economía española omite datos esenciales: el déficit creciente de la seguridad social y la presión añadida de una inmigración que, lejos de corregir desequilibrios, genera nuevas tensiones fiscales y sociales.
El caso de Grecia y la situación de Francia sirven como ejemplos de cómo los modelos basados en un gasto público sobredimensionado acaban por comprometer la estabilidad a largo plazo. La estrategia de aumentar el gasto sin reducir impuestos ni abordar reformas estructurales es, según Lacalle, una trampa que erosiona la competitividad y agrava la deuda.
Más allá de las cifras, el problema es político. Se busca distraer a la opinión pública con discursos radicales mientras el verdadero debate —el tamaño del sector público y la falta de disciplina fiscal— se esquiva. El riesgo, insiste el economista, es que el colapso llegue no de manera súbita, sino a través de una erosión progresiva de la confianza en las instituciones, en la moneda y en la capacidad de crecimiento.
La lección es clara: el espejismo de los mercados no debe ocultar la necesidad urgente de reformas estructurales. Europa necesita una política económica que priorice la sostenibilidad de la deuda, un rediseño de los sistemas de pensiones y un control riguroso del gasto público. Solo así podrá evitar que la actual complacencia se convierta en una crisis de mayores dimensiones.