Tensión transatlántica: amenaza presidencial sacude los cimientos de la alianza

“¡Fuera España de la OTAN!” — Trump sugiere expulsar a un aliado por no subir el gasto hasta el 5%

“¡Fuera España de la OTAN!” — Trump sugiere expulsar a un aliado por no subir el gasto hasta el 5%

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a incendiar la agenda transatlántica al asegurar que la Alianza Atlántica debería plantearse expulsar a España por negarse a elevar su gasto en defensa al 5% del PIB, un dardo que abre un nuevo frente diplomático entre Washington y Europa. 

La polémica declaración de Trump, pronunciada durante un encuentro con el presidente finlandés Alexander Stubb, no fue un desliz: fue una advertencia deliberada que vuelve a situar a España en el centro de la disputa sobre cargas y compromisos dentro de la OTAN. “Teníamos un rezagado, era España… ¿Por qué son un rezagado?… Tal vez deberían echarlos de la OTAN”, llegó a decir el mandatario, en alusión a la decisión de la Alianza de reclamar un esfuerzo extraordinario a sus miembros tras la cumbre de La Haya.

La petición que tanto ha irritado a Washington consiste en un ambicioso objetivo pactado por la mayoría de aliados: elevar el gasto en defensa hasta alcanzar el 5% del PIB en el horizonte fijado por la cumbre, una meta diseñada para reforzar capacidades frente a amenazas como la agresión rusa y la presión sobre las cadenas estratégicas. Ese compromiso, impulsado con fuerza por Estados Unidos, ha generado tensiones internas porque obliga a reajustar presupuestos colectivos en un contexto de prioridades sociales y limitaciones fiscales.

España, históricamente uno de los miembros más activos en despliegues y misiones, ha mostrado reticencias públicas a aceptar ese umbral del 5% por considerarlo incompatible con su arquitectura fiscal y sus prioridades sociales, manteniendo un objetivo más cercano al 2% como referencia política oficial. Esa distancia creó la fricción política que ahora explota en las palabras del presidente estadounidense, que ha adoptado una retórica que mezcla presión diplomática y amenaza pública.

El efecto inmediato de la declaración es doble. Por un lado, agrava la sensación de que el liderazgo estadounidense —al menos bajo la actual administración— reclama mayor disciplina presupuestaria entre sus aliados; por otro, abre la puerta a repercusiones prácticas difíciles de cuantificar: desde tensiones en los foros diplomáticos de la OTAN hasta potenciales fricciones comerciales o de cooperación que, en la era de la geopolítica económica, ya no pueden descartarse. 

En Bruselas y en capitales europeas, la reacción será crucial. Expulsar a un miembro de la OTAN es, en la práctica, una idea extrema y sin precedentes modernos: exige consenso político, redefinición legal y, sobre todo, un coste político y estratégico elevado para toda la Alianza. Expertos en seguridad europea recuerdan que la OTAN se construyó para asegurar la defensa colectiva, no para castigar divergencias presupuestarias de manera drástica. Sin embargo, la amenaza pública de un presidente aliado obliga a Madrid a responder en clave interna y externa, equilibrando explicación política doméstica y gestión de la Alianza. 

A escala política interna española, el episodio puede alimentar debates sobre soberanía presupuestaria y prioridades sociales frente a exigencias de seguridad exterior. En el plano transatlántico, la tensión muestra la fragilidad de los acuerdos tácitos: cuando los líderes elevan las discrepancias al escenario público, la diplomacia pierde espacio para la negociación discreta.

Sea cual sea el desenlace, la frase de Trump tiene ya efecto práctico: obliga a reflexionar sobre hasta qué punto la cohesión de la OTAN depende de objetivos cuantitativos impuestas desde fuera o de consensos estratégicos compartidos. Y obliga, también, a España a explicar con claridad cómo piensa armonizar sus compromisos de seguridad con su pacto social interno sin que la alianza se fracture por rencillas presupuestarias.